Si lo que en los últimos meses vivió Córdoba no es un anticipo del cambio climático planetario que se anuncia, se le parece bastante. La característica central que apuntan los científicos de lo que irá variando por el aumento de la temperatura global es la ocurrencia de eventos extremos. Sequías en algunos lados e inundaciones por fuertes lluvias en otros, o ambos fenómenos en diferentes tiempos pero en la misma región. Esto último es lo que Córdoba está viviendo.
Mientras unos recordarán que siempre hubo sequías y que no son tan extrañas las inundaciones ante grandes lluvias, otros plantean que, de todos modos, es un escenario ante el cual cada región del mundo debe prepararse, porque será cada vez más frecuente.
Los especialistas en cambio climático plantean la necesidad de trabajar desde ya en dos planos paralelos para, al menos, minimizar sus efectos: mitigación (para reducir la contaminación que lo genera) y adaptación (para adecuar la infraestructura de cada ciudad o región y preservar los valores ambientales que queden).
Córdoba no podrá sentarse a esperar que los problemas la sequen o la inunden y sólo echar las culpas –aunque se tenga razón– a un planeta que se calienta.
Córdoba debe mitigar y, sobre todo, adaptarse: planificar los crecimientos urbanos y los modos de uso del suelo para agricultura con criterios más sustentable; cubrir sierras y costas de ríos con más vegetación; crear infraestructura para contener desagües rurales y urbanos, entre otras medidas.
Lo que no se podrá decir es que nadie avisó. El planeta está mandando carta documento.