La mayoría de aquellos que, un cuarto de siglo atrás, vieron cómo el agua devoraba ferozmente la villa turística de Lago Epecuén no podrían imaginar con qué se pueden encontrar hoy, si retornan a ese destino.
Es, quizás, el ejemplo más emblemático de la pronunciada bajante que se ha venido dando, en los últimos años, en el sistema de las Encadenadas del Oeste, respondiendo, quizás, a otro de los tantos ciclos a los que la naturaleza nos tiene acostumbrados.
El año 1985 marcó el tope de la crisis hídrica en el sistema y el agua, más allá de arrasar este poblado, terminó amenazando los centros urbanos inmediatos.
Fue así cómo castigó el balneario de Laguna Alsina, golpeó duro contra Cochicó, llegó hasta una cuadra de la municipalidad de Guaminí y puso contra la pared a la misma Carhué.
Sin embargo, crecientes posteriores no produjeron las mismas consecuencias, según admite el ingeniero Daniel Mas, titular de la Dirección de Saneamiento y Obras Hidráulicas, zona 6, con sede en Bahía Blanca.
Las mediciones hechas, a lo largo del tiempo, por la gente de ese organismo son por demás claras al respecto. Veamos qué topes máximos se dieron con cada una de las principales lagunas del sistema.
* Alsina: En 1985, llegó a 110 metros (sobre el nivel del mar); en septiembre del 92, a 110,68 y en noviembre de 2001, a 110,10 metros.
* Cochicó: En 1985, trepó a 108 metros; en el 93, a 108,20 y en 2002, a 106,53 metros.
* Del Monte: En el 85, se elevó a 106,50 metros; en noviembre del 93, a 107, y en igual mes del 2002 a 105,90 metros.
* Epecuén: A mediados del 86, medía 99,60 metros; en el 93, 100,35, y en 2001, 99,84 metros sobre el nivel del mar.
¿Qué pasó, entonces, que niveles superiores a los del 85 dejaron consecuencias menores?
En septiembre de 1986, comenzó la construcción del primer terraplén para proteger a Carhué, que en 1993, se levantó un metro más, para resguardarla del crecimiento inusitado del lago Epecuén.
Lo propio se hizo con Guaminí, cabecera del distrito del mismo nombre, para protegerla de la expansión de la laguna del Monte, la más grande de todas.
De inmediato, llegaron las bombas que mandó a colocar el ex gobernador Eduardo Duhalde en Cochicó y Del Monte, lo que permitió descomprimir ambas lagunas hacia Alsina y de aquí al Salado por el aliviador.
Y también sistemas de compuerta entre las lagunas, como para regular el paso de los excedentes.
Al margen de ello, la sucesión de estas crisis permitió cristalizar una idea por demás positiva: la creación de un comité de cuenca de la región C del río Salado.
Por resolución de la Autoridad del Agua de la provincia de Buenos Aires, pasaron a integrarlo los distritos de Adolfo Alsina, Bolívar, Coronel Pringles, Coronel Suárez, Daireaux, La Madrid, Guaminí, Laprida, Puan, Saavedra y Salliqueló.
"Se apuntó a que todos los municipios participaran de una política regional para el manejo de agua, dejando atrás las decisiones individuales", reconoció el ingeniero Mas.
--¿Por qué quedaron anexados al Salado?
--Porque el canal aliviador de la laguna Alsina hasta la laguna El Tordillo nos conectó con el sistema del río Salado, que desagua en el mar.
Esa obra, el aliviador, determinó que las Encadenadas del Oeste ya dejaran de ser una cuenca escalonada hacia el oeste y cerrada, para tener un vínculo con el Atlántico.
Las negociaciones llevaron un año y medio, hasta que se firmó el acuerdo definitivo, en junio de 2003.
Hoy, cada comuna tiene un representante en la comisión asesora, de la cual se nutre Hidráulica, que fija las políticas de trabajo.
La realidad actual.
Ahora bien, ¿qué pasa hoy?
Una extensa recorrida con funcionarios de Hidráulica y representantes de las comunas de Guaminí y Adolfo Alsina nos dejó una impresión totalmente opuesta a la de la época de las inundaciones.
Da la sensación de que todos los caudales que ayer sobraban son los que hoy demandan los distintos espejos de agua.
"De todas maneras, aún no estamos en crisis...", admitió el ingeniero Daniel Mas.
El ciclo seco, en la región, comenzó en forma paulatina después del pico de 2001/2002.
Y se acentuó en los años posteriores.
Claro que no sólo se limitó la escasez al sector de las lagunas, sino al área serrana, donde colectan caudales todos los arroyos que aportan a los espejos de agua.
Así es que actualmente es muy pobre lo que conducen el Cochicó, hacia la laguna del mismo nombre; el Guaminí a la del Monte; el Venado a la laguna de igual nombre, y el Pigüé, hacia la zona de Carhué.
Quizás el Sauce Corto, afluente de la laguna Alsina, es el más voluminoso, aunque con valores que no llegan al metro cúbico por segundo.
Los niveles de las lagunas son por demás demostrativos de la situación: Hoy Alsina está en 107,96; Cochicó en 104,15; Del Monte en 102,53 y Epecuén en 95,20.
Vale puntualizar, aquí, que la concentración de lluvias más importante se da en otoño y primavera; el invierno es seco y el verano, semiseco, con un agravante dado por la importante evaporación que se da.
Explicó el ingeniero Mas que las distintas obras emprendidas permiten hoy que la laguna Alsina sea el "pulmón" del sistema.
Si llueve mucho en las sierras, puede absorber los caudales y, después, hacerse un traslado a Cochicó o evacuar a la cuenca del Salado, si fuese necesario.
No obstante, hoy tiene un bajo nivel y es muy poco lo que cede a Cochicó, ubicada detrás de la ruta provincial 65 (Guaminí-Daireaux) que, en dos etapas, se levantó nada menos que 4 metros para soportar los embates, allá por el 85/86.
Y aquí se da una de las coyunturas de la situación actual.
"Estamos muy preocupados, porque si continúa bajando la laguna --Cochicó--, se verá muy afectado su principal recurso que es el pejerrey, cosa que ya ocurrió en las lagunas Del Monte y el Venado", admitió el biólogo Marcelo Schwerdt, representante por Guaminí ante el comité de cuenca.
Si bien este es un distrito agropecuario, el turismo creció muchísimo, en la última década, por la práctica de la pesca.
"De tener 3 o 4 operadores, pasamos unos 60, con más de 500 personas que viven directa o indirectamente de la actividad. Aquí no tenemos importantes empresas y este es un gran motor para nuestra economía", aseguró.
A primera vista, se advierte la bajante y se ha creado, junto al sector más poblado, una extensa playa que antes no existía.
Claro que si en Cochicó el agua se retiró, en mayor medida lo hizo en Guaminí.
Hoy, las defensas, debidamente consolidadas, con una costanera de unos 2.000 metros, pueden llevar a un desprevenido a preguntar qué significado tuvo construirlas, ya que, en algunas partes, la laguna está a 300 o 400 metros de distancia, mientras en otros sectores despoblados, el camino vecinal transcurre en una zona tan blanca como los intensos restos salinos que hoy abundan.
La bajante, según Schwerdt, ha hecho crecer esos tenores en los caudales, situación que no toleró la fauna ictícola tradicional.
"Puedo decir que ya no hay pesca...", sentenció.
Epecuén baja y baja.
Las estadísticas sostienen que, en 1970, Epecuén llegó a tener una altura de apenas 91 metros sobre el nivel del mar.
"La cruzábamos caminando...". escuchamos decir, más de una vez.
Después, en el 85, llegó la catástrofe que todos recuerdan y hoy va camino a su altura de 40 años atrás.
"Es la que más rápido baja...", acotó el ingeniero Mas.
Lo ha hecho a razón de entre 60 y 70 centímetros por año.
Hoy, merced a la obra de derivación del arroyo Pigüé (aporte natural) a la laguna del Venado (obra inaugurada por el ex gobernador Eduardo Duhalde), ingresa sólo un hilito de agua, por cuestiones ecológicas.
Ambas razones (evaporación más escaso aporte hídrico) llevaron a que la laguna descienda irremediablemente.
El nivel actual está en los 95,20 metros y, según los parámetros fijados por la consultora Iatasa, no debería descender más allá de los 93 metros.
"De todas maneras, nosotros estamos pensando en que no vaya más abajo de los 94 metros", dijo el agrimensor Fabio Robilotte, representante, por Adolfo Alsina, en el comité de cuenca.
Cuando se esté cerca de ese nivel, se abrirá el Pigüé, permitiendo la limpieza del derivador al Venado, mediante una inversión de casi 2 millones de pesos.
Tanto Schwerdt como Robilotte coinciden en señalar la trascendencia que ha tenido la creación del comité de cuenca.
Por encima de que hoy no se advierte ninguna inundación del sistema de lagunas a la vista, como en el 85, el diálogo es continuo con otros representantes y van llegando respuestas desde Hidráulica, en la medida de las posibilidades.
"Es cierto que quedan obras pendientes, como acondicionar mejor el aliviador de Alsina, las compuertas del canal Ameghino y el partidor del Huáscar, pero, de a poco, los proyectos salen", aseguran.
Después de un invierno muy seco, la región recibió, en los últimos días, un par de lluvias interesantes.
¿Y qué significaron para la cuenca?
"Nada, quizás 4 o 5 centímetros por laguna. Es que en gran medida la tierra terminó absorbiendo la mayor parte y ningún arroyo desbordó", explicó el ingeniero Mas.
La esperanza de una recuperación está dada en que la primavera sea más lluviosa aún.
No obstante, los pronósticos, en general, no son muy halagüeños.
De ser así, habrá que suponer, para fines del verano, lagunas más deprimidas.
Y esto significará contar con una gran reserva para absorber el próximo ciclo rico en lluvias, aunque complicado para la pesca y el turismo.
La naturaleza habrá demostrado, una vez más, que sus caprichos no siempre pueden entenderse.
Más allá, claro está, de que en el caso de las Encadenadas del Oeste el hombre, en los últimos años, tomó conciencia de ello y puso manos a la obra como para que el recurso no quede a la buena de Dios...
EN DOS TRAZOS
Símbolo
No nos resultó fácil dejar de lado imágenes de lo que vimos y protagonizamos en el fenómeno hídrico del 85, al retornar a las lagunas.
No pudimos olvidar casi dos kilómetros de la ruta 65 inundados por los desbordes de la laguna Alsina.
Tampoco, el embate de las aguas contra algunas construcciones de Cochicó.
Mucho menos, el acecho de la laguna del Monte contra la, por entonces, desmantelada Guaminí, ni la estoica defensa que hizo de Carhué el terraplén de Rolito.
No se nos borrarán, ni se nos borrarán, los rostros vencidos de quienes perdían todo bajo las aguas, en Epecuén, emprendiendo un éxodo angustiante sin rumbo fijo.
No alcanzamos a sospechar ni lograremos algún día comprender cómo una villa que derrochaba motivos para la salud, el descanso y la alegría, terminaría devorada a través de un terraplén vencido por la creciente.
Ni cómo sucumbieron el castillo, la iglesia, los hoteles o el cien por ciento de lo puesto en pie, allí, por el sacrificio de la gente.
Recorrer las Encadenadas del Oeste, en los últimos días, nos devolvió estos recuerdos y muchos más.
Fue como un sueño, hasta que al final, cuando abrimos los ojos, la realidad nos devolvió escombros, grandes espacios vacíos, salitre, silencio y soledad.
Y nos conmovió ver añosos eucaliptus, con su corteza desnuda, muertos en pie, pero, aun así, con sus raíces aferradas desesperadamente a la tierra, para no terminar en el suelo.
Representando, quizás, el mayor símbolo de una vida que ya fue...
(Destacar)
Cochicó es el lugar de mayor preocupación por la bajante de las lagunas. Es que la pesca resulta un gran atractivo, generando importantes divisas para la economía del distrito de Guaminí. Hoy peligra.
La creación de un comité de cuenca ha resultado vital para el análisis permanente del estado de las lagunas y la toma de decisiones. Involucra a once distritos y el diálogo es permanente.
D.R.
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