Mientras en el norte de Pakistán el nivel de las aguas del Indo empieza a bajar, en su delta miles de trabajadores, soldados y voluntarios se afanaban hoy para tratar de salvar la ciudad de Thatta, a un centenar de kilómetros de Karachi. Sus habitantes, que el sábado habían regresado tras una primera evacuación el jueves, se despertaron con la noticia de que durante la noche la presión del agua había roto un dique e inundado la cercana Sujawal.
Trasladarse de Karachi hacia Thatta es hacer un viaje en el tiempo. El peaje de salida de la capital del sur paquistaní tiene como barrera una rama de junco que un hombre levanta y baja al paso de cada coche. A partir de allí, el tráfico de camiones profusamente decorados y autobuses con gente hasta en el techo va cediendo paso a carros de bueyes, aldeanos con asnos y gente de todas las edades en busca de agua y comida. La carretera en sí tiene tantos agujeros como parches y, para evitar los primeros, los coches circulan por el centro hasta que, cuando el choque frontal parece inevitable, sus conductores dan un volantazo y vuelven a la izquierda, porque en Pakistán se conduce a la inglesa.
La lucha por la comida
A la entrada de Thatta, una aglomeración bloquea el paso. La llegada de un camión con comida ha desatado la lucha por la supervivencia. Los más jóvenes se encaraman al remolque para hacerse con uno de los sacos. La desesperación por lograr algo, lo que sea ha causado ya numerosas peleas y hace un rato una mujer ha terminado con el brazo roto en una de ellas. Es una imagen que se repite más veces, en parte debido a la imprevisibilidad de la ayuda.
Cuesta creer que esta ciudad fuera descrita como Eldorado por los viajeros europeos del siglo XVII. Era entonces la capital del bajo Sindh y formaba parte del imperio mogol. Hoy, su apariencia es la de un poblacho polvoriento a pesar de los 350.000 habitantes que le atribuyen los medios locales. Del esplendor pasado apenas queda la Mezquita de las 101 Cúpulas que construyó el shah Jahan y la gigantesca necrópolis situada en la colina de Makli, en la que ahora acampan muchos de los desplazados por las inundaciones.
¿Inundará el agua la carretera?
La carretera que sigue hacia Sujawal desaparece de repente bajo el agua. Allí los vecinos observan con preocupación la subida del nivel. Si los hombres que trabajan a destajo unos kilómetros más al norte reforzando las orillas, no logran contener el cauce, ellos también tendrán que irse. De hecho, muchos ya han enviado a sus familias a las zonas más altas mientras se quedan vigilando sus propiedades.
Aunque las lluvias hayan cesado y en el norte las aguas se estén retirando, el Indo, que aumentó en 40 veces su caudal, todavía no ha terminado de vaciarlo en el Mar Arábigo. Además, la actual fase de mareas altas que hace prever que su nivel no descienda antes de ocho o diez días. Y los diques, como el que falló en Sujawal, ya no aguantan más.
100.000 personas rescatadas
"Afortunadamente, en Sujawal ya no quedaba nadie", asegura el piloto de uno de los tres aerodeslizadores que la Armada tiene desplegados a esa altura del río y al que una etiqueta en su uniforme identifica como Haider. Explica que un helicóptero sobrevuela las localidades en peligro y cuando localiza a alguna persona atrapada, les facilita las coordenadas para que acudan a su rescate. Desde que hace tres semanas empezaron a trabajar en Sukkur, una ciudad situada 250 kilómetros río arriba, han rescatado a 10.000 personas.
No obstante, muchos siguen negándose a abandonar la zona. "Sí, hay algunos que tienen miedo de que les roben sus posesiones y viven en zonas un poco más elevadas, pero el que está al lado del agua, normalmente quiere que le saquemos", asegura Mohamed Faruk, al frente de un equipo de evacuación de FIF, una organización islámica. El camión en el que se presentan lleva una pancarta que ofrece transporte gratuito y encima lleva una motora en la que caben una veintena de personas. FIF ofrece alojamiento y comida.
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