La reparación de una enorme tubería en la planta de tratamiento de aguas usadas más grande del País mantiene descargando al río Grande de Loíza millones de galones de residuos sanitarios, mientras enferman y amargan la vida a los vecinos del sector Pueblo Indio.
“Ya no se puede ni pescar... los peces están muertos”, dijo Flora Acevedo. “Yo tengo un niño que tiene asma y todos los días le tengo que dar terapia. El llevaba tres años sin problema”.
Los problemas de Acevedo no acaban ahí. Los cultos en su iglesia, la congregación Monte de Hebrón que ubica al lado del río Grande de Loíza, se han visto afectados por la peste y hay servicios en los que apenas se puede estar allí. Habló también de una vecina, que sólo identificó como Cira, que tiene a sus dos bebés hospitalizados porque, según Acevedo, los infantes han desarrollado ronchas en diversas partes del cuerpo a causa de la contaminación.
“Siempre ha habido peste, pero desde que comenzaron esos trabajos la peste es imposible. El agua se sale por los ‘manholes’ (huecos para acceder la alcantarilla), llegando al río de Loíza”, afirmó a su lado Joel Hernández.
Desde el viernes, la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados (AAA) lleva a cabo en la planta de Torrecillas trabajos de reparación de una enorme tubería de seis pies de diámetro -igual que la del Superacueducto- y de 105 pies de largo. Esta planta sirve a los municipios de Río Grande, Loíza, Canóvanas, Trujillo Alto y Carolina.
Un comunicado de prensa de la AAA del pasado viernes advertía de los trabajos y que “el sistema sanitario seguirá operando sin interrupción”.
La AAA estima que los trabajos culminarán en la tarde de hoy, un plazo que Jalfred Castro Maldonado, vecino del área, puso en duda.
“No creo, a eso le falta mucho”, sostuvo Castro Maldonado.
El individuo dijo que la comunidad se ha organizado para denunciar la peste con la que han vivido en los pasados meses desde que comenzaron las roturas. Agregó que hay vecinos enfermos y que han muerto animales y se han perdido plantas de calabaza cercanas al área del desborde.
Planta detenida
El ingeniero Roberto Maldonado, director auxiliar de cumplimiento de la región metro de la AAA, explicó que hace par de meses detectaron un pequeño salidero en la tubería. En diciembre se volvió a romper e instalaron una bomba aún más grande en una excavación mayor.
Explicó que en el ínterin se encargó la construcción del nuevo tubo -que por su tamaño hay que mandarlo a hacer- a la empresa Atlantic Pipe, en Juana Díaz. El tubo quedó listo la semana pasada y tras discutir con la Agencia federal de Protección Ambiental (EPA) se comenzó la reparación el viernes.
“El viernes se detuvo (la estación de bombas) de forma programada para reparación”, dijo Maldonado.
Agregó que como la tubería no está funcionando, las aguas sanitarias son lanzadas al río Grande de Loíza. Diariamente por la tubería pasan entre 12 a 18 millones de galones de residuos sanitarios.
Para minimizar el impacto del desbordamiento de las aguas usadas se lanzan enormes cantidades de un producto llamado hipoclorito de calcio, dijo Maldonado. Además, ayer en la tarde se abrieron las compuertas de la represa Carraízo para “echar a correr” agua limpia en el río Grande de Loíza.
EPA vigilante
Carl Soderberg, director de la EPA en Puerto Rico y el Caribe, dijo ayer que su personal fue notificado por la AAA y monitorean la situación de Canóvanas. Explicó que no se trata de una violación ambiental porque no es un descargue de la AAA en deliberada violación a la Ley federal de Aguas Limpias, sino algo consultado con ellos a raíz de “una emergencia” por la rotura.
Explicó que la buena noticia es que el desvío de residuos sanitarios ocurre lejos de las tomas para sacar agua potable, pero la mala es que pasa cerca de la costa y podría desembocar en el océano Atlántico |
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