Año tras año la contaminación en el arroyo El Gato y en otros cursos de agua de la Región se ha venido agravando hasta límites que resultan intolerables para la salud pública y el medio ambiente, y constituyéndose en un riesgo cierto para la vida de miles de personas cuyas viviendas se encuentran en las cercanías de sus márgenes. Y semejante panorama no ha merecido respuestas de parte del Estado, a pesar, inclusive, de los reiterados reclamos de los pobladores afectados y de las advertencias formuladas por especialistas.
Vertederos naturales de materia fecal y de toda clase de residuos orgánicos y químicos, los arroyos son definidos hoy como cauces muertos por los que viajan toneladas de los peores desechos contaminantes que genera nuestra región y que desembocan finalmente en el río, a poca distancia de las grandes tomas que integran el sistema de distribución de agua potable de La Plata, Berisso y Ensenada.
Como se señaló en un extenso informe publicado en este diario, la contaminación de los arroyos se origina en sus propios nacimientos, en la zona de Melchor Romero, en donde se conoce que diariamente decenas de camiones atmosféricos vuelcan sus cargas. Más adelante, a medida que crecen los asentamientos poblacionales, se vuelcan en el curso los líquidos cloacales de cinco unidades penales, del Hospital de Romero y el barrio Ameb, sumándose luego desechos químicos procedentes de más de trescientas industrias químicas, petroquímicas, metalúrgicas y papeleras.
De acuerdo con un informe del Centro de Estudios Hidrológicos Ambientales de la facultad de Ingeniería de la UNLP, en El Gato se registra una elevada concentración del anión nitrato disuelto en la superficie; y una elevada presencia de hidrocarburos y detergentes. Otro estudio -en este caso realizado por un especialista de la facultad de Exactas- menciona por su parte la presencia de al menos doce elementos contaminantes: hidrocarburos totales, fosfatos, benceno y sulfuros, entre ellos.
Recientes estudios de tipo sanitario realizados sobre cuarenta chicos revelan, asimismo, que treinta de ellos sufren patologías asociadas al medio ambiente, la mayoría de ellos afectados por parásitos, asma, alergias y manchas en la piel.
Como se ha dicho, esta situación no es nueva. Estudios realizados por expertos universitarios décadas atrás ya habían detectado peligrosos elementos contaminantes en los arroyos de nuestra región. Pero además de los diagnósticos, se formularon también numerosas propuestas, entre ellas la ejecución de algunas obras esenciales y la realización de estrictas fiscalizaciones, tanto para impedir los vertidos como para constatar que los distintos establecimientos cuentan con filtros y plantas de tratamiento. Sin embargo, en nada de esto se avanzó.
Los organismos provinciales y municipales con incumbencia en la materia tienen la palabra. Lo que está en juego es nada menos que la salud de la población y la calidad del medio ambiente. No hay argumentos, entonces, para mantener postergado este tema de la agenda de prioridades. |
|
|