La actividad pesquera representa en el mundo unos u$s 85.000 millones al año y más de 200.000 empleos. De todas las especies marinas, el 52% están explotadas comercialmente, un 19% sobreexplotadas y un 8% agotadas, según informe de la FAO (Food and Agriculture Organization) y la WWF (World Wildlife Found). En la Argentina, según un informe de la Fundación Vida Silvestre (FVSA) en base a datos del Inidep (Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero) la pesca representa más de u$s 1.300 millones en exportaciones anuales y 20.000 empleos directos. Pero este negocio, centrado en la merluza, que es la principal especie de captura, se extinguirá en apenas dos años más, de continuar con la tendencia de sobreexplotación que ha determinado una merma del 80% de la población de merluza en los mares argentinos en los últimos 20 años.
En 2008, se extrajeron 933.000 toneladas de peces y mariscos del mar Argentino y la mayor proporción en volumen (no en precio) fue de juveniles de merluza (que no han llegado a la edad reproductiva); dado que el mercado español, principal importador, exige peces pequeños. De este modo, la Argentina está perdiendo su principal recurso natural, con las consecuencias sociales y económicas que esto acarrearía.
“Las dos amenazas principales para la merluza son la sobrepesca (pescar más ejemplares de los que se regeneran anualmente), alentada por la subdeclaración de capturas y la pesca de juveniles (que no han alcanzado su primera reproducción), que representa más de la mitad (61%) de la pesca total”, destaca el informe de Vida Silvestre. Este colapso sería revertible si se aplicaran algunas medidas de protección como el uso de dispositivos de selectividad (que dejan escapar a los ejemplares pequeños) y se fiscalizan las capturas y descartes (tirar al mar los pescados que no les sirven). Hasta el momento, las empresas pesqueras hacen una declaración jurada de aquello que capturan y se calcula que hay un 40% de subdeclaración (y consecuente evasión impositiva).
Existen numerosos mitos respecto a la depredación de los recursos pesqueros nacionales y el principal señala que son firmas extranjeras las que realizan capturas clandestinas. Sin embargo, “estas empresas de capitales españoles y chinos, principalmente, actúan en el mar argentino con permiso oficial y como resultado de la política de apertura a capitales extranjeros instaurada en la década del ‘90”, explicó Guillermo Cañete, coordinador del Programa Marino de la FVSA. Por otra parte, la mayoría de las capturas que se realizan más allá de la milla 201 son de calamares (otra especie en riesgo) y no de merluza.
En tanto, las empresas -en su mayoría pymes familiares- se oponen a la aplicación de los sistemas de selectividad y la fiscalización de sus capturas, dado que con ello “perderían parte del negocio”. No obstante, según cálculos del Inidep y de la FVSA, no dejar que el recurso crezca es “un mal negocio”, que genera pérdidas de u$s 74 millones al año.
El uso de dispositivos de selectividad para la merluza, fue obligatoria desde 2000, pero su uso no fue efectivo por falta de controles durante más de ocho años. A principios de 2009, se suspendió esta medida, en principio por 180 días, plazo por demás excedido.
Según Vida Silvestre, del 1,2 millón de toneladas de merluza presentes en el mar argentino en 1990, hoy sólo quedan unas 200.000, en su mayoría juveniles porque son pescados antes de llegar a la etapa de adultez. Y de acuerdo a datos del Inidep, “cada ejemplar juvenil puede pesar unos 145 gramos, mientras que los adultos llegan a algo más del doble: unos 315 gramos. Si se pesca merluza sin dispositivos de seguridad, sólo sobrevive un 48% de los juveniles. Pero, si se implementan las tecnologías de selectividad disponibles en el mercado, sobreviviría el 74% de las piezas que pueden duplicar su peso para el año siguiente.
Según los últimos datos disponibles del Inidep, la cantidad de merluza iniciando su vida adulta en 2009 fue de solo 106.837 toneladas, ya que el año anterior no se aplicaron dispositivos de selectividad. Pero, podría haber sido de 164.895 toneladas, si se hubieran aplicado estas medidas. Si traducimos el peso en términos de valor de exportación de filetes, la cantidad de merluza equivaldría a u$s 134 millones aproximadamente, mientras que si los juveniles se hubieran convertido a adultos, al año siguiente hubiera equivalido a u$s 208 millones. Esto indica el desperdicio de una gran producción biológica y un valor económico de u$s 74 millones de pérdidas.
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