El páramo en Ecuador es una esponja verde gigante, un ecosistema que se da en esta parte del mundo a más de 3.000 metros altura y que llega hasta las nieves que se creían eternas. El páramo, que tapiza las alturas del nevado de Cayambe ayuda a guardar el agua del deshielo y de la llovizna fina que se acaba de largar justo al pasar la línea imaginaria que divide al mundo en norte y sur.
“Lo hemos recuperado”, dice Salvador Acero, de la comunidad Monjas Altas, y quien junto a sus vecinos han desarrollado un sistema de protección del medio ambiente. Son los primeros días de frío y todavía es posible llegar a los 4.500 metros donde está el refugio del glaciar. Antes, sus hielos llegaban hasta la construcción de piedras y techo a dos aguas, pero al disminuir unos 400 metros se lo ve de lejos.
Hace más de 20 años que estas comunidades indígenas recibieron las tierras por la reforma agraria ecuatoriana para estas 48 comunidades. Pero después de la tierra llegó el gran problema del agua. Entonces, formaron una Junta del Agua que todos los últimos sábados del mes decide sobre cómo manejarla. En este proceso, con el asesoramiento de técnicos y la ayuda del Instituto de Ecología y Desarrollo de la Comunidad Andina aprendieron que si su ganado seguía comiendo –y secando el páramo– el agua sería aún más escasa. Al glaciar del nevado lo veían desaparecer y aprendieron que esas esponjas ayudaban a conservar su agua de deshielo y de la lluvia. Las comunidades construyeron un sistema de canales que les permitió llevar agua a las tierras y salir de una agricultura de subsistencia a otra donde hay excedentes de papas, cebollas y hortalizas. También se regularon para que al páramo sólo suban como máximo 800 vacas y nunca cerca de las fuentes de agua porque sin pasto o flora autóctona esta se escurre y se pierde.
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