El disparador lo encendieron los mismos vecinos que habitan en los alrededores del vertedero municipal de Merlo. La acumulación de basura de todo tipo, a cielo abierto y sin tratamiento "seguramente se termina filtrando a la tierra hasta llegar a las napas", señaló Nahuel, un joven cuyo campo bordea el margen oeste del basural.
Ante esa inminente posibilidad de contaminación sumada a la falta de red de agua potable en la zona, la familia tomó un recaudo similar al realizado por el equipo técnico de San Luis Agua para construir las estaciones de bombeo: descartar la posibilidad de abastecerse de las abundantes napas superficiales para perforar las entrañas de la tierra lo más hondo que se pueda, para ganar en tranquilidad y pureza.
La familia de Nahuel costeó una perforación que alcanza los cien metros, sin estudios de por medio aunque con la certeza de que el agua extraída no correría el riesgo que presentan las napas superficiales, que aparecen a unos diez metros del suelo.
Tras un extensa investigación, el Gobierno de la Provincia debió emular esa medida pero fue más allá: "Cuando comenzaron los trabajos, en las primeras inspecciones nos ordenaron que por la proximidad del depósito de basura había que hacer una obra que garantice la inocuidad de las aguas. Tuvimos que hormigonar todo lo que es la primera napa y llegar a una profundidad de doscientos treinta metros, hasta el basalto. Una vez impermeabilizado resulta casi imposible que algún tipo de contaminación llegue tan abajo", explicó el ingeniero Daniel Kurban, de la empresa constructora Green que ejecutó las seis estaciones de bombeo en Merlo.Desde San Luis Agua, Gonzalo Flores afirmó que las tareas en cercanías del vertedero "llevaron a que la obra sea más compleja de lo habitual, marcando distancias entre los sectores donde podrían realizarse otros pozos y utilizando equipos especiales de perforación". Para esa labor fue convocada la firma cordobesa Pagliaro. Con una inversión de veintiséis millones de pesos, la provincia barrió cualquier posible inquietud sobre la pureza del agua y trazó particularidades, como el bombeo contrapendiente, hacia arriba, desde lo más hondo del acuífero Valle del Conlara, que engloba al norte de San Luis y sur de Córdoba.
"Fue una sorpresa porque encontramos agua de mejor calidad que la de Villavicencio (conocida marca de agua mineral envasada).
De todas maneras continuamos haciendo análisis periódicos, siempre con buenos resultados", añadió Kurban.Si bien las plantas de extracción están en marcha, la ciudad tiene atada buena parte de su abastecimiento a la llamada "agua de superficie" provista por los arroyos Piedra Blanca, El Tigre, Juan Pérez, El Molino y Cerro de Oro que componen la cuenca hídrica local con seis puntos de captación a lo largo de doce kilómetros sobre el faldeo serrano.
Ambientalistas y concejales ya plantearon la necesidad de preservar los cauces y aprovechar el líquido subterráneo, una medida que, de concretarse, podría desnudar la fragilidad de las napas más elevadas. |
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