La OPS ha movilizado a los epidemiólogos y otros expertos de su oficina en Puerto Príncipe y de otros países para ayudar a las autoridades locales y nacionales a evaluar y tratar los casos, que marcan la primera vez que el cólera ha aparecido en la isla La Española, en la que se encuentran Haití y la República Dominicana.
La Organización está colaborando con los asociados, entre ellos los Centros para el Control de Enfermedades de los Estados Unidos, la Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos, la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCAH), Médicos Sin Fronteras y otras organizaciones no gubernamentales para combatir el brote.
El cólera es una infección intestinal aguda que causa diarrea y vómitos graves y conduce rápidamente a la deshidratación grave y la muerte. Es una enfermedad causada por la ingestión de alimentos o agua contaminados con la bacteria Vibrio cholerae. La mayoría de los casos pueden ser tratados con sales de rehidratación oral, aunque los más graves necesitan hospitalización para recibir líquidos por vía intravenosa y antibióticos apropiados. La meta del tratamiento es controlar la pérdida de líquidos causada por la diarrea y los vómitos.
"Con un buen manejo de casos, podemos evitar que las personas mueran, que quizás sólo <1% de los casos terminen en muerte. Sin embargo, en las zonas donde no hay ninguna buena manera de garantizar que los pacientes permanezcan adecuadamente hidratados, la tasa de mortalidad o razón de letalidad puede aumentar sustancialmente y acercarse al 50%. En último término, queremos prevenir el contagio al ejecutar medidas apropiadas de saneamiento y control del agua y, cuando ocurren casos, evitar que las personas mueran por deshidratación grave" explicó el doctor Jon Andrus, Director Adjunto de la OPS.
"Uno de los beneficios de la respuesta al terremoto es que la mayoría de las personas creen que los ciudadanos tienen mejor acceso a los servicios de salud. Este acceso deberá mejorarse aun más en las fases iniciales de este brote. Es probable que el brote continúe propagándose, pero con la prestación adecuada de servicios, la mortalidad puede mantenerse a niveles muy bajos. La movilización comunitaria y la educación con respecto al lavado de las manos y el agua potable serán fundamentales para la detener la transmisión. La alianza fuerte que existe debe contribuir considerablemente a lograr esa meta", dijo el doctor Andrus.
El 12 de enero del 2010, un potente terremoto de 7.0 de magnitud devastó Haití, causando una enorme pérdida de vidas, daños catastróficos a los edificios y un sufrimiento humano inimaginable. El Gobierno de Haití calcula que 220.000 personas perdieron la vida y más de 300.000 sufrieron traumatismos. El terremoto paralizó la infraestructura de Haití, destruyó ocho hospitales y dañó seriamente otros 22 en las tres zonas más afectadas. En las semanas y los meses tras el terremoto, más de 1,5 millones de haitianos desplazados se instalaron en asentamientos temporales en todo Puerto Príncipe y sus alrededores. Los asociados del grupo de acción sanitaria colaboraron en proyectos que abordaron las necesidades agudas de salud y las amenazas generalizadas asociadas con las condiciones de vida antihigiénicas y sobrepobladas. Los Centros para el Control de Enfermedades de los Estados Unidos, el Ministerio de Salud y la OPS/OMS establecieron un sistema de la vigilancia de las enfermedades usando los establecimientos de salud fijos y consultorios móviles, que ayudó a detectar estos casos.
La transmisión del cólera está estrechamente vinculada a una gestión inadecuada del entorno. Las zonas en riesgo más características son los barrios pobres urbanos, donde no se dispone de la infraestructura básica, así como los campamentos para las personas desplazadas o refugiadas, donde no se cumplen los requisitos mínimos de saneamiento y agua segura.
Las consecuencias de un desastre como el terremoto de Haití, como la interrupción de los sistemas de agua y saneamiento o el desplazamiento de la población a asentamientos inadecuados y abarrotados de gente, pueden aumentar el riesgo de transmisión del cólera si la bacteria está presente o se introduce de alguna manera. Las epidemias nunca surgen de los cadáveres.
En todo el mundo, cada año se registran de 3 a 5 millones de casos y 100.000 a 120.000 muertes debidas al cólera. El suministro de agua potable y el saneamiento es fundamental para reducir el impacto del cólera y otras enfermedades que se transmiten por el agua.
En el siglo XIX, el cólera se propagó en todo el mundo desde su reservorio original en el delta del Ganges en la India. Seis pandemias posteriores se cobraron la vida de millones de personas en todos los continentes. La pandemia actual (la séptima) comenzó en Asia meridional en 1961 y llegó al continente americano en 1991, propagándose rápidamente desde el Perú a otros 20 países. En su punto máximo en 1991, la pandemia en el continente americano afectó a unas 396.000 personas. En 1992 se notificaron 358.000 casos, en 1993 esta cifra descendió a 211.000 y los casos empezaron a disminuir como resultado de la concientización fuerte de salud pública y las medidas de higiene. No se han notificado muchos casos en la Región de las Américas desde el 2001.
El cólera sigue siendo una amenaza mundial y es uno de los indicadores clave del desarrollo social. A pesar de que la enfermedad ya no plantea una amenaza para los países que cuentan con normas mínimas de higiene, sigue siendo un reto para los países donde el acceso al agua potable y el saneamiento adecuado no pueden garantizarse. Casi todos los países en desarrollo se enfrentan con brotes de cólera o la amenaza de una epidemia de cólera.
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