¿Cuántos litros de agua se necesitan para producir un kilogramo de uva de mesa? El esfuerzo para medir la “huella hídrica” de éste y otros productos de exportación chilenos podría dar frutos a fin de año. Se trata de un indicador con potencialidades y limitaciones, afirman especialistas.
La huella hídrica es el volumen total de agua dulce usado en la producción de bienes y servicios. Se puede calcular para un producto, una empresa o un país.
"Tal vez la huella de agua no vaya a seguir la misma ruta crítica de la huella de carbono, pero lo concreto es que llama a las empresas a repensar la gestión de sus recursos hídricos", dijo a Tierramérica el jefe de proyectos de agroindustria de la Fundación Chile, Rodrigo Acevedo, una entidad que mide ese indicador en este país sudamericano. Se trata de "un cambio de paradigma", según Acevedo, pues obligará a las compañías a "ir más allá de los ámbitos legales", como los derechos de aprovechamiento de agua, y considerar efectos de su consumo en la sustentabilidad de las cuencas hídricas y de su propio negocio.
De momento la entidad que lidera la definición de estándares es la Water Footprint Network (Red de Huella Hídrica), una fundación sin fines de lucro con sede en Holanda que ya calculó la huella de una taza de café, 140 litros de agua, o de un kilogramo de arroz, 3.000 litros.
Pero, a diferencia de la globalizada huella de carbono, que mide la cantidad de gases de efecto invernadero emitidos a la atmósfera por personas, productos o empresas, el consumo hídrico no es fácil de informar ni de comparar, pues tiene una dinámica compleja y un impacto eminentemente local.
Para hacer el cálculo se consideran tres "huellas": la verde, que corresponde al aporte de las precipitaciones, la azul, referida a las captaciones de aguas superficiales y subterráneas, y la gris, que incluye la contaminación generada en el proceso productivo.
Entre los asociados chilenos a la Water Footprint Network figuran la Fundación Chile, la estatal Universidad de Chile, la consultora Green Solutions y las empresas vitivinicultoras Concha y Toro, De Martino y Errázuriz.
Fundación Chile fue creada por la estadounidense ITT Corporation --dedicada al agua y el saneamiento, el armamento, la tecnología satelital y el transporte--, el Estado chileno y la explotadora de cobre Minera Escondida, propiedad del grupo minero y petrolero anglo-australiano BHP Billiton.
Hoy, la Fundación mide en forma piloto la huella de agua de productos, empresas y cuencas, principalmente en la norteña región de Atacama, semidesértica, con escasez hídrica, gran minería y agricultura de exportación.
En diciembre estarán listos los resultados de seis empresas agrícolas de las cuencas de los ríos Copiapó y Huasco, en Atacama, productoras de uva de mesa, palta (aguacate), hortalizas y olivos.
Con parte de esos datos, la institución está calculando la traza hídrica de toda la cuenca de Huasco. Y para tener ese mapa completo se dispone a medir, por primera vez en el mundo, el impacto de la actividad minera en el agua.
Ya hay compañías interesadas. En esa zona está el controvertido yacimiento binacional de oro y plata Pascua Lama, que va a explotar la corporación canadiense Barrick Gold.
"Vemos la medición de cuencas mucho más interesante que la de empresas", dijo a Tierramérica la directora de agua e industria del área de ambiente de Fundación Chile, Ulrike Broschek.
Es que la huella hídrica no es comparable si las empresas que producen un determinado bien están ubicadas en lugares geográficos con diferentes patrones pluviométricos o composiciones del suelo.
En la cuenca, en cambio, “puedo concluir que la uva de mesa es mucho más eficiente en términos de consumo hídrico que la hortaliza, o viceversa", explicó Broschek. Esto implica "determinar los reales impactos de cada actividad dentro de una cuenca", considerando diversos factores, como la productividad, sostuvo. Con los resultados en la mano, la entidad pretende modelar escenarios en el Huasco, como la entrada en operación de una nueva minera o una temporada de sequía, y luego seguir con otras cuencas, indicó Broschek.
Con esas aplicaciones, la huella hídrica se puede convertir en un instrumento de gestión pública y privada, resaltó, considerando los muchos conflictos de los últimos años por la contaminación de cursos de agua y la contraposición de intereses de sectores mineros, agrícolas, sanitarios e hidroeléctricos.
Aunque según Broschek el interés empresarial por la huella hídrica suele nacer con un sentido publicitario, pronto se entiende que es el primer paso para mejorar la eficiencia.
Junto con el Ministerio de Agricultura, la Fundación mide la huella hídrica individual de distintos productos agrícolas y forestales, como la uva de mesa, la manzana, las paltas y los arándanos.
Primero se estimará un promedio nacional por producto y luego se contextualizará según zona geográfica de producción y sustentabilidad de la cuenca asociada, dijo Acevedo, que calcula la huella hídrica de Concha y Toro para sus actividades agrícolas y de embotellado de sus famosas marcas de vino.
Aunque no es aún un requerimiento del mercado internacional, la huella de agua es una oportunidad para "generar ‘fidelización’, diferenciación y valor agregado a los productos", dijo a Tierramérica la jefa de comercio sustentable de la Dirección de Promoción de Exportaciones, Paola Conca.
"Comunicar la huella de agua podría ser un factor de competencia" para América Latina, y "Chile podría ser pionero en establecer metodologías", por el desarrollo de su mercado privado de agua, dijo a Tierramérica el director de desarrollo sostenible y asentamientos humanos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Joseluis Samaniego. Por su vocación a exportadora, Chile tomó la decisión de participar en el debate sobre huella de agua, y no esperar que la comunidad internacional imponga parámetros poco convenientes, dijo Acevedo.
Él cree que esos parámetros serán realidad en dos o tres años, como un sello de "agua sustentable", que asegure que el producto no proviene de cuencas estresadas.
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