Cambio climático, inseguridad alimentaria, migración, pobreza y conflictos. En la actualidad, parece que no pasa un solo día sin que alguna noticia informe sobre estos temas de gran importancia en la actual política internacional. La pregunta que se plantea en la mayoría de estos informes es la de cómo abordar cada problema. Desde mi punto de vista, esta pregunta es parte del problema. ¿Por qué?
Del mismo modo que la red humana estos problemas están interrelacionados. Lo que significa que cuando se trata cada problema independientemente solamente se es parcialmente eficaz.
Al menos así es como se ve el mundo desde mi posición como Secretario Ejecutivo de la Convención de Naciones Unidas de Lucha Contra la Desertificación (UNCCD). Mi mandato propone apoyar a países como China y Mali que cargan con el flagelo de la desertificación; Nepal y Argentina que se ven seriamente afectados por la degradación de las tierras y Etiopía y la India que sufren de sequías. La membresía universal de la Convención con sus 193 países incluye también el escuchar las inquietudes de los países miembros de la Convención, a los cuales emigran sus habitantes por razones económicas y climáticas.
En otras palabras, esto significa entender por qué los emigrantes se embarcarían en tan arriesgada misión que no les garantiza una llegada segura ni un regreso a salvo, y comprender también cómo los conflictos de las comunidades relativos al agua terminan transformándose en guerras civiles. Es necesario investigar como la inanición y la malnutrición emergen entre los países que solían autoabastecerse de alimentos, y por qué países que un año atrás tenían sobreproducción, se encontraron un escalón mas abajo en la escala de la seguridad alimenticia al año siguiente.
He descubierto una amenaza común cuando tratamos las cuestiones relacionadas con la gestión del agua y de la tierra, particularmente en aquellas sociedades que dependen económicamente de la tierra. Consideremos, por ejemplo, la zona seca del planeta que se extiende desde America Latina y el Caribe a lo largo del Sahel hacia el cuerno oriental de África a través del Mar Rojo en Afganistán y Pakistán, que representan las regiones con una mayor tendencia a los conflictos violentos en el mundo.
Como contrapartida, los problemas de migración forzada, la sequía, la emisión de gases de efecto invernadero y la pobreza se reducen cuando quienes trabajan las tierras reconocen el impacto de su acción en el agua, la tierra y la emisión de carbono. A éste enfoque se lo conoce como gestión sostenible de la tierra.
Ha llegado la hora de tratar la cuestión de la gestión sostenible de la tierra. Permítanme explicarles el porqué.
Un arma de doble filo
Sabemos que las actividades basadas en la tierra, específicamente la agricultura, la deforestación y degradación de la tierra son las mayores fuentes de producción de gases de efecto invernadero. A modo ilustrativo, casi una de cada tres emisiones de dióxido de carbono liberado a la atmósfera proviene del uso de la tierra. Sin embargo, tres meses antes de que la agenda de la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero sea sellada, solo la deforestación ha entrado en el debate político.
Los negociadores aseguran que las medidas necesarias para evaluar el secuestro de carbono mediante la rehabilitación y los cambios en las prácticas agrícolas no están lo suficientemente desarrolladas para alcanzar un acuerdo significativo a tiempo. En realidad, los obstáculos políticos juegan un papel todavía más importante.
Existe cierta resistencia por parte de los grandes grupos de interés agrícolas para cambiar el modo del uso de la tierra. Los gobiernos reafirman rápidamente sus derechos de soberanía sobre los recursos forestales cuando surge el tema. Otros son cautelosos a la hora de comprometerse en asuntos que implicarían una pesada carga y penalización sobre los pobres que se ganan la vida en estas tierras degradadas.
De todos modos no está en cuestión el hecho de que necesitamos reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, comenzando por las fuentes primarias. Tampoco está en duda que adoptando prácticas más sostenibles del uso de la tierra tendría un efecto positivo en los esfuerzos globales para tratar el cambio climático. A pesar de todo, para los gobiernos y la opinión pública en general, el asunto de las tierras es el quid de la cuestión. Esto es lo que hace que la Cumbre sobre Cambio Climático que comienza esta semana en Nueva York sea crítica. Es un signo de la necesidad para un liderazgo más responsable.
El uso de las tierras tiene un impacto en el cambio climático, pero por otro lado, el cambio climático tiene un efecto negativo en las tierras. En el año 2007, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático informó con un alto nivel de precisión, que el cambio climático llevará a una gran e intensa sequía en áreas propensas a este problema. También predijo que las sequías emergerían en nuevas zonas, especialmente en las zonas tropicales más calurosas.
Estas previsiones ya son evidentes. Críticas fuentes de agua, como el Lago Chad en África se están secando y los niveles de agua de los principales ríos como el Eufrates, el Tigris y el río Nilo han caído por debajo de lo que la población local está acostumbrada, comparado con períodos similares en el pasado. Son también recurrentes largas e intensas sequías en tierras degradadas en algunas partes de África del sur así como Norteamérica, Australia y el sur de Europa, donde los incendios forestales han causado grandes desastres.
De nuevo, los expertos nos indican que estos efectos relacionados con la sequía pueden ser minimizados a través de la gestión sostenible de tierras. Las inversiones para mejorar y asegurar a largo plazo la disponibilidad de agua combinado con esfuerzos para mejorar la calidad de la tierra tienen recompensas inmediatas y abundantes. A corto plazo, el impacto de condiciones climáticas extremas puede ser reducido y la posibilidad de fertilidad aumentada.
La idea es imponerse desde un punto de vista económico considerando los altos costos que supone recuperarse a la sequía. Por ejemplo, las sequías de 1990 y 1999 le costaron a España 4.5 billones y 3.2 billones de dólares respectivamente. La sequía en China de 1984 le costó al país cerca de 14 billones de dólares, representando el mayor gasto registrado por una sequía hasta la fecha. En esencia, una intervención a tiempo a través del uso sostenible de las tierras puede mitigar los efectos de la sequía y consecuentemente sus efectos relacionados.
El quid de la cuestión y algo más
Hay otros dos grandes beneficios que la comunidad internacional puede obtener del uso sostenible de la tierra.
Aunque los datos se encuentran aún incompletos, algunos estudios muestran que gran parte de las migraciones internas desde las zonas rurales a la ciudad, como también migraciones al exterior están relacionadas con la desertificación, la degradación de la tierra y las sequías. A modo de ejemplo, entre 400.000 y 700.000 personas migran desde las zonas secas de Méjico a ciudades de los Estados Unidos cada año.
Esto significa que si el problema de raíz, la degradación de la tierra, se trata antes de que las comunidades locales se desesperen los factores que fuerzan la migración podrían reducirse al mínimo. Esto podría convertirse en una solución a largo plazo si la gestión sostenible de la tierra se diseña de modo tal que los productores puedan obtener una ganancia digna por su trabajo. Sucesivamente, esto permitiría a los hogares, comunidades y gobiernos alcanzar la seguridad alimentaria.
En la actualidad, uno de los principales factores que inducen a la acción sobre el cambio climático está inducido por nociones tales como la desaparición de los osos polares y otras formas de diversidad biológica así como sus efectos en las generaciones futuras y la posibilidad de conflictos. De todos modos, hoy la cara humana del cambio climático se refleja en la subsistencia de las poblaciones en las zonas secas.
Para muchos países en desarrollo hasta el 60 por ciento de su población depende de la tierra para su subsistencia. Por consiguiente la gestión sostenible de la tierra y el agua así como la rehabilitación de la tierra no son solamente esfuerzos para la adaptación. También constituyen uno de los modos más relevantes y apropiados de mitigación al cambio climático a nivel nacional. En este sentido, para muchos países en desarrollo la gestión sostenible de la tierra es una vía necesaria tanto para generar crecimiento económico sostenible como para aliviar la pobreza.
Por último, el manejo sostenible de la tierra además de llevar consigo una baja emisión de carbono, es una vía para absorber el exceso de carbono, especialmente si el objetivo son las tierras degradadas. Los científicos aconsejan que el proceso que conlleva a la rehabilitación de las tierras casi siempre implica aumentar el contenido de carbono orgánico en la tierra. Consiguientemente, las tierras degradadas que no se encuentran en áreas excesivamente secas son el blanco ideal. Como la fertilidad en la tierra se mejora a través del uso sostenible de las tierras, los productores estarían ayudando a reducir el nivel de carbono en la atmósfera. En efecto, la gestión sostenible de la tierra se convierte en otra vía natural para el secuestro del carbono en el suelo.
La pobreza es el mayor obstáculo para la propagación del uso sostenible de la tierra en áreas que poseen las mas grandes posibilidades de éxito. Por ejemplo, algunos gobiernos no pueden pagar los costos del sistema de extensión necesario para la recapacitación de los productores. Adicionalmente, en los países desarrollados, el costo de cambiar de un sistema a otro puede desanimar a los productores agrícolas.
Ambos desafíos apuntan a la necesidad de rediseñar las políticas a nivel nacional con incentivos que persuadan a los productores a pensar y a actuar de modo diferente. Por supuesto los gobiernos tendrían que finalizar y hacer cumplir las reglas de comercio con el fin de reforzar ésta transición.
Promoción del uso sostenible de la tierra y el agua
Si bien las discusiones acerca de la substancia son racionales, la pregunta es si ha llegado o no el momento a nivel político de continuar con el asunto del uso sostenible de la tierra. Efectivamente ha llegado.
Reconociendo este desafío, la Cumbre de los ocho países mas industrializados (G-8) que tubo lugar en L’Aquila, Italia, en julio del 2009 se comprometió a promover la gestión sostenible de la tierra para tratar tanto el cambio climático como la desertificación y degradación de la tierra.
Al mismo tiempo, los gobiernos de África, expresaron un gran interés y compromiso para abrirse paso en la revolución verde en su agricultura. Este compromiso es encomiable. Este es el momento para que África no solo gestione la agricultura comercial sino también para que se asegure un cambio en un sistema que produzca emisiones bajas de carbono para así este gran avance sea equiparable a la demanda del consumidor. Por otro lado, la comunidad global necesita recompensar a las comunidades locales y agricultores por su contribución en la reducción de emisión de gases de efecto invernadero.
Los países desarrollados que están preocupados con la migración pueden apoyar este tipo de iniciativas puesto que sirven a sus intereses nacionales y son aceptables moralmente. También necesitan apoyar la réplica de aquellos casos que han tenido éxito y las mejores prácticas que han surgido de iniciativas para la lucha contra la desertificación y la degradación de la tierra.
La convergencia política y el fuerte ímpetu político son necesarios para mejorar la cooperación y promover la gestión sostenible de la tierra en la agenda política global. Por esta razón, ministros y otros representantes gubernamentales de alto nivel trataran estos temas durante el segmento de alto nivel el 28 y 29 de septiembre de 2009 en Buenos Aires, Argentina, durante la novena sesión de la Conferencia de las Partes a la Convención de Lucha Contra la Desertificación, prevista del 21 de septiembre al 2 de octubre de 2009.
Espero que este compromiso tenga importancia política por lo menos en dos frentes. Primero, que los ministros lancen un fuerte mensaje para reflejar la gestión sostenible de la tierra en los resultados de la reunión sobre cambio climático que tendrá lugar en Copenhague en diciembre. Y segundo que emerja un fuerte compromiso para asociaciones que lideren la movilización de recursos necesarios para la aplicación de la estrategia.
La historia nos ha enseñado multitud de lecciones pero una que aparece constantemente es que el valor de la tierra no tiene edad, independientemente de nuestro progreso. En un mundo “carbono neutral” la gestión sostenible de la tierra será indispensable y son aquellos que madrugan los que cosecharán sus beneficios.
Luc Gnacadja es el Secretario Ejecutivo de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha Contra la Desertificación.
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