Al calor de varios días seguidos con temperaturas superiores a los treinta grados, la emergencia hídrica decretada en agosto pasado, a raíz de la sequía, comenzó a golpear a miles de habitantes de Bahía Blanca.
En varios sectores del macrocentro de la ciudad, como los barrios Universitario, Napostá y Pacífico, donde la escasez se venía notando desde finales de 2009, el agua falta durante gran parte del día. "Sólo tenemos un poco a la noche y al levantarnos a la mañana no alcanza ni para llenar el lavarropas" dijo Adriana, una vecina que vive a sólo ocho cuadras del centro bahiense. Su departamento de dos ambientes está ubicado en una de las zonas más complicadas de asistir: allí el agua de red llega por gravedad y en cuentagotas. Para equilibrar la frágil provisión, la empresa ABSA comenzó a cortarle el servicio a los otros sectores donde el líquido llega por bombeo.
"Tenemos que hacerlo para poder recuperar nuestras reservas y realizar un reparto más equitativo" justificó a Clarín el gerente regional Jorge Olaizola. Como pauta de que la crisis hídrica va quemando etapas, ABSA comenzará con el reemplazo de los camiones aguateros, que ocupan una decena de esquinas de la ciudad y que reparten once horas al día, por una veintena de cisternas fijas de donde los pobladores podrán retirar agua en cualquier momento.
"La situación es dramática y será peor a fines de enero cuando comiencen a regresar los estudiantes de la zona", alertó Oscar Buratovich, que vive en pleno corazón del barrio Universitario, hoy vacío por el receso estudiantil. Para ese momento, se espera que entren en funcionamiento los nuevos pozos de agua subterránea que ABSA está habilitando al noreste de la ciudad. La alternativa se ideó para complementar el aporte menguado del dique Paso de las Piedras, única fuente de provisión de los 400.000 habitantes que viven en Bahía Blanca y en Punta Alta.
Las lluvias de finales de 2009 mejoraron el nivel de la presa, pero no lo suficiente como para incrementar el caudal a la par del aumento en un 30% del consumo durante el verano. Las fuertes lluvias suben la cota del embalse pero generan turbidez en el agua que la planta potabilizadora no da abasto a eliminar, por lo que la crisis no sólo es de provisión, sino también de distribución.
"En dos meses, nos podemos quedar sin agua", admite la propia ABSA desde un aviso publicitario en el que insta a un consumo racional por parte de vecinos y empresas. Las compañías del polo petroquímico, que aseguran estar al límite mínimo de su demanda, firmaron ayer un acuerdo con el municipio para financiar la construcción de un acueducto que permitirá aportar, dentro de dos meses, poco más de un diez por ciento más de agua a la red.
El aporte será imprescindible si no se repiten precipitaciones como las de ayer, que anegaron algunos barrios y trajeron algo de alivio.
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