La cámara de Senadores, finalmente, terminó aprobando un proyecto de ley de Protección de Glaciares que había sido aprobado en la Cámara de Diputados, que extiende la protección hacia la zona periglaciar (alrededor del glaciar), aunque deja para la reglamentación la fijación exacta de esta zona, y define en forma difusa como tal a "zonas congeladas".
No obstante, y a pesar de lo que algunos han pretendido imponer, no se trata de una norma anti-minera, sino en defensa de un recurso estratégico como son las reservas de agua dulce que representan los glaciares.
De hecho, todas las actividades económicas están sometidas a regulaciones y controles de impacto ambiental, por lo que la minería no puede exigir no tener límites. Son límites razonables que deberán precisarse mucho más con la mayor rapidez posible.
Lo que llama la atención es que muchas provincias cordilleranas han tenido en sus autoridades a defensores de actividades con menos controles, sin tener en claro cuál es la situación real y, lo que es más grave, la proyección futura.
Donde mejor se ha podido medir el impacto del calentamiento global, por efecto del abuso de gases de efecto invernadero, es justamente en los glaciares y en cambios en las formas de precipitación.
Según los especialistas, en el caso de Mendoza, la superficie glaciar habría disminuido un 30% en los últimos 30 años. En ese período, se alternaron años con buenas precipitaciones níveas y otros con menos, pero en el balance, los glaciares han retrocedido sin poder recuperar su superficie y esto es lo que compromete el futuro.
Las proyecciones de los mismos especialistas, para el caso de nuestras áreas, prevén para el futuro mayores precipitaciones de agua y menos precipitaciones níveas.
Si esto se concreta, estaremos frente a un horizonte de menos previsibilidad hídrica y la protección de los glaciares se tornará vital para la sobrevivencia futuro en este desierto, que no sabemos si seguirá siéndolo o qué características tendrá. Estas dudas hacen necesario tener elementos previsibles y los glaciares forman parte de esa previsibilidad que hay que conservar.
Justo en este momento se da en Mendoza una situación cíclica de bajas precipitaciones de nieve en las altas cumbres, lo que implica que el año hídrico será muy complejo.
En este sentido, es saludable la iniciativa del Senador Vicente Ruso, quien consiguió que se aprobara un proyecto de declaración para citar a reuniones de expertos, autoridades, regantes y empresarios para ver las medidas que se deberían adoptar frente a esta situación y, una de ellas, es la posibilidad de declarar la Emergencia Hídrica.
Y en este caso vuelve a ponerse sobre el tapete el problema del derroche o el mal uso del agua. Y esto hay que analizarlo seriamente. No basta con que intentemos controlar a las empresas mineras. Cada uno en su hogar deberá revisar la forma de consumo, porque a este ritmo no alcanzara el agua para todos.
El consumo de agua por persona en Mendoza es uno de los más altos del país en el rubro domiciliario, lo que parece irracional cuando uno vive en un desierto y, además, destruye el mito de "la cultura del agua" de los mendocinos. Derroche de agua y contaminación de cauces de riesgo son la realidad del modelo cultural actual, que debería cambiarse en forma urgente.
Algo similar ocurre con el agua para uso agrícola. El sistema de asignación de cupos de agua por horas no responde a ninguna medida racional, sumado a las pérdidas de agua por infiltración, no sólo en los canales de riego, sino dentro de los mismos campos.
Mendoza toda debe tomar conciencia de que no se puede seguir despilfarrando un recurso tan
importante en la vida cotidiana. La necesidad de la venta del agua a través de medidores en el uso urbano es fundamental para que las personas tomen conciencia. El agua es escasa, pero el agua potable es carísima y la venta volumétrica es la única forma en que los mendocinos entremos en razón.
El otro punto es el riego agrícola. Hay que pensar seriamente en un cambio cualitativo que implique, con un buen plan a futuro, entubar y presurizar los principales cauces y canales matrices, para entregar el agua en cada campo, en cada finca, con un medidor y que cada uno pague por lo que consuma.
Lógicamente, esto implicará un plan de asistencia financiera para que los productores hagan las inversiones dentro de sus propiedades para un mejor aprovechamiento del recurso.
En el área industrial, habrá que pensar en sistemas de tratamiento de efluentes que permitan que los líquidos puedan reutilizarse.
Estas cosas no pueden esperar. Hay que actuar con más racionalidad y velocidad. Y como el proceso llevará varios años, cada día que nos demoremos aumentará el deterioro del sistema y llegaremos tarde con las soluciones.
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