El Pro-Huerta también se estableció en Córdoba. En medio de las sierras cordobesas, a un kilómetro del pueblo de la localidad de Ciénaga del Coro, Departamento de Minas, se descubre la comunidad campesina de El Empalme, integrada por 12 familias. Allí, Nilda Castillo de Tobares, con sus 49 años –como la mayoría de los habitantes– tienen su propio sistema de producción familiar. Además del emprendimiento huertero, tiene su vaca lechera, cabras, cerdos, ovejas y gallinas. Ella y su esposo se dedican a trabajar la tierra, y el consumo tiene por base los productos de época porque no tienen capacidad de almacenamiento.
A 150 kilómetros de Córdoba capital y en el Departamento de Cruz del Eje, se encuentra la localidad de Serrezuela, donde vive Nicolás Ruiz –que como Nilda tienen el cargo de promotores voluntarios–. Hace 15 años, cuando Nicolás empezó con el programa no había ninguna huerta familiar en este pueblito de 2300 habitantes. Hoy, ya hay cien en desarrollo.
En El Empalme, como en las 9 comunidades campesinas de alrededores, el problema para el desarrollo de sus emprendimientos era la provisión de agua. Las peripecias para conseguir el recurso eran extremas. “Cargábamos cinco bidones de agua de cada lado de un burro y los sosteníamos con un alambre de lado a lado”, aseguró Nilda. Así era muy difícil sostener las huertas. Frente a ese inconveniente, Nilda presentó un “proyecto especial” para obtener –a través del Ministerio de Desarrollo Social– la estructura para el abastecimiento de agua y resolver así el gran impedimento de las 65 familias de las 10 comunidades. “Hace un año que nosotros abrimos una canilla y tenemos agua en nuestra casa”, precisó la mujer.
También, en Serrezuela la falta de agua complicaba el trabajo, pero “hace dos años que solucionamos el problema, y el crecimiento de las huertas fue muy importante”, explicó Nicolás. Estas iniciativas familiares “se convirtieron en un valioso instrumento económico, ya que en el pueblo la salida laboral es limitada”. |
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