Todos los pueblos que han florecido en los oasis situados al pie de nuestra cordillera semidesértica han tenido una relación muy especial con el agua. Desde los pueblos originarios que habitaron estas tierras, pasando por los agricultores inmigrantes y llegando hasta los actuales moradores de la provincia, todo lo ha hecho el trabajo del ser humano a través de un elemento fundamental, casi exclusivo, que hizo que el hombre pudiera transformar un desierto en este vergel: el agua. Al igual que miles de millones de años atrás fue el agua la que hizo posible que la maravilla de la vida se originara en nuestro planeta, hoy es también el agua la que hace posible la vida en Mendoza.
Los habitantes de nuestra provincia han sabido aprovechar los ciclos del agua, sus ríos, sus napas subterráneas y, fundamentalmente, sus glaciares. Los glaciares, hielos eternos, son como el “refrigerador” natural que trabaja en nuestras montañas: acumula agua en estado sólido cuando la nieve ha sido abundante, para soltarla de a poco en épocas en que ese líquido escasea en nuestros valles.
Las actividades mineras que se multiplicaron en los ’90 pusieron en serio riesgo estos reservorios naturales (ya suficientemente amenazados por el calentamiento global). Las leyes que sobre esta actividad fueron aprobadas en el período menemista hicieron posible que empezaran a desembarcar en nuestra cordillera, en medio de la mayor discreción, empresas transnacionales que comenzaron a saquear nuestros preciados bienes comunes naturales.
Fueron estos riesgos los que despertaron el interés de la legisladora Marta Maffei, quien pergeñó un proyecto de ley que se llamó “Ley de protección de los glaciares”. Este proyecto se transformó en la ley 26.418, sancionada por unanimidad en las dos cámaras, en octubre de 2008. La ley establecía una serie de presupuestos para preservar los glaciares y su ambiente "como reservas estratégicas de recursos hídricos y proveedores de agua". También se decretaba la estricta prohibición de "la exploración y explotación minera o petrolífera" en la zona de las fuentes de agua congelada. Los glaciares quedaban protegidos y parecía que de ahí en más los mendocinos, y todos sus vecinos cordilleranos, podrían quedarse tranquilos con respecto al agua proveniente de la montaña.
La sorpresa y la indignación vino menos de un mes después, cuando a comienzos de noviembre de 2008 la presidenta Cristina Fernandez de Kirchner vetó la ley, sin mayores explicaciones. Éste fue conocido como “el veto Barrick Gold”.
Este veto tuvo un efecto bumerang: fueron tan alevosos y evidentes los intereses que se movían detrás de él (el mismo gobernador Gioja, minero por excelencia, fue el principal lobbista), que empezó una efervescencia y una toma de conciencia nunca esperado por la autora del veto. Los grupos socioambientalistas se pronunciaron en contra de él y empezaron una efectiva campaña de concientización que pronto tuvo sus frutos: muchos sectores empezaron a pronunciarse también en contra del veto, y cada vez más gente empezó a levantar su voz a favor de los glaciares.
Un tiempo después el diputado Miguel Bonasso rehizo un proyecto (“clonado” del de Marta Maffei), que entró para ser tratado en Diputados. En esta cámara hubo todo tipo de presiones de las corporaciones mineras, y hubo incluso otras maniobras del oficialismo (como negarse a dar quorum para las sesiones), pero a pesar de todas las trabas y dilaciones (y luego de un acuerdo entre el senador Filmus y el dipul ato Bonasso para unificar sus dos proyectos) la cámara baja finalmente le dio media sanción. Este proyecto producto del acuerdo quedó incluso mejor que el original de Maffei.
Ésa fue la historia hasta la semana pasada. Porque el 8 de septiembre era el día señalado para que la Cámara de Senadores tratara el proyecto pero, para sorpresa e indignación de todos, el Senado pospuso la fecha para fin de mes. Se dio como razón para esta postergación “que los gobernadores interesados no habían sido consultados”.
Ésta es, hasta acá, la historia oficial. Pero hay otra historia, la que se teje en los pasillos del Congreso, la que se cocina en los despachos de los gobernadores: ésa es la verdadera historia, la que beneficiará con ganancias extraordinarias a las mineras transnacionales y perjudicará perversamente a la totalidad del pueblo argentino, principalmente a los pueblos que viven al pie de la cordillera.
Porque hay que decir que, apenas vetada la ley de Protección de Glaciares, empezaron las invasiones mineras: así como hace 500 años los conquistadores vinieron a rapiñar nuestro oro y plata, esta vez decenas de mineras transnacionales desembarcaron en nuestra codiciada cordillera y empezaron a saquear todos los metales que quedaban: oro, plata y cobre son los más preciados, pero también hay otros casi desconocidos, como el renio y el molibdeno, imprescindibles en la industria de los países del norte, y que se los llevan en secreto, presentando tan sólo una declaración jurada.
A mediados de este año, amparada por la impunidad que le daba su propio veto, además de las leyes menemistas, la presidente Fernandez de Kirchner viajó a Canadá con los principales gobernadores mineros (con Gioja a la cabeza). Ahí se reunió en primer lugar con Peter Munk (director de la Barrick Gold, empresa minera que extrae miles de toneladas de oro en sus minas Veladero y Pascua Lama, en San Juan). Luego se reunió con innumerables empresas mineras dispuestas a invertir en un negocio que es, literalmente, “una mina de oro”. A ellas la presidente les garantizó no revertir las leyes de Menem (leoninamente beneficiosas para estas mineras), y les prometió todo tipo de privilegios extraordinarios, que les rinden, a su vez, ganancias extraordinarias.
Ni bien llegados de Canadá, y ante la posibilidad de que el Congreso sancionara esta nueva Ley de Bonasso-Filmus, los gobernadores empezaron a sancionar en cada provincia sus propias leyes para “proteger los glaciares”, triste eufemismo tras el que esconden que en realidad le están dando la luz verde a todas las mineras que actúan a lo largo de nuestra cordillera.
Debemos decir que, luego de la sanción en Diputados de este nuevo proyecto de ley, empezó en Senadores una vergonzosa romería de empresas mineras, funcionarios codiciosos, sindicatos mineros, empresarios extranjeros de los países involucrados en la minería, todos ellos dispuestos a presionar, hacer lobby e incluso comprar a aquellos senadores que se prestaran a dar vuelta su voto a cambio de los “favores” que prometían estos visitantes. Y ahora se suma esta consulta a los “gobernadores interesados”, que es otra manera de decir que son los gobernadores mineros, profundamente preocupados por defender sus intereses, ligados a las ganancias de la minería transnacional.
Lo que hemos visto en este último tiempo es realmente vergonzoso: ni la ética, ni el mínimo sentido de patriotismo son virtudes de gran cantidad de nuestros legisladores. Los hemos visto dispuestos a rendirse ante la codicia de las mineras transnacionales, los hemos visto vender su conciencia ante los mismos treinta dinares de oro de siempre; los hemos visto sin escrúpulos, sin moral, sin el menor recuerdo de que asumieron jurando defender los supremos intereses de la nación. Los vemos mirando para otro lado mientras en nuestra tierra se saquea, se contamina, se envenena. Los hemos visto desaprensivos frente a cultivos que se consumen bajo el agua envenenada, los hemos visto indiferentes frente a la orden de reprimir a aquellas poblaciones que se resisten a ver cómo dejan a sus hijos sin agua y sus viñedos quemados por los contaminantes.
Frente a este preocupante panorama que enfrenta dos modelos opuestos de sociedad, levantamos la misma consigna que es el clamor de nuestro pueblo: sancionen YA la ley de protección de glaciares tal cual salió de Diputados! Nos jugamos además por uno de esos dos proyectos de país: el que apuesta a la vida, el que pelea por nuestra soberanía y nuestros bienes comunes naturales, el que se opone al saqueo, la rapiña y la contaminación.
Hoy, como hace 500 años lo hicieron nuestros abuelos indígenas, peleamos por echar de nuestro continente a los conquistadores que nos siguen dejando las venas y las minas abiertas. Peleamos por cambiar este modelo corrupto y saqueante por uno más respetuoso de la naturaleza, más inclusivo con todos los seres humanos y que considere a nuestro país como una gran casa en la cual todos tengan cabida.
Alertamos a nuestros legisladores nacionales por Mendoza: el pueblo de la provincia los está mirando y sigue de cerca lo que ocurrirá en el Senado. Con la misma memoria que hemos ejercitado en estos últimos tiempos, votaremos en el 2011. |
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