Ayer se puso en marcha la nueva empresa de aguas y cabe hacer algunas reflexiones. El proceso para llegar hasta acá ha sido tortuoso. En realidad lo que se ha hecho es volver a la órbita estatal algo que ya estuvo allí y fue un fracaso estrepitoso. Lo malo es que también fue un desastre en el campo privado, con fallas desde los controles estatales notables. De hecho el debate de los últimos tiempos ha sido acerca de aspectos muy cuestionables que comenzaron a aparecer apenas se anunció el plan de reestatizar. Aparecieron problemas de personal, de sueldos y, por supuesto, de calidad del servicio. Hay demasiada cultura de que a lo del Estado no hay que exigirle y es así como las plantillas están sobresaturadas de personas, que además no hacen bien su trabajo.
Por ahora lo que ha ocurrido desde la intervención ha sido muy contradictorio con lo actuado con el sector privado, pues se ha dado una serie de subas de tarifas que muestra que el sistema no funciona y no se pueden hacer las obras necesarias sin esos incrementos que les fueron negados a los privados. Esto no quiere decir que las firmas que actuaron hayan hecho todo bien, pero sí debe quedar claro que en estos aspectos no cumplieron con ellas y la prueba es que el propio Estado debe trasladar a los ciudadanos la suba para afrontar la operatividad la empresa. Es claro que la falla fundamental en estos temas está en los organismos de control. Porque son lentos y cuando advierten los problemas ya es tarde. Y esto se produce porque es un contrasentido que esos entes de contralor tengan dependencia directa del gobierno de turno.
No caben dudas de que tienen que ser estatales, pero integrados por personas que puedan demostrar absoluta independencia del poder político y actuar en función del bien común y no de las necesidades circunstanciales de un partido o de una gestión. Ojalá este nuevo proceso sea distinto. Ya se ha probado todo lo que no funciona. Y, sobre todo, es necesario que no se adviertan los problemas cuando la leche ya está derramada y no hay solución. El monitoreo de cómo marchan las cosas debe ser en tiempo real. Para eso el control tiene que ser independiente y serio.
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