El cuadro continúa siendo desolador: frío, seca y polvo, el clima parece haberse robado hasta las esperanzas. Pero aún no es así y la mala vida se hace costumbre, mala costumbre en toda nuestra historia. A lo largo de los años se repite en este Chaco Oeste, lejano y olvidado por las políticas de Estado, el agua potable desde siempre faltó, la situación siempre fue asfixiante, dependiendo casi exclusivamente de las lluvias por los aljibes y las napas de los pozos. Nunca hubo una política en serio para esta zona. Quizás ahora con el mentado acueducto de Loro Blanco cambie un poco la situación. Pero cuando los aljibes se secan aparecen los vendedores de agua, que oscilan entre los 40 pesos los 4000 litros y los 80 pesos los 9000 litros, es una costumbre comprar agua.
Los primeros meses de seca son tolerables; pero luego las napas bajan y la salinidad del agua es muy dura. Se bebe un agua desabrida.
Las 21 canillas de Sameep no dan abasto, tampoco el municipio que la pelea como puede con sus magros recursos. Y ya se nos hace mala costumbre beber agua salada, como dicen las mujeres que lavan ropa: “El agua es tan fea que corta el jabón”.
Por ahora todavía se puede beber aunque sea agua desabrida y salada en la zona. Quizás algún día contemos con agua potable.
Mientras tanto en la zona rural la situación es muy dura, falta agua para el ganado, los que cuentan con molinos y motores agotan sus pozos en el día y los pocos changuitos balderos no descansan. Los nuevos pobladores de los campos cercanos la pelean mejor ya que llevan agua en grandes tanques cisterna. Día a día la situación será aun más grave si no llueve de manera urgente en la zona rural. Los pobladores en estas latitudes de montes y distancias están acostumbrados a beber agua de pozo.
|
|
|