Las muy escasas lluvias caídas en varios distritos del sudoeste bonaerense desde principios de año han colocado en gravísima situación a los productores rurales de esa zona, afectados por una sequía persistente y necesitados, por consiguiente, de apoyos financieros que les permitan superar esta emergencia.
En tal sentido, resultan encomiables las gestiones que se realizan ante Nación por parte de las autoridades de la Provincia, tendientes a obtener un subsidio que sirva para atender los casos más urgentes que son los que se están presentando en los partidos de Adolfo Alsina, Carmen de Patagones, Monte Hermoso, General La Madrid, Tornquist, Laprida y Coronel Suárez, entre otros. Pero no puede dejar de observarse que, por un lado, esos auxilios ya deberían estar instrumentados, dado que la problemática de la sequía lleva largos meses de vigencia; y por otro, que la situación es tan grave y reiterada en el tiempo que requiere la implementación de políticas que la atiendan más allá de auxilios coyunturales.
Es cierto que, además de sufrir la sequía, los productores rurales se encuentran incluidos en la aguda crisis que atraviesa todo el campo, en un año en el que se pronostican graves pérdidas para la producción agropecuaria global y en el marco del prolongado conflicto con el gobierno nacional. Pero los productores bonaerenses afectados por este fenómeno climático necesitan asistencia específica y urgente.
Ya hace meses se hablaba en esta columna sobre las graves implicancias que la sequía aparejaba para los productores del centro y sur de nuestra Provincia, acosados entonces por un fenómeno climático que se extendía desde largos meses atrás. Y también en esa época, se habían elevado voces que advertían sobre una obligada y drástica disminución de la siembra, especialmente la de cebada y trigo.
No resulta ocioso enfatizar acerca de la importancia que tiene, tanto para la economía general del país como para la vida misma de cada una de las regiones, la producción agropecuaria. De modo que resulta sobradamente justificado que se dispongan medidas de apoyo a quienes, por circunstancias que no pueden controlar, ven a sus establecimientos y a su actividad amenazados por tantas desventuras y penurias.
Es cierto también que, a principios de este año, el gobierno nacional decretó la emergencia agropecuaria, que le ofrecería a los productores la posibilidad de diferir el pago de algunos impuestos. Sin embargo, esa medida tardó en pasar del plano reclamativo al de los hechos concretos, de modo que muchos productores carecerían también de ese alivio.
En otro orden, se habló siempre en esta columna de que la Provincia debiera encarar una política capaz de superar los efectos de la alternancia entre sequías e inundaciones, tal como lo postuló a fines del siglo XIX el sabio Florentino Ameghino, habilitándose lugares -grandes reservorios- en donde pueda guardarse el agua que sobra en algunas épocas para convertirla en riego, mediante canalizaciones secundarias, cuando llegan los tiempos de sequía.
Al margen de avalar las gestiones ahora encaradas para obtener subsidios compensatorios para los más afectados, queda claro que mientras no se apliquen políticas y medidas de fondo, los productores agropecuarios -que actúan en el área más rentable para la Argentina- seguirán sometidos a los cambiantes caprichos de los climas, en una situación que podría resultar explicable en épocas pretéritas pero no ahora, cuando el progreso científico y la adquisición de tecnologías permiten de sobra apuntalar la aplicación de metodologías superadoras de los ciclos climáticos. |
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