Las lluvias han inundado amplios sectores urbanos, motivando pérdidas y evacuaciones.
Los habitantes de los sectores afectados denuncian, por ejemplo, que muchas de las obras de contención que se ofrecieron luego de fuertes temporales previos, quedaron inconclusas, y que las que se hicieron no tienen la altura requerida o son de mala calidad, por lo que el agua las desborda. Una de las noticias más repetidas a lo largo de todo el invierno fueron las fuertes lluvias caídas en la Ciudad y los barrios anegados. El temporal no da tregua y lo excepcional no fue sólo la cantidad de agua caída, sino su frecuencia. Ha llovido mucho y lo ha hecho sobre una tierra mojada que no puede retener más cantidad de agua, lo que ha provocado crecidas ribereñas e inundaciones. Las lluvias torrenciales aparecen periódicamente en todo el litoral urbano. De hecho, los barrios con mayor riesgo de inundaciones son aquellos que tienen costas sobre el río, y además estos fenómenos climáticos desmedidos se están dando cada vez con mayor frecuencia. De hecho, los expertos en cambio climático vienen transmitiendo mensajes referidos a un incremento de la temperatura media del planeta y, en consecuencia, un aumento de la frecuencia de los episodios climatológicos extremos, y más y mayor intensidad de los temporales y de las correspondientes inundaciones que pueden producirse por el desborde de los ríos, o por anegamiento de los puntos bajos del territorio. Estos nuevos patrones de lluvia requieren nuevas adaptaciones a las realidades que parecen avecinarse. Y adaptar significa, entre otras cosas, gestionar conjuntamente el agua y el orden territorial. Especialmente en aquellas zonas potencialmente inundables, que deben ser evaluadas según el riesgo de inundación a través de mapas de peligrosidad y de los planes de gestión del riesgo.
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