La riada tóxica que esta semana provocó una catástrofe ecológica sin precedentes en Hungría genera hoy polemica en torno a la supuesta manipulación de información por parte del Gobierno.
El derrame de lodos subproducto del procesamiento de aluminio que tiñó de rojo al río Danubio provocó aquí la muerte de siete personas y heridas a más de 100 tras la rotura de un dique en una fábrica ubicada en Ajka, en el oeste del país.
Las autoridades húngaras, que desde el martes decretaron emergencia para tres departamentos, aseguraron la víspera que tenían todo bajo control y que el daño del incidente era menor al que se creía.
Sin embargo, recientes resultados de pruebas de laboratorio dispararon la alarma en relación con las consecuencias que a largo plazo entrañará el derrame de sedimentos cáusticos en la región afectada.
La organización ecologista Greenpeace denunció desde Viena "un déficit político de información" por parte del gobierno del primer ministro, Viktor Orban, a quien acusaron de intentar minimizar los efectos del derrame.
Greenpeace puso en tela de juicio la gestión gubernamental frente a la contingencia y cuestionó la veracidad de los reportes oficiales sobre el alcance de la misma.
Según el grupo ecologista, la política de información del gobierno con respecto al incidente que amenaza a media docena de países, no estuvo a la altura de los estándares de la Unión Europea.
En ese sentido, apuntó a los elevados índices de sustancias nocivas como arsénico y mercurio detectados en el manto rojizo que hace algunas horas alcanzó al río Danubio, el segundo más largo de Europa.
Melanie Beran, portavoz de Greenpeace, precisó que los análisis revelaron una alta concentración de elementos contaminantes en la zona del desastre, el doble de lo estimado con anterioridad.
Según Beran, el gobierno húngaro no adoptó las debidas precauciones para enfrentar los posibles daños y peligros que semejante concentración de sustancias letales representa para la población afectada.
Aunque Budapest afirmó que el agua potable no estaba contaminada, un análisis en un pequeño canal de la localidad de Kolontar detectó niveles de arsénico 25 veces mayor que el valor máximo aceptado.
Otros expertos precisaron que la zona de la localidad de Kolontar, la más golpeada por la fuga tóxica, es peligrosa para la vida en este momento y no volverá a ser utilizada con fines agrícolas.
El químico Herwig Schuster indicó que las sustancias nocivas, que ya destruyeron el ecosistema y la vida en el río Marcal, representan un riesgo a largo plazo para los ecosistemas y el agua potable de la zona.
Schuster advirtió que Greenpeace permanecerá alerta y continuará haciendo las mediciones pertinentes, de la misma manera en que no cejará en sus presiones a las autoridades locales.
Como para avivar la controversia, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) advirtió que la fábrica de bauxita y aluminio de Ajka no es la única bomba de tiempo para el ambiente de la cuenca del Danubio.
El WWF indicó que Hungría posee otros grandes establecimientos como ese y puso de ejemplo a la fábrica de Almasfuzito, situada a 80 kilómetros al norte de Budapest.
La citada empresa, enclavada en una zona sísmica, almacena alrededor de 12 millones de toneladas de fango rojo compuesto por bauxita y otros compuestos químicos en una superficie de 40 hectáreas. |
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