Juana Gómez tiene 64 años. Una hernia de disco le impide hacer fuerza y agacharse. Sin embargo, debe hacerlo igual, y varias veces al día, porque la única alternativa que tiene para poder tomar un vaso de agua es ir hasta una canilla pública para cargar el bidón que por algunas horas le proporcionará el líquido vital.
Los vecinos de Punta Norte reclaman por el agua potable desde que habilitaron el barrio, en agosto de 2006. A 4 años de la inauguración, sostienen que la zona no tuvo mejoras y que las palabras pronunciadas el día del corte de cintas se esfumaron en el aire como el humo de un cigarrillo.
“Nos sentimos marginados. El 1º de agosto cumplimos 4 años en este barrio, y durante todo este tiempo jamás fuimos beneficiados con una mejora. Las calles son intransitables cada vez que llueve y no tienen señalética, por lo que invitar a alguien a tu casa es ocasionarle un disgusto. Pero lo que más lamentamos es no tener acceso al agua de red”, contó Juana.
El barrio está habitado por 320 familias. Su creación fue una consecuencia de la inundación de 2003, cuando el gobierno provincial pensó en relocalizar en el norte de la ciudad a empleados públicos damnificados. Aunque los beneficiarios pensaban que contarían con agua de red, porque así se lo habían comunicado, lo cierto es que el barrio se inauguró con un sistema de provisión de agua a los domicilios que luego se reiteraría en otros planes habitacionales: un tanque general de agua de pozo sometida a un proceso de clorificación diario que luego es transportada a los domicilios particulares.
“El agua que sale de la canilla no se puede consumir. Es salada, oscura y con sabor desagradable. Nadie la toma. Tampoco se puede lavar la ropa porque se mancha y cuando te bañás, la piel te queda seca y los pelos duros como una piedra”, explicó una joven madre.
Frente a la “imposibilidad” de consumir el agua que llega a los domicilios, los vecinos recurren desde que habitan el barrio a la solidaridad de un familiar o de alguien de un barrio cercano para poder llenar decenas de botellas. Otros apelan a la compra de bidones, lo que para una familia tipo significa disponer todos los meses de 130 pesos sólo para comprar el agua que utilizarán para consumir y cocinar.
DOS SEMANAS
Hace dos semanas, una asociación de Altos de Nogueras dispuso la instalación de una canilla pública en la intersección de Europa y un pasaje público sin nombre.
“Lo hizo porque los vecinos de ese barrio se cansaron de prestarnos las canillas para llenar los bidones. Nosotros dimos nuestro consentimiento. Algunos colaboramos con dinero y otros con mano de obra”, señaló Juana Gómez. Y agregó: “Se hizo una conexión clandestina que viene desde avenida Peñaloza, por donde pasa la red, hasta acá”.
Para los vecinos, el trabajo realizado demuestra que la llegada del agua potable al barrio no es imposible. La cañería troncal pasa a pocas cuadras, “por lo que es factible” extenderla teniendo en cuenta que “todos los vecinos estamos de acuerdo en abonar lo que nos corresponda de la obra y posteriormente por el servicio”.
10
litros
de agua en bidón cuestan 6,5 pesos. Una familia tipo consume entre 4 y 5 bidones por semana, por lo que semanalmente gasta un promedio de 32 pesos.
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