De suma importancia resulta ser la denominada 9na cumbre de la Convención de las Naciones Unidas contra la Desertificación, que se inició en la ciudad de Buenos Aires destinada a estudiar e impulsar fórmulas para evitar la creciente degradación de las tierras secas.
Una de las primeras conclusiones, muy preocupante por cierto, dejó establecido que la Argentina y Nepal son países que se encuentran muy afectados por la calidad de sus tierras. En este sentido, el secretario de Ambiente de la Nación advirtió que la conocida expresión "Argentina, granero del mundo", no resulta en realidad representativa, ya que ella no refleja al sexto país en el mundo en superficie de zonas áridas, semiáridas y secas.
Cabe señalar que este encuentro de especialistas y representantes de numerosos países firmantes del convenio se desarrolla a pocas semanas de que se inicien la Conferencia Forestal Mundial y luego, en Copenhague, la cumbre mundial sobre cambio climático, de modo que se instó a los participantes a procurar que, finalmente, puedan unificarse y sumarse los planes que puedan proyectarse sobre desertificación, biodiversidad y calentamiento global, por la interrelación de sus efectos.
En realidad, si hubiera que buscar una síntesis elocuente de lo que ya se analizó en la cumbre que se realiza en nuestro país, bastaría con transcribir el testimonio del secretario ejecutivo de la convención: "Las tierras secas son las más conflictivas del mundo". Esto significa, por caso, que en ellas no existe seguridad alimentaria y, por consiguiente, lo que termina fomentándose es la migración de poblaciones.
En el caso de nuestra provincia, la desertificación se está haciendo sentir con crudeza en tierras de Puán, Villarino, Villalonga, Stroeder y Carmen de Patagones, por la extrema sequía que castiga a la zona desde hace mas de cuatro años y que se agravó durante los últimos dos años. Esto hace que el fantasma de la desocupación ronde sobre el trabajador rural, esfumándose el trabajo colonizador de miles de familias.
Sabido es que en nuestro país, a raíz de distintos procesos y grados de erosión de los suelos, el proceso de desertificación avanza a razón de 560 mil hectáreas por año, lo que se traduce por lo pronto en pérdidas económicas y sociales de enorme magnitud, especialmente en un país de características agrícola-ganaderas como lo es la Argentina.
La desertificación constituye, sin dudas, un gravísimo problema que las autoridades de nuestro país, tanto nacionales como provinciales y municipales, debieran reconocer y, desde luego, enfrentar. No se carece de planes de acción ya experimentados, que pese a sus limitados campos de aplicación han demostrado ser valiosos para detener una progresiva degradación del suelo, cuyo efecto se traduce no sólo en generar cuantiosas pérdidas económicas sino en proyectar hacia el futuro una amenaza cierta para la calidad de vida de las generaciones venideras. |
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