Cualquier intendente medianamente informado debiera saber a esta hora de los pronósticos que hablan de la posibilidad de que las tormentas intensas sean cada vez más probables. En el corto plazo (este mismo verano) los investigadores hablan de los efectos de la Corriente del Niño en esta parte del planeta, que generaría precipitaciones intensas hasta abril. Un informe reciente del Departamento de Suelos de la Universidad Nacional de Río Cuarto advierte sobre los riesgos de inundaciones en pueblos y ciudades del centro y sur cordobés para estos meses. No es el único.
A mediano plazo, aunque para muchos con evidencias visibles en el presente, las consecuencias del cambio climático global generarían también más eventos extremos: desde tormentas más intensas hasta sequías más prolongadas.
La imagen de zonas urbanas alfombradas de lodo arrastrado desde los campos puede repetirse con más frecuencia. Defensa Civil de la Provincia admitió que cada localidad debe prepararse mejor para esos eventos, porque pueden acentuarse con el tiempo.
El sentido común alcanza para advertir que se deben tomar recaudos. Cada intendente y jefe comunal debiera estar revisando desagües y pensando en los que faltan, como prioridad. Las ciudades que estén mejor preparadas se harán notar.
Otras, por su ubicación topográfica, requerirán además que sea la Provincia la que apure decisiones para ejecutar obras, establecer modos de descarga de aguas excedentes por regiones, controlar un uso más adecuado de los suelos rurales y no sólo parar la deforestación sino promover el proceso inverso en forma urgente.
Si no se puede cambiar la condición del clima, lo que harán falta son obras y decisiones que eviten o reduzcan los impactos.
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