La cantidad de empresas que comienza a cuantificar la huella de carbono de sus productos está en constante ascenso. Sin embargo, en Argentina, hasta el momento, no se conocían casos locales que dieran cuenta de los impactos ambientales concretos, asociados a un producto específico. Para romper esta tendencia, Danone Aguas decidió dar el primer paso. Y no sólo se animó a dimensionar las emisiones de los seis gases de efecto invernadero, vinculados al ciclo de vida de sus aguas minerales, sino que también cuantificó el consumo de agua asociado a sus productos, lo que se conoce como la huella del agua.
En este caso, el motor no fue difundir los datos de los impactos ambientales en las etiquetas, sino contar con información concreta que permitiera establecer metas precisas de reducción. Fue así como el año pasado comenzó a nivel global el desarrollo de la herramienta de medición, de la mano de Price, que luego fue adaptándose a cada país. Hasta el momento, ya se lograron cuantificar estos dos impactos ambientales para la unidad de negocios de Aguas, que en Argentina incluye las líneas Villa del Sur y Villavicencio. Para fines de este año se sumarán también los cálculos de las huellas para las aguas saborizadas.
Derribando mitos
Para obtener las cifras concretas se procesó información de lo más variada. Desde los datos del packaging y de la composición del producto, así como información relacionada con el proceso de manufactura, tal como el consumo de energía y la eficiencia de procesos. Tampoco faltaron los datos relacionados con el transporte de los insumos desde las plantas de los proveedores hasta la fábrica de Danone, así como desde las plantas de Danone hasta el consumidor.
Y si bien muchos de los resultados habían sido anticipados por los expertos de Danone, no por eso faltaron las sorpresas. “Nunca nos hubiéramos imaginado que el packaging iba a tener un impacto tan alto en materia de emisiones de carbono”, reconoció Martín Deferrari, director de Calidad y Medio Ambiente de Aguas Danone. Este factor concentró, promediando los distintos envases, el 49,4% de las emisiones de la huella de carbono, superando a las otras categorías contempladas como la producción (24%), la logística (23,6%), el punto de venta (7%) y el final del ciclo de vida (-4%).
En materia de logística, por ejemplo, todo hacía pensar que la huella de carbono de las aguas Villavicencio, cuya planta está localizada en Mendoza, sería más alta que la de las aguas de Villa del Sur, con epicentro en Chascomús. Sin embargo, no hubo grandes diferencias, debido a que el 30% de la producción mendocina viaja hacia Buenos Aires en tren, medio de transporte que tiene un menor impacto ambiental que el de los clásicos camiones. “Tenemos que empezar a hacer el ejercicio de balancear los requisitos del negocio con las exigencias de los stakeholders, como el medio ambiente. Pero no es sencillo. El traslado en tren, por ejemplo, tarda entre cuatro y cinco días, lo que puede generar problema de abastecimiento”, detalla Deferrari.
Más allá de la procedencia de las aguas, también se registraron diferencias a nivel formato. “El más eficiente es siempre el más grande. En nuestro caso, el bidón de seis litros es el más eficiente, mientras que el menos eficiente es el envase de medio litro”, precisó Jimena Sánchez, coordinadora de Medio Ambiente y Carbon Master (responsable de la implementación de la Carbon Footprint). Así por ejemplo, la huella de carbono del agua Villavicencio sin gas de 2 litros es de 180 gramos de CO2 por litro de producto, mientras que la huella de Villa del Sur sin gas de dos litros y un cuarto es de 170 gramos también por litro.
Otros mitos también quedaron al descubierto. Si bien se tiende a pensar que es más eficiente el vidrio, no se suelen tener en cuenta los impactos ambientales del propio reciclaje. Un ejemplo son las emisiones que genera el transporte para llevar y retirar los envases reciclados. Si se considera todo esto, las diferencias terminan acortándose.
Si de estrategias de reducción se trata, las líneas de trabajo son varias. En materia de packaging, gran parte del trabajo se centra en la reducción de la cantidad de plástico, aunque el límite está dado por cuidar la calidad y performance del envase. En los últimos años, el peso ya se redujo en un 5%.
La optimización de la logística, aumentando el porcentaje de producto distribuido vía ferrocarril, es otras de las alternativas. Lo mismo que la mejora de la gestión de inventarios y la implementación de acciones tendientes a aumentar la tasa de reciclado del PET, un tema que en Argentina aun no tiene un gran desarrollo.
El peso de la matriz energética
Comparar la huella entre países no es tan sencillo. “Está relacionadas con la matriz energética de cada país y eso suele marcar grandes diferencias. En Europa, por ejemplo, se usa energía nuclear y en Argentina está altamente vinculada al petróleo”, aclara Sánchez.
De todos modos, algunas diferencias se pueden marcar. En Europa, las emisiones asociadas a la etapa de producción son más bajas por el uso de energías alternativas. El transporte también genera menos nivel de CO2, ya que las distancias son más cortas y la disponibilidad y el uso del ferrocarril es mayor. A esto se suma un ciclo de vida o reciclaje con menor impacto ambiental por el uso de PET reciclado apto para estar en contacto con los alimentos, un material que acá no está disponible.
El peso de las categorías se comportó de una manera totalmente distinta para la huella del agua. En este caso, la producción concentró el mayor consumo (78%), seguida por logística (15%) y packaging (10%). El final del ciclo de vida (-3%) también fue en este caso negativo, al producirse un ahorro de recursos que se contabiliza como un descuento para la huella hidráulica. Se considera el consumo total de agua incluido en todo el ciclo de vida del producto, sin importar su origen. Para una botella de agua Villavicencio sin gas de 2 litros, por ejemplo, el consumo de agua involucrado en todo el ciclo de vida es de 1.3 litros, por litro de agua mineral. Y para una botella de Villa del Sur sin gas de dos litros y un cuarto la huella del agua asciende a 1.4 litros, por litro de producto envasado.
Por el momento el consumidor no conocerá ninguna de estas cifras. “Por ahora se trata de medir y tener más solvencia, antes de salir a hablar con el consumidor”, resumió Deferrari. “El consumidor local está empezando a tomar conciencia del cambio climático. En general, todavía no está capacitado para leer una etiqueta con estos datos”, coincidió Sánchez.
Sin embargo, que el tema va a seguir dando que hablar nadie lo duda. Y este caso, incluido en la última recopilación que realiza el CEADS, podría ser sólo el puntapié que dispare el cálculo de la huella de carbono de productos de lo más variados. “Creo que esto va a ser imitado. En Europa, el Grupo Danone no está solo y hay otras compañías con procesos similares. Es una cuestión de tiempo para que pase lo mismo acá”, concluyó el directivo.
Bonus con sello verde
El nivel de emisiones de gases asociados al efecto invernadero y el volumen del consumo de agua son criterios que están integrado en el cálculo del bonus de los gerentes de Danone Aguas.
Estos datos están incluidos en el tercio del bonus que contempla indicadores sociales y ambientales, y que se completa con otro tercio de indicadores económicos y un tercio restante que depende del desempeño personal. Al poner estos criterios ambientales en la compensación, la alineación con estos objetivos se reducción resulta más sencilla. |
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