Desde mi llegada a San Juan, a fines de los '40, vengo escuchando historias sobre el río Jáchal, la fuerte contaminación que lo caracteriza, inhabilitándolo tanto para consumo humano como para la gran mayoría de los cultivos tradicionales de ésta región del Norte provincial.
Este tema de tanta importancia para los esforzados agricultores jachalleros, viene siendo estudiado desde aquella época, por parte de investigadores de gran prestigio como fueron los doctores Augusto Tapia, Hugo Rovira y Luis Tomaghelli, ya que desde el punto de vista geológico y químico constituía (y aún constituye), un fenómeno digno de especial atención.
Tengo el honor y la enorme satisfacción de haber conocido y considerarme amigo de aquellos estudiosos que jerarquizaron la Geología argentina y la cátedra en nuestra Facultad de Ingeniería.
Rovira y Tomaghelli fueron mis profesores de Química Analítica, Cualitativa uno y Cuantitativa el otro. Dos caballeros que además de conocer a fondo sus temas eran amigos del estudiantado, sinceros y sin asomo alguno de demagogia.
Volviendo a nuestro problema hídrico, el río Jáchal obtiene su caudal de dos afluentes principales que llegan desde lo más profundo de la cordillera: el río Blanco, cuyas nacientes se encuentran parte en la provincia de La Rioja, casi en su límite con Catamarca (ríos Salado y del Camerito) y parte en San Juan. Pero cruzando La Rioja en una amplia curva (río Blanco y del Macho Muerto) y el río de La Palca, que trae el agua del Valle del Cura, de Las Taguas y de La Sal.
En la década del '60, me tocó recorrer la cordillera iglesiana en diversas campañas de las cuales la más importante, estaba destinada a definir las bases para el primer relevamiento aerofotogramétrico en alta cordillera que se realizara en el país. Recuerdo que una de las principales recomendaciones de los baqueanos y arrieros era que, de ninguna manera, permitiéramos a nuestras mulas beber el agua del río Blanco, so pena de quedamos de a pie al descomponerse el sistema gástrico de la tropa y quedar inhabilitada para llevar carga alguna.
Por su parte, el río de la Palca, que en sus tramos finales antes de encontrarse con el Blanco corre por un cañón de una belleza impresionante, además de traer las aguas de los ríos de Las Taguas y de la Sal, cuyo nombre nos exime de mayores comentarios, integra su caudal con los ríos del Valle del Cura y el Frío, que pasan sobre varios yacimientos de sulfates semejantes a los muy conocidos de Calingasta y la Alumbrera, lo cual determina un cierto nivel de contaminación bastante menos grave que el anterior, pero que también algo suma.
Todas estas viejas experiencias personales las traigo a cuenta en vista de las llamativas historias que hoy intentan hacemos creer algunos grupos que, aún cuando sabemos que tienen intenciones honestas, se equivocan notoriamente sobre las características del río Jáchal
Leyendo un trabajo del doctor Hugo G. Bosque, de reconocida actuación en Jáchal como juez y co-fundador de diversas instituciones deportivas, encuentro resumidos aquellos informes resultantes de las campañas de mi profesor y amigos Hugo Rovira y Augusto Tapia de 1943-44 y 1946 respectivamente. En los tres casos las conclusiones fueron las mismas: la contaminación llega desde el Norte, de áreas cordilleranas totalmente extrañas al territorio sanjuanino, desde tiempos geológicos muchas veces milenarios y sin intervención de actividad minera alguna (ni cualquier otra humana).
Es absurdo y rayano en lo ridículo, que hoy se esté desarrollando una campaña sistemática denigrando la minería, verdadero puntal de la economía sanjuanina como ya lo puntualizara con claridad meridiana Domingo Faustino Sarmiento, y particularmente, invocando para ello el perjuicio sufrido por los agricultores jachalleros por la contaminación de su principal río. Los medulosos informes de los profesionales mencionados dan mucha más tela para seguir cortando, por lo que continuaremos al respecto. |
|
|