Los incendios de campos en el sur de la provincia volvieron a ser noticia esta semana y alimentaron el fantasma del fuego en las áreas rurales, que el año pasado arrasó con miles de hectáreas del sur santafesino. Esta vez le tocó a Diego de Alvear, donde la sequía y la negligencia del hombre hicieron arder unas 200 hectáreas de la mano de otro problema que tiene a maltraer a muchas localidades: los basurales a cielo abierto y su permanente combustión.
El depósito de residuos se incendió muy cerca del radio urbano. El viento hizo que las chispas alcanzaran campos linderos, y produjeran un fuego que arrasó con unas 200 hectáreas con rastrojos de maíz y soja, y algunas áreas sembradas con trigo. Los pastos secos ayudaron al fuego a propagarse, hasta que alcanzó la banquina de la ruta Nº 14 y saltó al otro lado del camino.
El fuego puso en riesgo a tres familias que viven en esa zona rural, tambos y otras instalaciones agropecuarias, pero afortunadamente no llegó a los cascos. Raúl Melión, jefe de los Bomberos Voluntarios de San Gregorio, manifestó a este diario que por momentos estaban totalmente desbordados, aun trabajando dos autobombas, por lo que se debió recurrir a los bomberos de Juan Bautista Alberdi (Buenos Aires), a los equipos de depósitos de agua de la Comuna de Diego de Alvear, tanques de productores privados y a los contrafuegos que varios propietarios debieron hacer con sus equipos para evitar el avance de las llamas.
Si bien el incendio mayor fue el martes, cuando debió cortarse la ruta, se extendió a la jornada siguiente y obligó a bomberos y productores a estar alerta los días sucesivos. A las pérdidas materiales se añade la del suelo, mayormente sometido por años a la siembra directa, donde el fuego destruyó todos los nutrientes acumulados.
Vuelve el miedo. El incendio en Diego de Alvear encendió nuevamente a alarma sobre el peligro del fuego en los campos santafesinos. Es que hace poco menos de un año, para fines de agosto de 2008, una seguidilla de focos hizo estragos en muchos campos de la región al quemar en menos de 72 horas unas 6 mil hectáreas de campo en las zonas rurales de Elortondo, Chovet, Cañada del Ucle, Firmat, Melincué y Carreras, en la parte más sur de la bota santafesina, donde se encuentra justamente Diego de Alvear. También hubo incendios en Casilda, donde se quemaron 700 hectáreas, y en Arteaga, donde el fuego se extendió a lo largo de unos 3 kilómetros de banquinas. Cañada de Gómez, en tanto, reportaba 200 focos en distintas zonas durante el transcurso de ese año.
En aquella oportunidad, las llamas pusieron al límite a los bomberos de varias localidades y abrieron un alerta sobre cómo actuar. Tal cual lo consignó LaCapital en ese momento, la región se puso en alerta y debieron coordinarse acciones para prevenir nuevos focos. "Se recomendó a productores y vecinos que no prendan fuego porque se hace cada vez más difícil controlar los incendios de pastizales por la sequía", advertían entonces desde la Unidad Regional VIII de policía.
Los bomberos saben que muchos de estos incendios son intencionales o producto de la negligencia. Tal fue el caso de los voluntarios de Firmat, que el año pasado tuvieron que poner toda su estructura y su planta para atacar las llamas. Un problema grave para ellos, ya que la autobomba en condiciones de salir a combatir incendios rurales se rompe y necesitan adquirir otra.
En el medio del problema están la sequía, la siembra directa que funciona como una bomba de tiempo por el rastrojo que deja tras las cosechas, y la siempre presente mano dañina del hombre. Si bien el incendio de Diego de Alvear se controló y no comprometió a más hectáreas, en toda la zona miran con desconfianza ese suelo que parece ser un depósito de combustible a cielo abierto, no apto para negligentes.
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