En esta oportunidad haremos lo propio con el maíz, ya que se han detectado importantes impactos en los resultados productivos como consecuencia de las distintas fechas de establecimiento de la mencionada gramínea.
Comúnmente el maíz es plantado en nuestra provincia de manera temprana, es decir, en la ventana de siembra que transcurre durante los primeros días de octubre. Ello se debe a que normalmente para esa época del año ya se han acabado las heladas, y esta especie tiene la capacidad de germinar y desarrollarse favorablemente con las temperaturas edáficas y ambientales de ese espacio de tiempo. Es decir, con un buen curado de la semilla, con fungicidas e insecticidas adecuados, prácticamente el único riesgo que se corre es el de una helada tardía; pero incluso maíces que fueron dañados por este fenómeno meteorológico en los años en los cuales aconteció, lograron sobreponerse adecuadamente.
Sin embargo, en las últimas campañas agrícolas la dinámica de las precipitaciones obligó a técnicos y productores a desplegar estrategias que les permitiesen sembrar maíces durante los últimos días de noviembre o primeros días de diciembre. Planteo productivo que tuvo excelentes rindes de grano por hectárea, con una estabilidad de producción muy importante, lo que ha tenido como consecuencia que lo que empezó como una respuesta tecnológica coyuntural para años en donde las precipitaciones de primavera se demoran, hoy sea un manejo de cultivo buscado por el ingeniero agrónomo, en pos de lograr importantes niveles de producción, pero siempre de la mano de una mayor seguridad productiva. En otras palabras, se busca asegurar la inversión del empresario agropecuario, ya que el cultivo transcurre el implacable sol de enero en un estado fonológico de menor exigencia hídrica y lejos del periodo crítico del cultivo.
Esta mayor seguridad de producción permitió mejorar los paquetes tecnológicos del cultivo, disminuyendo la incertidumbre del resultado productivo, lo cual por un lado elevó la inversión (pesos por hectárea), y por el otro elevó los techos de producción y el resultado económico.
Para establecer un maíz de manera tardía, es decir, última semana de noviembre o primera de diciembre, debemos pensar en un híbrido de ciclo intermedio. Si la siembra se llegara a demorar más en el tiempo ya deberíamos inclinarnos por un material semi precoz. Vale aclarar que a medida que acortamos el ciclo del cultivo también lo hacemos con el potencial de rinde.
Todos lo técnicos estamos de acuerdo en que siembras más tardías implican menos potencial de rinde. Sin embargo, incluso para un productor de punta en la provincia de La Pampa es casi imposible superar los 80 o 90 quintales por hectárea, siempre hablando de valores promedios para grandes superficies. Con lo cual queda claro que este nivel de producción es perfectamente alcanzable con los híbridos actuales en la fecha de siembra en consideración.
La parte positiva de la siembra tardía, como ya lo mencionamos en párrafos anteriores, es su mayor seguridad de producción. Sin embargo, para que esto sea así se deben tener en cuenta algunas consideraciones de manejo, como por ejemplo: un maíz tardío deberá poseer si o si el gen de resistencia al barrenador del tallo, ya que estas fechas de implantación son muy susceptibles al ataque de esta plaga. También deberán tener un muy buen comportamiento frente al mal de Río Cuarto. En cuanto a la estructura de cultivo, es imprescindible emplear densidades de siembra menores a las que se emplearían en las fechas tempranas, pues el estímulo de la temperatura del verano hace que la planta tenga un fuerte desarrollo vegetativo y competencia por luz entre individuos vecinos, que se verá magnificada por siembras densas, disminuyendo aún más los potenciales de producción.
En resumen, quizás sea más efectivo para la provincia de La Pampa la siembra tardía de maíz, siempre y cuando lo que se busque sea mayor seguridad de producción y niveles de rendimiento no superiores a los 80 o 90 quintales por hectárea, ya que las siembras tempranas se encuentran demasiado expuestas a los intensos déficit hídricos de enero, que todos los años terminan afectando fuertemente los potreros plantados con esta gramínea.
(*) Ingeniero Agrónomo (MP: 607 CIALP) - Posgrado en Agronegocios y Alimentos - mfava@cpenet.com.ar
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