Insistentes noticias llegadas de todos los distritos del país hacen saber que están sufriendo aguda sequía que afecta a la agricultura, mientras en otros se afirma que existe aguda escasez de agua para consumo humano, motivos por los cuales las poblaciones afectadas reclaman atención para satisfacer sus necesidades básicas y, en algunos casos, para solucionar los requerimientos de industrias de diversa naturaleza. Al mismo tiempo que se lamenta ese estado de cosas, en algunos distritos se anuncia carencia de alimentos, alza de precios, imposibilidad de realizar labores agrícolas normales y muerte de grandes cantidades de ganado vacuno. Dramáticas fotografías confirman esa situación.
En síntesis, se trata de que el país, en toda su extensión, está sufriendo una sequía como no se registró en muchos años, la misma que es acompañada de intensos calores y la sequedad total del ambiente. A ese problema se suman otros factores, como que los ríos del oriente no tienen suficiente caudal y, por tanto, no permiten la navegación y, agudizando la crisis climática, se produce la sequedad de manantiales y vertientes de los cuales se abastecían los agricultores para atender sus cultivos.
Esa prolongada sequía podría traer consigo otros flagelos, como la escasez de alimentos, el hambre y la hambruna que han sido muy frecuentes en la historia de Bolivia y que fueron de grandes consecuencias. Empeorando la presencia de ese flagelo, generalmente detrás de esos problemas se presentaron epidemias de gran magnitud que diezmaron poblaciones enteras, con el agravante de que cuando el país se encontraba en estado calamitoso, debido a la irresponsabilidad de algunos gobiernos, vecinos codiciosos invadieron su geografía y se apoderaron de grandes territorios con incalculables riquezas.
De no producirse precipitaciones pluviales de consideración, se podría adelantar que el país enfrentará una crisis de magnitud, más aún porque las autoridades encargadas de enfrentar y prever una situación de esa naturaleza, no han previsto el problema en su alarmante perspectiva y pareciera que se quedaron dormidas en sus laureles o bien dedicadas a atender asuntos secundarios, dejando los principales para las calendas griegas.
Esa realidad se agrava porque el país está sufriendo notables dificultades en el abastecimiento de sus mercados de consumo. En efecto, al presente existe escasez de verduras, café, maíz, arroz, azúcar, trigo, harinas, algunas frutas, carne, entre otros, además lo que todavía existe está subiendo de precio de manera poco menos que alarmante. Tan grave es esa situación que el Gobierno, con actitud desesperada, ha decidido importar grandes cantidades de alimentos y, al mismo tiempo, frenar las exportaciones, medidas que si bien constituyen alivio para el abastecimiento de los mercados, no significan, ni mucho menos, la solución del problema de la magnitud que se perfila.
No se trata de crear un estado de alarma o pánico con el panorama que se perfila, sino de tomar las previsiones del caso. Pero los antecedentes históricos de las numerosas crisis climáticas que enfrentó el país en anteriores oportunidades, como las sequías y hambrunas de los años 1830, 1879, 1904, 1982 y otras, constituyen antecedentes innegables que podrían repetirse inclusive con mayor gravedad y que merecen atención general. |
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