En un trabajo reciente, dos excelentes economistas, Jürgen Schuldt y Alberto Acosta, sostienen que las experiencias históricas demuestran que los países que se han dedicado a la extracción y exportación de recursos naturales no han logrado desa-rrollarse. Quedan atrapados en una lógica perversa que llaman “la paradoja de la abundancia”: a pesar de estar en territorios con grandes riquezas terminan postrados en el subdesarrollo, la pobreza y la indigencia. Desde las actividades extractivas se terminan distorsionando la estructura y asignación de recursos, se redistribuye negativamente el ingreso nacional y se generan mentalidades rentísticas que derivan en una débil institucionalidad atravesada por la corrupción. Donde esto no ha ocurrido (No-ruega y Suecia) es porque la economía y democracia llevaban años de consolidación cuando decidieron explotar sus recursos.
Nuestro país se formó como nación capitalista con el modelo agroexportador que, justamente, contiene algunos rasgos del modelo extractivo: grandes rentas agrarias dadas la alta fertilidad de suelos, y la acumulación del poder político de los actores económicos emergentes no muy adeptos a las democracias. No obstante, existen diferencias muy notables entre las actividades extractivas, casi de enclave colonial, con las agriculturas de procesos y alimentos que se formaron a lo largo del siglo XX. Las lógicas de apropiación de los territorios son disímiles. En la agricultura, la tierra es el lugar de colonización. Muy diferente es la apropiación del territorio para actividades extractivas de empresas extranjeras. Estas desconocen las características de las poblaciones circundantes y se apropian de una parte importante del territorio que incluye cerros, caminos, agua, flora, glaciares. La lógica agrícola es de sostenibilidad en el tiempo. Con buenos manejos y cuidados de los recursos, la producción agraria resulta no sólo una de las más antiguas del mundo sino que puede reproducirse infinitamente. La lógica extractiva es insostenible en el tiempo porque la destrucción del recurso le es inherente: se basa en extraer, agotar y retirarse a otras regiones donde aún no se ha iniciado el proceso.
Si bien el modelo del “agronegocio sojero” fue perdiendo muchos de los rasgos de la agricultura de procesos, nuestro país muestra todavía una gran diversidad de cultivos de alimentos por regiones. Y justamente esas agriculturas de las distintas zonas del país, las cordilleranas, las del noroeste, las patagónicas son las que están en grave peligro de extinción. Y no se trata de mercados, innovaciones tecnológicas o capacitaciones. Se trata de que justamente en las regiones donde el agua escasea, una de las fuentes más importantes de agua dulce (los glaciares) están en peligro de ser extinguidos. Esto explica las últimas declaraciones de productores de Mendoza, San Juan, La Rioja, Catamarca alertando sobre esta situación.
Se está discutiendo en la Cámara de Senadores la Ley de Presupuestos Mínimos para la Protección de los Glaciares y el Ambiente Periglacial, que ya obtuvo media sanción en Diputados a partir de los acuerdos logrados entre el diputado Bonasso y el senador Filmus compatibilizando dos proyectos. Es apoyada por una gama de organizaciones civiles sólo comparable a las leyes del matrimonio igualitario o de democratización de medios.
Es sabido que las actividades extractivas, la minería a cielo abierto, requieren de grandes magnitudes de agua. Por ejemplo, La Alumbrera ha obtenido el permiso provincial de usar 1200 litros por segundo, 100 millones de litros por día para su actividad. El agua es crucial para las agriculturas y el consumo humano en estas regiones semiáridas con predicción de serlo aún más en el futuro por el calentamiento global. Los glaciares son la reserva de agua más importante del mundo, que alimentan vertientes, canales de riego y aporta al consumo humano. Por eso los agricultores de la región han reaccionado frente a la expansión de la minería que no sólo ocupa los acuíferos sino que están utilizando los glaciares. La ley pretende protegerlos, así como la zona periglaciar y de este modo, indirectamente, protegerá a las poblaciones de no pasar por situaciones de “stress hídrico” (o agravarlo) en pocos años y a los sistemas agrícolas regionales. Las agroindustrias regionales están llenas de posibilidades de industrializarse, de generar trabajo (de mejor calidad que en la minería), de fortalecer la soberanía alimentaria, de obtener lugares importantes en la economía mundial como lo demuestran los vinos de La Rioja o San Juan.
No es casual que un senador que es sociólogo, Daniel Filmus, haya comprendido esta encrucijada. Estamos a tiempo aún de superar la segunda trampa de la geopolítica internacional de meternos en la “paradoja de la abundancia”. Elijamos un modelo que use los recursos naturales en procesos sustentables como son los sistemas agrícolas que, sin esta ley, están en grave peligro. Promover distritos de prioridad agroindustrial en vez de minería. Se estaría, además, en la línea del Plan Estratégico Agroalimentario
* Socióloga. Instituto Gino Germani. UBA.
** Economista. Instituto Gino Germani. UBA.
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