Sergio Rondinara, profesor ambientalista en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, aseveró hace dos años: “En el planeta, sólo 1°C más de temperatura, provocará derretimiento de glaciares, lo cual amenazaría las fuentes de agua potable para decenas de millones de personas. También provocaría el regreso expansivo de enfermedades”.
En lo manifestado por este especialista faltó decir que aparecerían otras novedades por el calentamiento global: el nacimiento de nuevas enfermedades como la influenza A-H1-N1 con su elevado e inédito grado de contagio, sumándose otros peligros. Esta influenza A que confirmó el contagio desde un animal infectado al hombre se ha constatado también a la inversa últimamente, pues se ha producido -en dos casos- el contagio desde el hombre hacia porcinos sanos.
Y las novedades continúan al aparecer personas con gripe A sin desarrollar fiebre, lo que ampliaría exponencialmente el espectro estadístico para la determinación porcentual de personas infectadas en el país.
Sería dable pensar que el virus, por ser hasta ahora desconocido, podría seguir develando potencialidades ocultas, hoy desconocidas. Ante este panorama, el acentuar -sin entrar en pánico- el alerta con las medidas de prevención dadas por médicos especialistas en infectología es la mejor fuente informativa de alertas para la protección de la población.
O sea, el cambio climático nos enfrenta a novedades multitemáticas, pero una de ellas en especial, como la espada de Damocles, pendería sobre Mendoza.
Asociando lo afirmado por Rondinara, con la información del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) sobre aceleración del incremento térmico global, sería oportuno mirar -con incertidumbre- nuestra cordillera de los Andes y sus glaciares.
Es que ellos alimentan nuestros oasis que le ganaron terrenos al inhóspito desierto y también simbolizan progreso económico porque vitalizan los campos sembrados y posibilitan en nuestras ciudades que corra el líquido elemento en sus acequias, alimentando el frondoso “toldo verde” protectivo en los veranos y en invierno con su follaje leve y funcional, para filtrar la llegada cálida del sol; todo un ejemplo de inteligente “ciudad bosque”.
En síntesis, transitamos una crisis antropológica en lo climático; es más, algunos científicos anticipan que nuestro período histórico en la Tierra podría ser llamado “Era del Antropoceno” por ser el hombre causante del cambio climático (desde la Revolución Industrial de fines del siglo XIX y quizá hasta centurias futuras, donde concluirían -esperemos- las consecuencias de dicho daño climático.
Por todo esto, debemos reconsiderar nuestro comportamiento y redefinir el concepto de desarrollo con el ingreso de los principios sustentables en nuestra vida. Puesto que, según vaticinios científicos, de proseguir la contaminación al mismo ritmo, en 20 años alcanzaremos la fatídica subida térmica de 2° C o más.
Visto localmente, pareciera poco, pero nos equivocamos pues su incidencia a escala global acarrearía consecuencias mayores a las peores ya conocidas. Y aquí es donde aparece la pregunta del millón: ¿Qué pasaría en una Mendoza sin agua?
Localmente, para los políticos que administran y custodian los destinos e intereses de la provincia será todo un desafío cultural, como también para nosotros, los pedestres ciudadanos del llano. Todos deberemos sumar ideas de avanzada para ir hacia la aplicación urgente de una planificación sustentable y responsable como salvaguarda de nuestro destino inmediato y futuro, teniendo por centro reconocer la importancia estratégica que poseen hoy nuestras decisiones basadas en las ciencias ambientales.
Cabe entonces preguntarnos hasta qué año se escudriña hoy el futuro mendocino respecto del agua. O sus repercusiones en lo económico, social, cultural pero sobre todo en medianas y grandes obras públicas que suponen inmensos esfuerzos de inversiones económico-financieras
-que pagamos todos- como lo son las redes de canales, diques o embalses con rendimientos calculados para 100 o más años. ¿Serán útiles a futuro o dejarán de tener sentido por las expectativas anunciadas?
Jorge López de Medina
Arquitecto
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