Intransitabilidad de calles de tierra que se vieron inundadas en Los Hornos, San Carlos, Villa Elvira, el Paligüe, Villa Garibaldi o Melchor Romero; árboles, transformadores y postes de luz caídos por el viento, con los subsiguientes cortes de luz; voladuras de techos en barrios humildes; zanjas y algunos sistemas de desagües obstruidos. Otra vez la ciudad se mostró seriamente afectada y frágil frente a la tormenta que se abatió sobre la Región entre el jueves y el sábado pasados.
El problema no es nuevo y responde, básicamente, a décadas de desinversión en materia de servicios de infraestructura y a falta de mantenimiento del arbolado público.
El cuadro no alcanzó en esta oportunidad la gravedad que registró en tantas otras oportunidades, aún cuando estuvo a punto de volverse crítico por momentos y en determinadas zonas. Acaso los cortes de luz, por la demora en el restablecimiento del servicio, fueron los que mayores reclamos causaron en algunos vecindarios.
Lluvia y viento fueron los factores que incidieron para generar estos y otros trastornos durante más de dos días. Ninguno de los dos alcanzó excesiva intensidad, pero alcanzaron para demostrar, una vez más, la extrema fragilidad que exhibe nuestra ciudad frente a fenómenos meteorológicos que, se supone, debieran estar previstos y por consiguiente no deberían tener tanta incidencia.
No se ha seguido, tampoco, una suerte de plan maestro para la oportunidad de las obras públicas, privilegiándose siempre el pavimentado de calles sin que esos trabajos se hubieran visto precedidos, como corresponde, por el previo tenido de redes de desagües y de otros servicios. Ello obligó en determinados sectores, a realizar costosas obras hidráulicas en la zona céntrica, que compensaran las falencias registradas en la periferia.
La infraestructura del sistema eléctrico exhibe obsolescencias de todas sus líneas y postes. Un viento de mediana intensidad crea aquí y allá focos potenciales de peligro, por la cantidad importante de cables que se cortan o de postes o plataformas que se derriban.
Como aquí se ha dicho hasta el hartazgo, es un problema que afecta gravemente a la Ciudad y que exige mayores esfuerzos. Se han hecho obras, es cierto, pero evidentemente hacen falta otros trabajos porque los servicios de infraestructura muestran ostensibles debilidades.
No puede ser que cada vez que cae una lluvia de mediana intensidad La Plata se convierta en una ciudad en emergencia. Por eso debe reiterarse la necesidad de asignarle a esta problemática una atención prioritaria. |
|
|