Las “líneas de Nazca” son uno de los hallazgos arqueológicos más intrigantes de nuestro planeta. Son 13 mil y conforman más de 800 figuras que representan sobre todo a animales estilizados. Por las dimensiones de sus diseños es casi imposible observarlas si no es desde lo alto. De hecho, fueron descubiertas en 1927 cuando se sobrevoló la zona casualmente. Por eso generaron varias interpretaciones, entre las que figura una de ciencia ficción que sostiene que habrían sido “talladas” para atraer visitantes de otros mundos.
Ahora, según el investigador David Johnson –quien trabajó en colaboración con científicos de la Universidad de Massachusetts– las célebres líneas formarían un enorme mapa de los recursos subterráneos del agua . Johnson habría encontrado una estrecha correlación entre los antiguos acueductos u otros elementos de agua y las principales figuras del lugar. La hipótesis de una relación entre las figuras y el agua estaría avalada por la investigación del Instituto Arqueológico Alemán y el Instituto Andino de Investigaciones Arqueológicas, en la que los científicos documentaron la presencia de ofrendas religiosas en pequeñas cavidades vecinas al jeroglífico como si hubieran querido agradecer por la presencia de agua en ese punto. La hipótesis de Johnson significa que las líneas formaban un paisaje ritual cuya finalidad era permitir conseguir agua a los que estuvieran en condiciones de leer las “instrucciones”.
“Es muy probable” –explicó Johnson– “que fueran una suerte de lenguaje que servía para comunicar dónde estaban localizados los pozos y los acueductos”. Así, por ejemplo, cuando se encuentra un trapezoide significa que al lado hay un pozo. Los círculos habrían sido diseñados cerca de fuentes y manantiales. Y lo mismo hacían las grandes figuras de los animales.
El colibrí, por ejemplo, una de las imágenes más bellas, indicaba con su pico en dónde había un pozo grande.
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