A comienzos del Siglo XX ya se percibía que el agua era un elemento más valioso que el petróleo, sobre todo donde no existía, como era el caso del desértico norte chileno, antiguo territorio costero de Atacama-Bolivia.
La falta de agua generó escenarios como el del río Lauca, de importante caudal, con aguas de curso sucesivo, por tanto compartidas por Chile y Bolivia de acuerdo con el Derecho Internacional, actualmente utilizadas por el país vecino para atender las necesidades de los pobladores del valle de Azapa.
El mayor testimonio de la urgencia por agua fue la negociación de 1949-1950, cuando los gobiernos de Gabriel Gonzales Videla y Mamerto Urriolagoitia sondearon la posibilidad de que Chile resuelva la mediterraneidad de Bolivia otorgándole un corredor soberano contiguo a Arica, a cambio de agua boliviana para humedecer el reseco suelo norteño. “Agua dulce por agua salada”, bautizaron a tal negociación.
El hermetismo que exigía aquel intento fue quebrado por el entusiasmo del presidente Gonzales Videla y también por su colega Harry Truman, presidente de los Estados Unidos, quien abrigaba la esperanza de construir una obra grandiosa para fines pacíficos. Ambos revelaron que proyectaban llevar aguas del Titicaca remontando los Andes hasta el desierto de Atacama, aspecto que nunca había sido abordado con las autoridades bolivianas. Perú impugnó esa posibilidad porque esas aguas eran de condominio boliviano-peruano.
Pero la idea de utilizarlas para volver al mar, nos obsesionó a lo largo de varias décadas en las que apoyados en la ciencia y no en la política, hicimos posible el Estudio Hidrometeorológico del Lago, más tarde la creación de las Subcomisiones Mixtas Boliviana-Peruanas para la Integración del Titicaca y al final el establecimiento de la Autoridad Binacional del Lago Titicaca.
Con el apoyo de Naciones Unidas, organismos internacionales y países amigos, se realizaron tareas científicas sustentadas en la más moderna tecnología, permitiendo establecer que el lago es el rector atmosférico de la región altiplánica. La masa lacustre y los ríos que vierten su caudal al Titicaca se evaporan en un 90%, quedando sólo el 10% para mantener el volumen del lago, que se evacua por el río Desaguadero, ingresando a territorio boliviano y humedeciendo las áreas colindantes.
Si se trasvasaran esas aguas para fines de agricultura o generación de energía eléctrica, se cometería un suicidio ecológico convirtiendo al Titicaca en un desierto. Una experiencia similar sucedió con el lago Aral en el Asia, cuya masa hídrica fue utilizada entre los años 50 al 70 por la URSS para promover el desarrollo agrícola de esa región, ocasionando una catástrofe medioambiental que ya nunca se pudo revertir.
Gracias a la ciencia y a la fraternidad boliviano-peruana, los dos Estados acordaron la protección del Lago Sagrado y la conservación de sus aguas. Se estableció que el 87% de la masa lacustre proviene de ríos tributarios peruanos y sólo el 13% de ríos bolivianos y, pese a ello, Perú accedió a que el control de las aguas esté en Bolivia, reguladas éstas por la represa que se construyó en el Desaguadero, revitalizando al río del mismo nombre y al lago Poopó.
En los años que presidí la Corporación Andina de Fomento (CAF), como entidad financiera se buscó promover la interconexión física entre las naciones fronterizas como paso esencial para la integración regional, con base en una combinación exitosa de ingeniería financiera, ciencia y tecnología. La CAF financió tramos importantes en el tema de las aguas del Titicaca.
Esto demuestra que la ciencia es un árbitro competente para encontrar soluciones a problemas contraversos. Con la experiencia ganada en el tema del Titicaca, ahora que las relaciones entre Bolivia y Chile pasan por un buen momento, sus gobiernos podrían optar por una solución científica al tema de la propiedad y uso de las aguas del manantial Silala.
Estudios ya realizados a lo largo de varios años y admitidos en principio, los diferentes bofedales que conforman el Silala se generan en territorio boliviano. Más allá de establecer soberanías, lo que interesa también es determinar el caudal de esas aguas mediante investigaciones geológicas, geomorfológicos, e hidrológicas, así como su origen y volumen, su reposición -si la hubiere- y las posibilidades de su aprovechamiento en el tiempo, de modo que su uso racional sirva a Bolivia y eventualmente a ambos países.
Lo que requiere el Silala es que la ciencia y la tecnología le garanticen una condición permanente en el tiempo, más allá de las expresiones emotivas, las apelaciones a la historia o el efímero enfrentamiento político. Acudir a la ciencia, que es permanente, y no a la eventualidad política, parece lo más sensato.
Lo importante es asegurarle a la región que integra a Chile, Perú y Bolivia la seguridad, fraternidad y armonía que anhelan sus pueblos. Resolver las diferencias del pasado, avanzar juntos por encima de las diferencias, mirar al futuro como verdaderos hermanos.
Y si la ciencia es más competente que la diplomacia y la política para tales propósitos, démosle la bienvenida.
El Ing. Julio Sanjinés Goytia fue Presidente de la Corporación Andina de Fomento (1975-1981), Presidente de la Autoridad Binacional del Lago Titicaca (1982-1988) y fue Presidente del Directorio de EL DIARIO. |
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