Un grave daño ecológico, que se reitera a esta altura del año en el embalse de las Termas de Río Hondo, es consecuencia de la contaminación de las aguas. El efecto visible y penoso se concreta en miles de peces muertos que flotan en las orillas del lago.
El hecho es muy preocupante y suele explicarse como consecuencia de causas naturales. Ocurre que en el invierno disminuyen las lluvias en la alta cuenca que abastece al sistema hidrográfico de la región, lo que ocasiona un descenso del nivel de las aguas y, como consecuencia, una reducción de oxígeno, razón de la muerte de peces.
Esa explicación, si bien fundada, no parece suficiente y se presume con fundamento que obran otras causas a las cuales no es ajeno el hombre. Así dejan entender las palabras pronunciadas hace algunos días por el gobernador de Santiago del Estero, Gerardo Zamora, en el sentido de que "debe aplicarse la ley con rigurosidad para que dejen de contaminar el lago".
Esa aseveración aludiría a la responsabilidad que en el daño ambiental tendrían los ingenios azucareros instalados en la provincia de Tucumán, pues los desechos del proceso industrial se vuelcan, sin tratamiento alguno, en aguas que desembocan en el embalse.
Corrobora esa versión, el hecho de que el deterioro observado comienza semanas después de iniciada la zafra y la producción en las fábricas.
Para justificar la ausencia de acciones que impidan un daño conocido y anunciado se invoca una razón de sentido social y político. El cese del deterioro requeriría la parálisis de las fábricas y con ello la pérdida de puestos de trabajo indispensables para un gran sector de la población tucumana.
Ese argumento no contempla perjuicios de otra índole que afectan también a la población, como el riesgo de las aguas tóxicas o la pérdida de los peces que sirven como alimento en la región. Aunque a nivel gubernamental se hayan realizado estudios en las provincias involucradas, no hay proyectos en marcha que permitan neutralizar los efluentes tóxicos, lo que evitaría la necesidad de cerrar fuentes de trabajo.
Está claro que el tratamiento del problema no debe postergarse, las autoridades tienen que actuar positivamente para que el trabajo no decaiga y la contaminación no continúe.
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