El 41 por ciento de la superficie terrestre está clasificado como tierra seca, y una de cada tres personas vive en zonas secas. Por ello, los ecosistemas en esos sectores son ámbitos de especies en peligro de extinción, como la planta de aloe vera, elefantes y gatos salvajes.
La desertificación, la degradación del suelo y la sequía amenazan con poner en riesgo la seguridad humana, lo que se ve incrementado en el escenario de cambio climático actual, que según la ONU podría condenar a casi la mitad de la población mundial a vivir en áreas con estrés hídrico en el año 2030.
Entre 50 y 700 millones de personas podrían verse obligadas a migrar por estas mismas causas en los próximos 40 años, según diversos estudios.
En 1990, sólo el 15 por ciento de los ecosistemas de zonas secas estaba degradado y en 2005 un adicional de 25 por ciento fue degradado por la desertificación.
En vista de la importancia de los problemas relacionados con la desertificación, nació en 1994 la Convención de Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación (Cnuld), que entró en vigor en 1996.
Entre hoy y el 2 de octubre la Convención celebrará en Buenos Aires el noveno período de sesiones de la Conferencia de las Partes, el órgano supremo de adopción de decisiones, con la participación de más de dos mil personas, incluyendo delegados de 191 países, agencias de la ONU, organizaciones intergubernamentales y no gubernamentales, y expertos.
?“Hace casi dos años, se estableció en un encuentro en Madrid la base para esta reunión, cuando las partes adoptaron un plan estratégico decenal para la implementación de la Convención (2008- 2018) o la Estrategia”, indicó el secretario ejecutivo de la Cnuld, Luc Gnacadja. “Se espera que la COP 9 complete el trabajo que permita la cooperación en la implementación de La Estrategia”, añadió.
Según los expertos, alrededor de un 41 por ciento de la superficie terrestre es seca y desde 1990 el proceso de degradación se ha acelerado.
Una de las novedades de esta reunión es la celebración de la primera Conferencia Científica de la Cnuld, en la que expertos especializados analizarán y elaborarán recomendaciones para evitar que continúe el proceso de degradación del suelo y se pueda llevar a cabo una gestión sostenible de la tierra, con el fin de combatir con mayor efectividad la desertificación en las áreas afectadas.
El continente más afectado por la desertificación es Africa, pero en América latina y el Caribe, un cuarto de su superficie están cubiertas por desiertos y zonas áridas.
En América del Sur, un desierto se extiende desde el Pacífico en el sur de Ecuador, pasando por la costa peruana hasta el norte chileno. En el interior del continente, a entre 3.000 y 4.500 metros de altitud, el altiplano andino abarca el occidente de Bolivia, el norte de Chile, el sur del Perú y el noroeste del territorio argentino.
Costosa adaptación al cambio climático
“Invertir en la adaptación al cambio climático no es caridad, es una de las más urgentes necesidades”, advirtió el secretario ejecutivo de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación, Luc Gnacadja.
“El desafío mundial es preservar los bosques, usar mejor las tierras productivas e invertir en recuperar los suelos degradados”, declaró Gnacadja. El funcionario llamó a tomar en serio la ecuación “preservar la tierra y el agua es preservar nuestro futuro común”. No se puede volver el reloj atrás y “todos se deben adaptar”.
??“El combate contra la desertificación se basa en mejorar la vida de las poblaciones afectadas, mejorar las condiciones de los ecosistemas, generar un beneficio global y movilizar recursos de manera eficiente para implementar el plan de lucha”, indicó.
Para frenar el proceso de cambio climático se necesita tanto reducir las emisiones de gases de efecto invernadero como absorber el carbono, en lo que los suelos tienen un peso importante. “El carbono en el aire es contaminante, pero es un commodity (recurso) en la tierra”, aseguró.
Gnacadja instó en ese sentido a buscar un uso más efectivo y eficaz de las tierras, para garantizar la seguridad alimenticia, combatir la pobreza y evitar conflictos. “No necesitamos una agricultura intensiva sino un conocimiento intensivo de la agricultura”, señaló.
Y remarcó: “El desafío no sólo es a nivel global sino el combate de la desertificación a nivel comunitario”.
Los bosques no se podrán recuperar
El titular de la Fundación para la Defensa del Ambiente (Funam), el biólogo Raúl Montenegro, advirtió que los incendios dejan marcas que perduran por décadas y en algunos casos resultan “irrecuperables en tiempos humanos”.
Los incendios registrados en los últimos dos meses en Córdoba afectaron a la sexta parte de la superficie actual de los bosques cordobeses.
Entre agosto y septiembre de 2009 se quemaron más de cien mil hectáreas de ambiente nativo “¿Cómo puede esperarse que las sierras se recuperen si continúan los incendios y los desmontes?. Ya no queda margen” para que el fuego siga arrasando con los bosques, manifestó Montenegro.
Para el titular del Funam “cada incendio es una tragedia ambiental y un duro golpe a las maltrechas cuencas hídricas de la provincia. No sólo tenemos menos resistencia ambiental y más erosión, sino que la materia orgánica, el fósforo y el nitrógeno de las áreas incendiadas llegan a los ríos y los lagos”.
“Un bosque, además de árboles, reptiles, aves y mamíferos, contiene un complejo entramado de seres vivos”, añadió. Precisó que en un metro cuadrado de suelo y hasta los 30 centímetros de profundidad pueden vivir unos 1.500 millones de protozoarios (microorganismos), 120 millones de nematodos (gusanos), 440 mil colémbolos (insectos), 400 mil ácaros, tres mil ciempiés y milpiés, 500 hormigas, y muchas poblaciones de organismos. “Sin la vegetación nativa y con biodiversidad afectada, el ambiente deja de fabricar suelo”, afirmó Montenegro y precisó que “en ambientes tropicales y templados se requiere de 220 a 1.100 años para regenerar 25 milímetros de suelo. “El fuego impide el retorno de materia orgánica al suelo, favorece la erosión y lo compacta, formándose una impermeabilización que impide que el suelo absorba el agua de lluvia y las crecientes de los ríos se vuelvan cada vez más violentas”, advirtió.
|
|
|