Ha estallado otra plataforma petrolera en el Golfo de México, cerca del lugar donde el 20 de abril p.pdo., explotó la plataforma de BP, desencadenando el peor desastre petrolero de la historia, al derramarse cerca de 779 millones de litros, antes de que tras tres intentos frustrados, el vertido pudiera ser detenido parcialmente.
Estamos pues ante una nueva tragedia ecológica que se suma a otras, entre las que se destacan la de 1979, cuando explotó en Bahía de Campeche, México, un pozo operado por Pemex, la del desastre del barco Exxon Valdez en 1989, la intencional de 1991 cuando el gobierno de Irak liberó en el Golfo Pérsico más de un millón de toneladas, la avería del oleoducto ruso de Komi en 1994 y la derivada del choque de un barco contra el puente de San Francisco en 2007.
Todo esto dice mucho sobre los riesgos que está corriendo la vida en la Tierra, como resultado de los esfuerzos humanos en procura de cada vez más esquivos hidrocarburos y gas natural.
Esfuerzos que transitan con audacia por el filo de la navaja y que amenazan con provocar daños cada vez más graves. Cuando la explosión de Bahía de Campeche se filtraron unos 474 millones de litros de crudo al mar y por años casi nadie imaginó que pudiera haber una catástrofe mayor en este rubro. Hasta que ocurrió lo de BP.
A pesar de todo, continúa la prospección petrolera a lo largo y a lo ancho del mundo, incluyendo Uruguay, donde si se detectaran indicios de yacimientos, evidentemente no se dudaría en perforar la plataforma submarina.
La humanidad tiene que colocarse en alerta máxima y encarar el pronto desarrollo de energías de alternativa, como la solar, la eólica y la atómica.
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