En un día de cielo plomizo y sin alteración para el ritmo habitual de este pueblo de 20 mil habitantes, la mayoría de los vecinos de Magdalena le dijeron Sí a la oferta de 9,5 millones de dólares que la empresa Shell hizo al gobierno comunal. Fueron 2.210 votos (77%) contra 660 (23%) que cosechó el No. La consulta se hizo para refrendar el acuerdo por los daños ocasionados hace diez años cuando las costas ribereñas del distrito se bañaron de petróleo luego de un choque de barcos.
Sin evidente entusiasmo, 2.870 vecinos (de los 12.000 habilitados a votar en el padrón) se acercaron a las 28 mesas ubicadas en 10 colegios y en la sede municipal para cumplir con el trámite propuesto por las autoridades municipales: un plebiscito no vinculante para que la expresión popular defina la aceptación o el rechazo al ofrecimiento de la petrolera. Para el intendente Fernando Carballo, "lo que hay que resaltar es que todas las personas que fueron a votar lo hicieron por conciencia ciudadana, ni un solo auto del Estado se usó para ir a buscar a nadie".
La convocatoria no tuvo la dinámica de las elecciones tradicionales. En el pueblo no había carteles ni propaganda. Apenas algunas charlas en instituciones en las que se esgrimían los fundamentos a favor y en contra del resarcimiento.
"Fue una elección sin demasiado compromiso. Hubo poco acercamiento de los jóvenes y tampoco llegaron al cuarto oscuro los pobladores de localidades rurales como Bavio, Vieytes, Ardito y Vergara", admitió a Clarín la fiscal general del plebiscito, Martha Valli.
Con el acuerdo firme -todavía falta que la Justicia resuelva si homologa o no la oferta- quedaría terminado un litigio que acumuló 10 años de proceso. La consulta impulsada por el gobierno de Magdalena no tiene impacto en los juicios que mantienen abiertos poco más de 450 vecinos por los daños ocasionados por el derrame ocurrido a mediados de enero de 1999. El 15 de enero de ese año, un buque contratado por Shell (Estrella Pampeana) embistió a la nave Sea Paraná. El accidente provocó el vuelco de 5.300 metros cúbicos de petróleo, que tiñeron de negro unos 35 kilómetros de costa.
Cuando se produjo el derrame Ramiro Ledesma (20) era muy chico, pero ayer emitió su voto en apoyo a la propuesta por el Sí. "Es una buena oportunidad para mejorar el distrito con obras muy necesarias", aseguró a Clarín.
Para Cirilo Pedro Huntley (75) votar fue una cita obligada: "Siempre un mal arreglo es mejor que un juicio problemático e interminable". El jubilado explicó que la indemnización tendría que ser mucho mayor, aunque apoyó la oferta que hizo la empresa.
Sin militancia ni intervención activa de los partidos, a los habitantes de Magdalena sólo los motivó el deber cívico. Y la oportunidad de ser parte de una decisión que puede mejorar el presupuesto comunal. "Es un buen acuerdo y no me parece conveniente dilatar el tema en la Justicia, que puede extenderse por muchos años más", explicó Marisol Guido Bono (35) poco después del mediodía, cuando ya había votado y las calles empezaban a vaciarse para el almuerzo y la siesta de rigor. La mujer destacó además el tipo de consulta, "una forma democrática de escuchar la opinión del pueblo", dijo.
No todos coinciden con ese diagnóstico. "Me parece un monto irrisorio, mi opinión es que tendría que seguir el juicio hasta alcanzar una indemnización mejor", señaló María Cecila Lucero antes de abandonar la mesa 5010 ubicada en la oficina de Catastro comunal.
La consulta de ayer no cierra las grietas que abrió el accidente en pleno río. La Justicia deberá continuar las causas iniciadas por los particulares que perdieron bienes y salud después del derrame de hidrocarburos. Muchos lograron acordar indemnizaciones por varios miles de dólares, luego de comprobar esas pérdidas.
Ayer, en la plaza del pueblo no hubo casi festejos por el triunfo del Sí. Al caer la tarde, el cierre del comicio y el escrutinio coincidieron con la tradicional visita a la plaza, marca registrada de cada domingo pueblerino.
Una democracia con deudas
Oscar Finkelstein - ofinkelstein@clarin.com
La participación ciudadana en el plebiscito de ayer, si bien módica en cifras y no vinculante, tiene el enorme valor de la verdadera democracia, la que hace honor a su significado: gobierno del pueblo. Se podrá desconfiar de las intenciones por las que se convocó a la consulta -la palabra demagogia suena en el aire-, pero lo cierto es que no es una práctica frecuente. En la columna del debe hay que anotar el hecho de que el acuerdo extrajudicial no implica que la empresa reconozca su responsabilidad en el desastre, y que el monto parece exiguo, según se desprende del análisis de especialistas que se puede leer en la otra página.
El paisaje tras el derrame
"El petróleo llegó a cubrir hasta un metro de los troncos de estos sauces", recuerda Ulises Arce, ex junquero de las costas de Magdalena. María del Carmen Vives, que también espera una indemnización de Shell, apunta que antes del derrame reunía entre 30 y 40 cargas de juncos por día. "Ahora para juntar 30, de varas cortas y débiles, necesito 6 meses", afirma. Héctor González, empleado penitenciario, espera paciente el pique de un pejerrey en el murallón del río. "Saco algunos chiquitos, miden 10 ó 15 centímetros", comenta. "Pero son ricos". Antes sacaban ejemplares de hasta 50 centímetros.
Poco después del derrame, un cartel anunció a los turistas que llegaban a la costa de Magdalena que la zona había sido declarada "desastre ambiental y ecológico" (ley provincial 12.298 y decreto municipal 40/99). El cartel no está, tampoco hay otros que indiquen que está prohibido bañarse. Pero en el deteriorado camino a la costa, un cartel informa que los fines de semana la tarifa es de 8 pesos por persona.
Otros plebiscitos "verdes"
En 2003, los vecinos de Esquel dijeron "no" a una mina de oro que usaría cianuro. Enseguida las autoridades la prohibieron.
El gobernador de Misiones, Maurice Closs, dijo días atrás que debería hacerse un plebiscito sobre la represa Garabí, acordada entre la Argentina y Brasil.
En 2007 se suspendió un plebiscito en Tinogasta, Catamarca, por una mina de uranio. Lo mismo ocurrió en Calingasta, San Juan, por otros proyectos mineros .
En 2002, en la provincia de Santa Fe, 250 mil vecinos convocados por varias ONG votaron en un plebiscito simbólico la rescisión del contrato con Aguas Provinciales.
QUE DICEN LOS ESPECIALISTAS
Es difícil ponerle precio al daño ambiental
¿Cómo se cuantifica un daño ambiental? Especialistas consultados por Clarín no tienen una regla. Ramiro Sarandon, doctor en Ecología de la UNLP explica que "es necesario medir las secuelas inmediatas del derrame y las medidas destinadas a la reparación de agua, bosques y fauna; luego hay que analizar el daño ambiental sobre aves, peces y otros organismos vivos. Y contabilizar las pérdidas materiales o el lucro cesante de los habitantes de la región que tenían actividades productivas. Otras secuelas, como la afectación en napas freáticas, son más difíciles de medir".
"Es un cálculo que corresponde al proceso judicial. Pero la Justicia durante la mayor parte de estos años estuvo discutiendo la competencia. Y el acuerdo no genera antecedentes porque la petrolera no reconoce los hechos", dice el abogado Andrés Nápoli, de FARN.
Para el director del Laboratorio de Química Ambiental, Juan Carlos Colombo, una forma práctica es la comparación con episodios similares. "Se puede cotejar la cantidad de litros derramados en cada caso", señala. Por ejemplo, el juicio por el derrame registrado en Alaska, conocido como Exxon-Valdez se dirimió con el pago de US$2.100 millones. Allí se volcaron 42 mil metros cúbicos de crudo. En Magdalena fueron 5.300 metros cúbicos. En idénticas condiciones, al municipio bonaerense le hubieran correspondido US$260 millones.
En el accidente de 1992 en las costas de La Coruña, España, cayeron al mar 72 mil metros cúbicos de petróleo: se resolvió con US$360 millones. Así, Magdalena debería recibir US$26,5 millones.
"Es difícil cuantificar el daño", dice el geólogo Abel Schalamuk, investigador del CONICET, que monitoreó el impacto del derrame durante 2002 y 2003. Y advierte: "Muchas sustancias tóxicas permanecen aún en los suelos, provocando cambios en la flora y la fauna. Este es el peor desastre de este tipo en agua dulce del mundo".
Graciela Gioberchio y Fabián Debesa
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