Hemos escuchado últimamente, por radio o televisión, decir a algunos políticos y periodistas que el 75% de la población del país se abastece del agua proveniente de la cordillera, en peligro de ser contaminada por la actividad minera.
Habría que explicarles, que el 90% de las personas se abastecen de agua dulce obtenida de los ríos Paraná, Uruguay y de La Plata; de los sistemas hídricos de Tandilia para el interior de la provincia de Buenos Aires; de los ríos de precordillera para Salta y Jujuy y de las de Sierras Pampeanas para Tucumán, Santiago del Estero, Córdoba y San Luís.
Solo quedan San Juan, Mendoza, Neuquén y la Patagonia, que son habitadas por el 10% de la población del país, abastecidas con agua proveniente se la cordillera de los Andes.
Conviene analizar donde se ubican las principales explotaciones mineras. En primer lugar, en la alta cordillera de San Juan y de ellas, dentro de la cuenca del río Jáchal, alimentado por el río Blanco, que a su vez recibe tributarios de los valles del Cura, Despoblados, de las Taguas y vecinos, donde son conocidas aguas termales con tenores anómalos de boro y arsénico, propio de una remanente y póstuma actividad volcánica.
Durante miles de años, estos elementos tuvieron como destino final el valle de Jáchal, sus vecindades Niquivil y Tucunuco y hasta el centenario caserío de Mogna. En estos valles, el contenido de boro en las aguas subterráneas y aún en el mismo río Jáchal, es alto. Por esa razón crecieron solamente plantas tolerantes al boro, pero que en algunos casos, favorecieron el cultivo de cebollas y ajo, tan preciado en los mercados locales como internacionales.
Consecuentemente se trata de una contaminación natural, como tantas otras en el país y no producida por la explotación minera, más aún es conocida la longevidad de los habitantes de la región a pesar de la presencia de boro en el agua consumida por la población.
Mendoza, Neuquén y las ciudades de la Patagonia, si bien se nutren del agua de cordillera, no tienen importantes emprendimientos mineros en las nacientes de sus ríos.
Por lo tanto, decir que el 75% de la población del país se abastece de agua dulce proveniente de los ríos de la cordillera y con peligro de contaminación por la actividad minera es, por lo menos, un torpe desconocimiento de la geografía argentina.
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