Frente al crítico panorama generado por los problemas de suministro de agua a través del sistema Cutzamala, un experto en aprovechamiento de lluvia pide acogerse, como en el mundo prehispánico, a la generosidad de Tláloc para paliar la sed del Valle de México.
Ante el bajo nivel de las presas que abastecen la mencionada red hidráulica y los elevados costos económicos para canalizar sus aguas hacia la zona metropolitana (que en el DF tendrán una redución diaria de 30%), Manuel Anaya Garduño, del Colegio de Posgraduados, propone una salida: instalar en zonas urbanas o sus alrededores dispositivos de captación de flujo pluvial.
Desde hace décadas, en muchas zonas rurales del país se usan sistemas rudimentarios de este tipo para atrapar agua de lluvia y almacenar escurrimientos.
Así que el investigador plantea una alternativa tecnológica para hacer más eficiente el proceso y llevarlo a ciudades como México y sus inmediaciones, donde podría aprovecharse para cubrir, al menos en parte, la demanda de agua (potable o no) en hogares, unidades multifamiliares e incluso plazas y comercios.
“Hay zonas industriales y centros comerciales que llegan a tener hasta 10 mil metros cuadrados de techo y la lluvia que cae en ellos se va a la calle o al drenaje; ése es un error, porque podrían aprovecharse millones de metros cúbicos de esa agua”, comenta Anaya.
Abasto permanente
El sistema colector -que Anaya instaló en pueblos mazahuas y purépechas del estado de México y Michoacán- comprende una red de tubería que conduce el agua de lluvia de los techos hacia una cisterna recubierta con una mebrana de PVC. Esto se complementa con diversos dispositivos para depurar el agua.
El experto en suelos cree que si bien no puede generalizarse este sistema en la zona metropolitana, si unas 100 mil familias lo aprovecharan tendrían el beneficio de ahorrarse el costo del agua, una vez recuperada su inversión inicial (unos 40 mil pesos con cisterna). Además, podría reducirse hasta en una quinta parte el volumen del compuesto traído a través del Cutzamala, que hoy es de unos 16 mil litros por segundo.
“Este sistema puede proporcionar de 200 a 400 litros de agua por familia al día. La cisterna ‘aguanta’ con esa cantidad para siete u ocho meses durante la temporada de sequía, de modo que nunca faltaría el líquido”, explica el fundador del Centro Internacional de Demostración y Capacitación en Aprovechamiento de Agua de Lluvia (Cidecall).
Según Antonina Galván, ingeniera hidróloga de la Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa, quien también ha desarrollado tecnología de captación pluvial, 85% de este flujo en el Valle de México se va al drenaje.
Esa agua desperdiciada no sólo es relativamente fácil de captar, sino también menos “dura” que la de pozos, pues contiene pocas sales minerales de calcio y magnesio. Pero en la ciudad existen contaminantes suspendidos en el aire que pueden ser llevados por el flujo pluvial.
Ante ello, Anaya aclara que es preferible dejar pasar varias precipitaciones hasta que “el cielo esté limpio” antes de conectar el sistema, que durante la época de sequía puede desmontarse para su mantenimiento. De cualquier modo, hay componentes de filtración y purificación que complementan al dispositivo.
“Aunque el agua no se potabilizara serviría para el sanitario, lavar autos o regar el jardín; esto ahorraría muchísimo, hasta 20% del consumo total”, agrega.
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