Un niño corre, salta y salpica con agua a sus amigos en un río en lo más profundo de Angola. En la orilla, varias mujeres lavan ropa a la sombra de un frondoso árbol. Una piragua surca el río, y su ocupante escudriña las aguas, buscando peces.
Los ríos en Angola son muy caudalosos pero su agua no es apta para el consumo. Antes de que el programa "Agua para todos", respaldado por UNICEF, llegara aquí para construir una planta de tratamiento de agua, muchas personas de la zona murieron por haber bebido agua sucia, en especial los niños.
Agua potable y grandes mejores
La planta de purificación del agua de Kamikoto, cuyo exterior esta pintado de azul intenso, está ubicada a la vera del río. Se trata de una de las varias instalaciones similares que funcionan de manera experimental en diversos puntos de Angola y que suministran agua potable a buena parte de la población.
Antonio Manuel, que vive en Kamikoto, tira del cordel del generador eléctrico de la bomba de agua, poniendo así en marcha el equipo de extracción del agua del río, que comienza a circular por las tuberías y tanques. Manuel observa cuidadosamente las conexiones en busca de pérdidas o filtraciones debidas a obstrucciones en las tuberías, y luego pone en funcionamiento el equipo de purificación del agua. Éstas son las labores cotidianas de Manuel, que disfruta de la responsabilidad que se le ha encomendado.
"Las personas ya no caen enfermas", comenta Manuel. "Antes de la instalación de la planta, algunos habitantes purificaban el agua con cloro, pero no todos contaban con medios para hacerlo y el agua no tenía buen sabor".
Kamikoto fue fundada por el actual jefe de la aldea, Miguel Francisco, que se instaló aquí cuando los portugueses abandonaron la región en 1960. Desde entonces, Francisco también se ha desempeñado como coordinador de la zona, que depende del gobierno municipal de Cacuaco. A medida que la aldea, que comenzó con apenas dos viviendas, se fue convirtiendo en una comunidad con un considerable número de habitantes, un centro de salud y una escuela propia, la contaminación del agua adquirió mayor importancia y urgencia para sus habitantes.
Hasta que comenzó a funcionar la planta, eran frecuentes los casos de diarrea infantil, que es una de las enfermedades más mortíferas para los niños y niñas angoleños.
El agua abre el camino
Finalmente, Francisco decidió plantear el problema a las autoridades municipales de Cacuaco. Para entonces, recién comenzaba a implementarse en Angola el programa "Agua para todos", que recibe apoyo de UNICEF, y Kamikoto se sumó a la lista de aldeas en las que se construirían plantas de tratamiento del agua.
Varios habitantes de la localidad angoleña de Kamikoto llenan cubos de agua potable que transportarán a sus hogares en un camión.
Hoy, la planta de Kamikoto abastece diariamente de agua a unas 2.500 personas. Pese a que la planta fue instalada por UNICEF, es propiedad del Grupo de Agua e Saneamento, una agrupación compuesta por habitantes de la zona que funciona de manera coordinada con el gobierno municipal de Cacuaco. El Grupo de Agua e Saneamento se encarga también del mínimo mantenimiento que requieren las instalaciones, donde se filtra el agua del río y se le agrega la proporción de cloro necesaria para su desinfección.
La planta de tratamiento abastece de agua pura al centro de salud de Kamikoto y ha abierto el camino para otros cambios importantes en la vida de los habitantes de la aldea. El Jefe de la misma, por ejemplo, se propone que la comunidad cuente pronto con una escuela secundaria, ya que ahora los adolescentes que desean cursar estudios secundarios deben hacerlo en Cacuaco, y a veces en Luanda, la capital angoleña, que se encuentra a una hora de distancia en automóvil.
El salario que recibe Manuel por dar mantenimiento y hacer funcionar la maquinaria de la planta equivale a 64 dólares por mes, que le ayudan a pagar los gastos escolares y de vestimenta de sus hijos.
Un valioso recurso
Las mujeres han terminado de lavar la ropa a orillas del río. Un camión cargado de barriles de metal vacíos se acerca a la planta de purificar para llenarlo de agua. Manuel explica que el agua purificada hay que pagarla, porque si fuera gratuita, algunos habitantes la derrocharían.
En la aldea hay dos fuentes de agua. Ambas están cercadas para protegerlas de los animales y prevenir de esa manera la contaminación. Los habitantes pagan por cada cubo que llenan de agua y Miguel Francisco, el jefe de la aldea, tiene su propio grifo, con su correspondiente medidor. Y no porque sea el jefe, sino porque Francisco quiere pagar el agua que consume, como todos los demás.
El agua del río, en cambio, sigue siendo gratuita, y se la emplea para lavar la ropa, regar los jardines y huertos y abrevar al ganado. Finaliza la jornada y después de desactivar la planta de tratamiento de agua, Manuel descansa bajo un árbol. Cuando se le pregunta si llama con frecuencia a los técnicos para reparar las instalaciones, responde que no, que no es necesario, que aquí todo está en perfecto orden.
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