Fresca. En las grandes ciudades, el agua de red que se bebe es sana e infinitamente más barata.
Hoy en día resulta natural comprar una botella de agua, producto que promete salud y pureza, valores opuestos a la contaminación del medio ambiente. Sin embargo, las cosas no siempre son lo que parecen.
Apenas 40 años atrás, la sola idea de embotellar agua para venderla, en lugar de tomarla de la canilla, era algo ridículo. No es algo disparatado: un litro de agua embotellada cuesta entre mil y mil quinientas veces más que un litro de agua de los servicios públicos.
Detrás de esta transformación hay una industia poderosísima que crece en forma astronómica a nivel planetario: de producir mil millones de litros en sus comienzos pasó a 84 mil millones en 2000 y 126 mil millones en 2002. Para 2012, según las previsiones de la consultora Zenith International, la industria del agua embotellada crecerá un 11% hasta 2012.
En los años 70, la venta de bebidas sin alcohol comenzó a estancarse. A gigantes como Nestlé, Coca-Cola y Pepsi se les ocurrió empezar a comercializar agua embotellada, algo difícil porque a la gente le resultaba extraño pagar por un recurso natural al que se podía acceder con sólo abrir la canilla. Entonces, las compañías apelaron a lo que mejor saben hacer: crear demanda.
Primero hicieron que la gente se sientiera insegura si no compraba el producto y, para esto, empezaron a asustarlos con el consumo de agua corriente. Después, crearon un aura de bienestar alrededor de las botellas de agua, con campañas publicitarias en las que cuerpos jóvenes y paisajes de montañas creaban la sensación de pureza. Cuarenta años más tarde, lo que empezó como una novedad se transformó en una necesidad.
Agua de la canilla embotellada. Uno de los aspectos que más contribuye a las ventas de agua embotellada es la sensación de que es más rica y sobre todo más saludable que la de la canilla. Si bien es cierto que en algunos casos puede ser más sabrosa y que en Chaco o Misiones el acceso al agua potable es mucho más difícil, en Buenos Aires y otras grandes ciudades esto es más una idea que una realidad. Consultados por PERFIL, desde AySA aseguran brindar un buen servicio de agua potable en el área que abarca Capital y 17 partidos del primer cordón del Conurbano: “El agua se extrae del Río de la Plata y es sometida a procesos de potabilización con estrictos controles de calidad durante todo su recorrido. Se trata de los controles en línea, los de laboratorio de planta, los de laboratorio central y finalmente los de la Red de Distribución. De esta manera, convertimos el agua cruda, que es como se encuentra en su estado natural, en agua potable. Además, existe el Ente Regulador de Agua y Saneamiento (ERAS) que fiscaliza la calidad del servicio y cuenta con una Defensoría cuya misión es representar los intereses y los derechos del usuario en cuestiones que pudieran afectarlo”.
Para Juan Carlos Villalonga, vocero de Greenpeace Argentina, “la idea de que el agua embotellada es mejor que la de red es un mito. Lo que se viene haciendo desde hace años es devaluar el agua de la canilla para después vender la embotellada. Hoy el agua de la canilla es exactamente la misma que la embotellada, pero si las cosas siguen así, en 15 años ya no va a ser tan buena”. Por su parte, Ricardo Natalichio, director de www.ecoportal.net, una página ambiental con más de 350 mil usuarios mensuales, señala: “El negocio del agua embotellada va en detrimento de las redes públicas. En cierto segmento son competidores y las embotelladoras generan con su aparato publicitario dudas con respecto a la potabilidad del agua de red. Es bueno aclarar que en muchos casos el agua embotellada es tomada de la red pública, es decir que se trata de la misma que sale de la canilla”.
Según Tony Clarke, un investigador canadiense, una cuarta parte del agua embotellada que se vende hoy en el planeta es tomada directamente de los grifos y luego procesada. “Las fábricas de refrescos en general toman agua del mismo sistema al que accede el público, le agregan un paquete de minerales y la llaman agua mineral”, explica. Según la Unesco, más de la mitad del líquido que se vende en botella en el planeta es purificado y no mineral, y para la Organización Mundial de la Salud (OMS) no hay pruebas convincentes que sustenten los efectos beneficiosos de las aguas minerales. Por su parte, las cartillas educativas publicadas en la Web del Instituto Nacional del Agua (INA) señalan: “Diversos estudios han indicado que muchos consumidores están siendo estafados debido a los gastos del agua embotellada y en algunos casos probablemente terminen bebiendo agua más sucia que la que pueden obtener de grifo”.
Según la Dirección Nacional de Alimentos, mientras el agua mineral natural es la que se obtiene de un yacimiento (manantial) o de un estrato acuífero (napa) mediante surgencia natural o perforación, el agua mineralizada artificialmente se elabora con agua de red urbana a la que se adicionan minerales de uso permitido. Al leer “letra chica” de las etiquetas de las empresas más importantes de agua se ve la frase “agua mineralizada artificialmente” en más de una marca.
El plástico, muy lejos de lo natural. Pese a las promesas de salud, durante la producción, la distribución, el consumo y la disposición de las botellas de agua se contamina el medio ambiente de manera constante. Para extraer el agua y fabricar las botellas, por ejemplo, en Estados Unidos se usan al año 17 millones de barriles de crudo, cantidad que podría abastecer a más de cien mil autos, y se generan 2,5 millones de toneladas de dióxido de carbono, sustancia que contribuye al calentamiento de la Tierra. Y todo esto sólo en el país del Norte.
El punto más controversial, sin embargo, es lo que pasa con los envases de plástico una vez vacíos. A nivel mundial, sólo el 20 por ciento de las botellas consumidas es reciclado. Esto hace que, según cálculos de la Earth Policy Institute (EPI), alrededor de 1.500 botellas de agua terminen en la basura por segundo. ¿Y a dónde van a parar? Al océano, debajo de la Tierra o a basurales en los que estarán entre 400 y mil años degradándose y contaminando el ecosistema. Como señala Natalichio: “La mayor parte del agua embotellada utiliza envases de Pet (tereftalato de polietileno), que en el mejor de los casos termina en los rellenos sanitarios. El Pet necesita de cientos de años para degradarse y su producción utiliza energía y mucha agua y genera contaminación en el transporte”.
Un caso que empieza a llamar la atención del mundo es el de la denominada “Mancha del Pacífico”, que comprende dos grandes islas de desperdicios ubicadas en la zona oceánica ubicada entre Estados Unidos, Canadá y Japón. Esta inmensa masa contiene alrededor de cien millones de toneladas de desperdicios y está compuesta 80% por plásticos y su tamaño triplica el tamaño de España. Los biólogos marinos y los estudiosos del océano afirman que limpiarla no es una opción, ya que mientras dure nuestra dependencia al plástico, la mancha se irá haciendo cada vez más grande.
Las botellas de agua no sólo perjudican el medio ambiente. Si se lee con atención una vez más las etiquetas de los envases que venden en la vía pública se notará que todas, sin excepción, exhiben la siguiente inscripción: “Consérvese en un lugar fresco y libre de olores, alejado de la luz solar”. Inclusive, en la etiqueta de una de las marcas líderes, se podrá leer: “Conservar el envase cerrado y en un lugar fresco cada vez que se utilice y, una vez abierto, consumir el producto dentro de los cinco días”. ¿Pero por qué será que debemos cuidar tanto un producto que parece ser tan sano? Porque expuestas al calor o a olores intensos, las botellas de plástico pueden generar un desarrollo anormal de microbios y químicos que, entre otras cosas, producen cáncer de seno u otras variantes. Si se guardó el agua en la heladera y no se expuso ni al calor ni a olores, de todas formas las botellas ya entraron en contacto con temperaturas altas tanto en los depósitos de almacenamiento como durante el traslado en camiones.
El oro azul. El 28 de julio, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó el Derecho Humano al Agua y Saneamiento. Esto significa que las naciones del mundo deben garantizar a sus ciudadanos el acceso a las cantidades básicas de agua para subsistir. Peter Gleich, coordinador del informe World’s Water 2004-2005 y uno de los mayores expertos en la materia, lo ve difícil: “Temo que la disponibilidad de agua envasada como alternativa al agua limpia y segura municipal frene las presiones internacionales para proporcionar agua segura a todos los seres humanos. El agua embotellada no debe dejar de ser una solución temporal y nunca debe sustituir al suministro público, porque quienes más problemas de acceso tienen se verán obligados a pagar precios inflados por un agua proporcionada por vendedores privados o empresas de agua envasada”.
Villalonga cree que en realidad se trata de un fenómeno que ya está sucediendo: “El discurso de que en un futuro las grandes potencias van a venir a robar nuestra agua es falso. El agua ya está privatizada. Hemos regalado nuestra agua a las grandes empresas y encima la compramos todos los días en botellitas de plástico. El agua ya se la llevaron y cada vez que compramos una botellita lo estamos aceptando”.
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