Si se convirtiera todo el departamento General Obligado (10.928 Km2) en una gran pileta de un metro de profundidad, casi llena con el “vital elemento”, se juntaría el agua necesaria para producir los trece productos que representan el 90 % del volumen de las exportaciones santafesinas en un año.
Sin embargo, de ese universo exportado, sólo la leche fluida, el aceite y la cerveza salen en estado líquido. El resto son sólidos que, de todas maneras, insumieron grandes cantidades de agua para su producción, antes de ser exportados.
El imaginario más elemental sugiere que exportar agua es embotellar y sacar del país el preciado y vital elemento. Pocos asumen que es innecesario y caro, por cuanto supondría consumir -en transporte- mucha más energía de la necesaria para desalinizar el agua de mar o subterránea, allí donde sea necesaria, en lugar de trasladarla.
La “huella hídrica” de cada producto o servicio es el agua que se insumió en su procesamiento. Es lo que se conoce como exportación de “agua virtual”.
La mayor exportación de agua se va con los cueros o con los granos. Incluso producir un kilo de carne vacuna y venderla al exterior, insume mucha más agua que embarcar un litro de leche fluida o de cerveza.
La clave es lo que insume el proceso de producción, ya sea a manera de lluvias y riegos en el caso de las especies agrícolas, como en la etapa industrial de esos productos o de otras manufacturas no agropecuarias.
Granos y carnes
El Centro de Estudios y Servicios de la Bolsa de Comercio de Santa Fe ha calculado que en los últimos cuatro años, la provincia de Santa Fe exportó un total de 41.616.000 decámetros cúbicos en la exportación de los trece productos que representan el 80 % del valor FOB de sus exportaciones, y el 90 % de las toneladas remitidas al mercado externo. Cada decámetro cúbico es el equivalente a un cubo de diez metros de lado.
“Los productos que mayor cantidad de agua exportada representan son los granos, tanto cereales como oleaginosos, seguidos por carnes y productos lácteos”, apunta el informe. Si bien los cueros insumen más agua para su producción, los volúmenes del comercio exterior de granos aportan la mayor incidencia en la exportación de “agua virtual”.
Expone que “en promedio, por la exportación de trece productos seleccionados, la provincia de Santa Fe exportó 3.221 metros cúbicos anuales por habitante” en el período de los cuatro años analizados. A nivel nacional, el promedio anual es de 1.300 metros cúbicos.
El solvente universal
“No hay proceso industrial si no existe el agua”. Rubén González, titular de Aguas Procesos de Sunchales, explica así la dimensión que adquiere el líquido elemento en el proceso fabril.
Como ejemplo menciona su uso para transporte de energía en forma de vapor, o como refrigerante. Además recuerda que el agua es “el solvente universal, aunque a veces tarda siglos”.
González señala casos obvios de bebidas o helados, pero también comenta lo que pasa cuando se fabrica una remera. “En una prenda de algodón, los procesos de teñido, de preparación de la fibra y de confección requieren agua. En una hilandería, sin regular la temperatura y la humedad del ambiente, no podrían trabajar las máquinas; por ejemplo las cortinas de agua que saturan el aire y regulan la carga estática, porque sin esa humedad, la fricción se convertiría en fuego; no se podría trabajar la tela”.
“Una variación de sólo 1 % en humedad es capaz de sacar de servicio una máquina de telas sintéticas”, añade. En cuanto a la atención que en el país se da a los desechos líquidos, dijo que “es la mínima exigible por los Estados y entes de control. Cuando pasamos períodos de crisis se relajan los controles”.
Entender para desarrollar
El “agua virtual” es “la cantidad de agua utilizada para producir bienes o servicios”. El concepto incluye “el agua contenida y la que queda en el proceso de producción”. Así lo explicó Oscar Duarte, un doctor e ingeniero en Recursos Hídricos, quien ha realizado estudios sobre el tema.
Ante la pregunta sobre el origen del agua utilizada, el especialista explicó que se incluyen las de origen fluvial, pluvial o subterráneas, provistas por cualquier sistema de abastecimiento natural (lluvia), o administrado tras su potabilización.
“Es decir que se incluye cualquier aporte de agua que está presente en el proceso de producción del bien o del servicio. En el caso de los granos, el agua de lluvia necesaria para su producción también es agua virtual”, explicó.
En cuanto al valor estratégico, Duarte recordó que en principio “no existe la vida sin agua”, o que por ejemplo “existe la producción sin suelo, pero no sin agua. Cumple varios principios básicos que aportan a la formación de los tejidos y como vehículo de minerales”, explicitó.
Dijo incluso que “en casos como la producción de arroz, tiene una tercera función como atemperador térmico y control de malezas”.
Duarte subrayó que Santa Fe y Entre Ríos están enmarcadas -con las cuencas del Paraná y el Uruguay- con el 75 % del agua superficial que corre por la Argentina (hasta 22 mil metros cúbicos por segundo). “Estamos ubicados en una zona rica en aguas y también en tierras”, resaltó.
El especialista señaló que casos como el de Botnia revelan -más allá del conflicto- el valor que supone para las empresas la ecuación de tierra y agua “más transporte, que no siempre lo evaluamos”, como factores decisivos para las inversiones.
Según la WFN
El informe del Centro de Estudios y Servicios de la Bolsa de Comercio de Santa Fe se basa en las estimaciones realizadas por Water Footprint Network (WFN) para determinar la cantidad de agua promedio que se necesita a fin de elaborar cada producto. El análisis tomó de esa lista, aquellas mercaderías que caracterizan la producción santafesina.
La WFN es una fundación holandesa sin fines de lucro, cuyo principal objetivo es medir la cantidad de agua que necesitan los habitantes de un país, tanto para consumo humano como para los sistemas de producción.
De acuerdo con el informe, las exportaciones de la provincia de Santa Fe representan más del 20 % del total nacional en valores FOB y más del 30 % en volumen. El 70 % corresponde a manufacturas de origen agropecuario (carnes, lácteos, cueros, aceites y grasas) que requieren una gran cantidad de agua para su producción.
Flujo virtual
La Argentina es un exportador neto de agua (virtual). De acuerdo a los cálculos de la Water Footprint, la balanza argentina -entre exportación e importación- es la cuarta del mundo, detrás de Australia, Canadá y Estados Unidos. Países como Brasil exportan más volumen pero también importan más, y por lo tanto sus balanzas de agua virtual muestran saldos menores al de nuestro país. El “flujo virtual mundial” muestra que el sector agrícola representa el 67 % del agua virtual comercializada en el mundo; el 23 % es de productos ganaderos y el 10 % está implicada en manufacturas industriales.
“Agua que no has de beber...”
El desafío de la sustentabilidad
El uso de agua de río para arroceras es un buen ejemplo de “agua virtual”. Los granos del cereal llevan en el producto mucho menos de lo que usa la planta para dar el grano. Foto: Amancio Alem
El ingeniero Carlos Paoli, del Centro Regional Litoral del Instituto Nacional del Agua, comparó los 10,4 millones de decámetros cúbicos/año necesarios para producir los 13 productos más exportados de Santa Fe, con el derrame del 2 % de agua del río Paraná, también en un año.
Esa cantidad, si se potabiliza, sirve para dar provisión a 110 millones de personas que consumen un promedio de 250 litros por día, siempre durante un año. Son cifras significativas en las que apenas están comparados los usos de “agua virtual” de la producción exportable, sin considerar los usos para producir bienes y servicios destinados al mercado interno.
Para evaluar la sustentabilidad del uso del “agua virtual” en la producción, es necesario considerar en primer término que lo que no se usa del Paraná, derrama en el océano y se saliniza, que es lo mismo que decir que se pierde como agua dulce.
Además, mucho de lo que se considera como “agua virtual” vuelve a la atmósfera como “evapotranspiración”, que es la pérdida de humedad de una superficie o proceso productivo por evaporación directa, junto con la pérdida de agua por transpiración de la vegetación.
El interrogante mayor sobre la sustentabilidad está en los deshechos potencialmente contaminantes. Hasta aquí, según el ingeniero Oscar Duarte, no hay estudios que indiquen que el agua residual de la Agricultura, junto al uso de agroquímicos, estén contaminando el sistema, aunque esto no signifique desconocer la existencia de casos puntuales o potenciales.
En cuanto al deshecho de líquidos industriales, las “aguas servidas” de la producción tienen, en concepto del mismo Duarte, mejor legislación que gestión. Para el especialista, que siendo funcionario no desconoce el rol del Estado, es imposible el ejercicio del poder de policía en todos los cursos de agua. La clave es la gestión cultural.
Rubén Goznález, el empresario sunchalense de la empresa Aguas y Procesos, pone aquí el acento en la ecuación económica y dice que cuando la crisis se agudiza, los sistemas se relajan.
Acueductos
Un ejemplo de uso sustentable es el del acueducto del Centro-Oeste que inauguró la presidenta el mes pasado en Santa Fe. Ese sistema saca 0,24 metros cúbicos por segundo de un río que transporta un promedio anual de 15 mil metros cúbicos por segundo, de agua dulce que derrama en el mar.
En Entre Ríos se está proyectando un acueducto desde La Paz, que complementaría con riego a unas 30 mil hectáreas de la vecina provincia. En este caso el “pellizco” al río tampoco es significativo, y en todo caso supone un impacto socioeconómico relevante en una zona en la que la agricultura necesita algo más que el agua de lluvia.
¿Mitos?
“Se llevan el agua en barcos” o “ponen bases militares sobre el acuífero Guaraní”. ¿Son argumentos serios? En realidad los grandes buques poseen plantas para desalinizar el agua, y en Libia hay un acuífero mayor que el Guaraní, pero está sobre el desierto. El valor estratégico del recurso que está bajo la triple frontera es en combinación con la tierra y con el transporte que ofrece el río. Pero además, habiendo agua superficial disponible, la reserva de agua subterránea es menos eficiente o sustentable, aunque según los analistas más agudos su valor estratégico real es la menor exposición -por ejemplo- a una contaminación radiactiva si se desatara un conflicto bélico de gran escala.
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