La primera vez. Cristina acompañó a su esposo cuando Néstor Kirchner era el presidente de la Nación y se anunciaban 20.000 millones de dólares de inversiones.
Un avión argentino cargado de funcionarios, gobernadores, legisladores, empresarios y sindicalistas, con la presencia estelar de la presidenta de la Nación, aterrizará el próximo domingo en China. La visita apunta a reforzar las coincidencias que los dos países vienen teniendo en los distintos escenarios de política internacional, pero busca, sobre todo, conseguir inversiones, pactar negocios y firmar acuerdos comerciales. En el Gobierno trabajan contrarreloj para cerrar la agenda oficial y la subterránea. Pero se sabe que, gracias al trajín de los traductores, se hablará de la soja, la limpieza del Riachuelo, los embriones vacunos, los controles aduaneros, las obras de infraestructura ferroviarias, las acciones de YPF, asuntos de minería, cooperación científica y energía.
Cristina Fernández de Kirchner está entusiasmada. Lo blanqueó en su cena de fin de año con sesenta de los hombres de negocios más importantes del país en la quinta de Olivos. A todos les pidió que la acompañen. Y muchos de ellos no se lo perderán.
La República Popular de China es el segundo comprador de productos argentinos. Es el principal destino de las exportaciones argentinas de bienes primarios (23% de las ventas totales), el 7% de las exportaciones de las manufacturas de origen agropecuario y el 9% de las exportaciones de combustibles. Una de las metas de los argentinos será mejorar el desempeño de las manufacturas de origen industrial: apenas el 1% son compradas por chinos. En los últimos años –sin tomar en cuenta 2009, el año de la crisis financiera internacional– las exportaciones argentinas siguen incrementándose. Y también crecen los productos chinos que llegan a la Argentina. Se calcula que el comercio entre los dos países es de unos 13.000 millones de dólares. Y que en 2010 la economía china, la más asombrosa de los últimos años, crecerá el diez por ciento.
Por eso tanto interés de los ejecutivos locales. Fuentes oficiales admitieron que tanto la Cancillería como el Ministerio de Planificación y el de Ciencia y Técnica están por estas horas cerrando el paquete de ofertas que llevarán a Pekín y Shanghai. Uno de los negocios que se tratarán de cerrar es el de los embriones vacunos. China, en principio, había pensado en importar vacas preñadas, pero desistió por el costo de flete y el riesgo de que el ganado muera en el camino. Ahora necesita para mejorar sus rodeos unos 150 mil embriones anuales. Se trata de un negocio de unos 60 millones de dólares, que tiene una traba que se busca voltear: la Argentina aún no es un país con “riesgo cero” de aftosa, sino que sus animales precisan ser vacunados. China, de momento, exige que no haya riesgo de aftosa. Uno de los empresarios que ya exploraron el nicho es Eduardo Eurnekian, con la cabaña Don Panos. Se anticipa también que el país asiático tiene sus intereses. China National Petroleum Company, una de las dos petroleras estatales, ya manifestó su interés por algunas de las acciones de YPF, en manos de Repsol. El asunto, previsiblemente, se colará en las conversaciones (aunque en Repsol señalen que cualquier sondeo deberían hacerlo con Madrid). También la voluntad de China Harbour Engineering Company Group en hacer la limpieza del Riachuelo, luego de haberse encargado del dragado del puerto de Buenos Aires. Y acelerar un reconocimiento de “economía de mercado” que está trabado en el Congreso de la Nación.
Los funcionarios argentinos, por su parte, llegarán con el entusiasmo de un dato: este año se presume que las exportaciones de soja y aceite crecerán el 5%, y recuperarán parte de lo perdido en los últimos dos años (por el conflicto agropecuario y la crisis financiera). Además, está previsto pactar la construcción de una línea ferroviaria que una la capital con Ezeiza y obras para inaugurar una red de subtes en el interior. Los empresarios, a su vez, desembarcarán con la certeza de que en China llegar de la mano del gobierno de origen es una llave, sí, pero mucho más una condición excluyente.
“Es muy necesario que nuestros presidentes viajen a China. Hay que tener presencia permanente. Sería necesario que fueran todos los años, como lo hacen los alemanes”, le explicó a este diario Ernesto Fernández Taboada, director ejecutivo de la Cámara de Comercio Argentino-China. Los libros dicen que el primero fue Jorge Rafael Videla. Que Raúl Alfonsín, Fernando de la Rúa y Néstor Kirchner fueron una vez. Que Carlos Menem, dos. Y que ésta, será la primera vez de Cristina.
OPINIÓN
El modelo chino de producción y expansión
Gustavo Girado (Director de Asia & Argentina)
Se estima que entre 1600 y comienzos del siglo XX, China explicó entre 1/4 y 1/3 del producto global. Entonces su agricultura era más avanzada que en Occidente, sus ciudades más grandes, su clase gobernante más culta y con la meritocracia como sistema bien instalado. Había llegado por mar mucho más lejos que el resto de las economías. En la pasada década del cincuenta –en colectivización agrícola–, y a pesar de que su población casi se duplicó desde entonces y hasta los años ochenta, la producción china se concentró en variedades de granos con mucho contenido proteico a costa del ganado y de productos hortícolas.
Hacia los noventa el ingreso creció y la dieta se diversificó, y esa mayor demanda fue sostenida con mayor eficiencia productiva (más intensidad en el uso del factor) en lugar de un uso más extensivo de la tierra. Recientemente se introdujeron más prácticas mercantiles y un nuevo régimen de uso para la tierra, que hacen que el productor responda mejor a la mayor demanda y a su diversificación, lo que se aprecia en los mercados mundiales con las exportaciones chinas de piscicultura, vegetales, jugos de fruta, hongos, té y orgánicos. Pero esto no lo ha conseguido a expensas de su producción de granos. Ahora es el mayor productor y consumidor agrícola, con el 6% (estimado) de los recursos acuíferos del mundo. Produce el 30% del arroz del mundo, el 20% del maíz, 25% del algodón, cerca del 37% de las frutas y vegetales y el 50% del ganado porcino. Esto no impide la competencia por la tierra, pues aún no produjeron el resultado esperado los intentos de conversión de tierra hoy infértil en arable. Por eso, con mayor comercio bilateral China consigue productos para los que tiene pocos insumos (principalmente agua) y hacerse de un proveedor confiable y de largo plazo. Para la Argentina, China fue un clásico proveedor de bienes de consumo económicos, pero ahora también es un proveedor de bienes de capital y de sus partes, como resultado de su afianzamiento como productor de tecnología.
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