El Comité de Ciencia y Tecnología es uno de los segmentos destacados de esta COP9 ya que el tema prioritario del Comité radica en la evaluación y vigilancia biofísica y socioeconómica de la desertificación y la degradación de las tierras, para apoyar la adopción de decisiones en la ordenación de tierras y aguas.
El Comité, del que participan 17 científicos argentinos, y que coordinan tareas en distintas ecoregiones del país, contempla actividades en tres grupos de trabajo. Los mismos refieren a métodos integrados para la vigilancia, procesos y factores indirectos de degradación de las tierras. La vigilancia y evaluación de la rehabilitación de tierras es otro de los aspectos considerados así como su vigilancia y evaluación en procesos de desertificación y la degradación. Este último eje incluye los factores económicos y sociales indirectos y gestión de los conocimientos.
Al respecto, la investigadora mendocina Elena María Abraham, directora de CONICET–IADIZA, se refirió a la dinámica de trabajo en las reuniones donde habrá “discusiones de documentos generados por la comunidad científica internacional que giran en torno a la evaluación y monitoreo de la desertificación”.
Por su parte, Laura Corso, coordinadora técnica de argentina ante el Comité de Ciencia y Técnica, sostuvo que “nos interesa un acercamiento entre la política de la Convención y la ciencia, articular el comité científico con el órgano político de la convención. Definir los indicadores para medir y poder tener información comparable con otros países: mostrar aspectos biofísicos y socioeconómicos”.
Elena Abraham junto a Corso integra el Proyecto LADA (Degradación de Tierras en Zonas Áridas), que lleva adelante la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación junto a unto Universidades y distintos centros de investigación del país. Además de la evaluación y monitoreo a nivel nacional y local, se trabajan desarrollando distintas estrategias en sitios piloto: Puna, Catamarca, Mendoza y Patagonia.
Según Abraham las actividades se orientan a desarrollos productivos que sean sustentables “que no afecten la capacidad del sistema y la calidad de vida de los habitantes”. Además, explicó que una de esas experiencias piloto se realiza en la ciudad de Lavalle, en la provincia de Mendoza. En este sentido, indicó que se plantea un modelo alternativo de desarrollo de zonas áridas para demostrarle a los tomadores de decisiones que el desierto puede ser productivo y competitivo”.
En estas tierras, luego de conocer los usos y condiciones del suelo, se definen las estrategias más adecuadas a la situación actual y a sus pobladores. “Se está trabajando a través de cooperativas, promoviendo la revegetación de los campos degradados y la introducción de alternativas productivas”, indicó Abraham.
Respecto a la problemática a nivel mundial y su relación con el cambio climático, la especialista explicó la imposibilidad de identificar donde empieza el proceso de cambio climático y donde empieza el de desertificación. “Están absolutamente interrelacionados, ambos son procesos globales” subrayó al tiempo que consideró que “el problema con la desertificación es lo que llamamos el cáncer de la tierra”.
En simples palabras son procesos “no espectaculares como el del cambio climático global”. Los científicos acuerdan que los síntomas son percibidos lentamente, pero cuando se manifiestan es demasiado tarde. Afectan a territorios que “nosotros llamamos ´espacios invisibles´ porque hay poca gente y producción; tierras lejanas a los centros de toma de decisiones”, detalló Abraham.
Fuente: Prensa - Secretaría de Ambiente de la Nación
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