Las aguas comenzaron a bajar lento en los barrios más inundados y afloraron nuevos problemas. Los 180 milímetros llovidos en pocas horas del lunes dejaron en Justiniano Posse más consecuencias que la humedad dentro de las casas y los muebles mojados.
En calles donde se habían construido las cloacas hubo hundimientos que llegaron hasta las puertas de las viviendas. Aparecieron alimañas y serpientes arrastradas por el agua. En las radios locales, vecinos reclamaron falta de directivas claras sobre qué hacer en medio de la catástrofe.
El ingeniero Alejandro Saavedra, del Inta de Justiniano Posse, dijo a La Voz del Interior que a la situación excepcional del agua se le sumó “imprevisión” y que cuando paró la lluvia no se pensó en cómo desagotar el pueblo lo antes posible. “Si hubiéramos tenido dos o tres bombas se habría vaciado más rápido y no tendríamos tantos problemas”, opinó.
Ante las críticas, el intendente Gerardo Zuin dijo que la organización entre municipio, Bomberos y Policía “trabajó bien” y que mientras los bomberos salieron a socorrer gente “porque están preparados para eso, los municipales prestaron apoyo logístico”.
Saavedra aseguró que el canal principal no dio abasto porque “hay tres alcantarillas que faltan de bajar para llegar al Saladillo. Cuando se destapó una, en lugar de darle prioridad al pueblo, se le dio a una laguna de un campo que no estaba permitida, cuando tendría que ser al revés”, sostuvo.
Por la tarde se puso a funcionar una bomba arrocera para acelerar el desagote. “El agua de los campos desbordó el canal y frena la salida del pueblo”, explicó Zuin, quien dijo que la situación ya era normal en casi todo el pueblo, salvo la zona sur y sudeste. El temor es que una nueva lluvia haga subir el agua que está en las calles.
Silos perjudicados. Las acopiadoras de cereales, principal actividad económica del pueblo, sufrieron pérdidas en sus silos. Ayer tenían cereal bajo un metro de agua. Hay quienes sostenían que debían tener prioridad de desagote. Por su parte, varios vecinos debieron tirar electrodomésticos y computadoras que fueron alcanzadas por el agua dentro de sus casas.
De todos modos, la solidaridad estuvo presente. Así lo destacó Roxana de Juárez, catequista que recolectó donaciones para los evacuados. “Viví toda mi vida en una zona que se inundaba. Después me mudé, pero ante la desesperación de mis vecinos corrí para ayudarlos”, contó a este diario.
Explicó que con las donaciones recibidas “cada evacuado se puede volver a su casa con un colchón seco, sábanas, toallas y elementos de limpieza”.
“La gente respondió muy bien. El problema es que ahora se viene el agua del campo hacia el pueblo”, agregó la mujer.
Hay quienes no pueden acceder a las viviendas porque las calles siguen inundadas. Desde el cuartel de Bomberos se informó que anoche todavía se contaban 10 adultos y 20 niños y jóvenes evacuados. Por donaciones de empresas e instituciones tenían garantizada la comida.
El temor de una nueva tormenta, probablemente para hoy, generó ayer por la tarde un gran movimiento de los servidores públicos con el traslado de arena para formar barricadas de bolsas frente a algunas viviendas.
Sobre llovido, inundado
Los 180 milímetros de lluvia registrados en Justiniano Posse deben verse como una advertencia.
Jorge Londero - jlondero@lavozdelinterior.com.ar
Sin ocultar su asombro y con tono de preocupación, Antonio Lisandrón, vecino de Justiniano Posse, resumía lo que vivió el lunes esa población cordobesa: “Nunca había visto algo así”. Los 180 milímetros que cayeron en poco tiempo en ese sector de la provincia, que algunos atribuyen a los efectos que produce la Corriente del Niño y otros a una suma de factores entre los que pesan el cambio climático y la deforestación, bien deben verse como una advertencia de lo que puede pasar de aquí en más.
Los que han seguido el fracaso de la Conferencia de Copenhague deben tener claro que los países más afectados por el calentamiento global son y serán los denominados “en vías de desarrollo”. La falta de compromiso de los países industrializados, responsables del 75 por ciento de las emisiones de gases se debe en gran medida a la mezquina estimación de que a ellos no les pasarán cosas como las que suceden en Posse o en el norte de la provincia de Buenos Aires. Entre otros responsables, el tan ponderado y hasta premiado presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, fue uno de los principales operadores del desentendimiento de los países más ricos ante la grave situación climática del planeta, que ya se manifiesta con fenómenos nunca vistos por hombres como don Antonio, el vecino de Posse.
Un indicador: el crecimiento probable en este siglo para el nivel del mar será de casi un metro, algo que amenaza a muchas poblaciones y no se detendrá ni en el año 2100, lo que promete un futuro bastante oscuro para nuestros bisnietos y tataranietos que habiten en zonas costeras.
Un estudio publicado hace poco en la revista Nature señala que, durante el último período glaciar, los niveles del mar eran de 6,6 a 9,4 metros superiores a los actuales y, según los más pesimistas, vamos camino a eso para los próximos 200 ó 300 años.
George Monbiot, editorialista de The Guardian, se preguntaba hace poco en una de sus columnas “si el gobierno de Dinamarca, cuya atroz gestión de la Conferencia de Copenhague ha contribuido a su fracaso, se habría esforzado más de haber sabido su pueblo que dentro de un par de siglos no existirá ese país”.
Pero, si los grandes de la economía mundial han decidido seguir calentando el planeta y los habitantes de esos países aún manejan sin culpa autos de más de tres mil centímetros cúbicos de cilindrada, ¿qué podemos hacer nosotros? Entre otras cosas, patalear. Exigir, por ejemplo, que se detenga la deforestación o adherir a la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra, que se realizará en abril en la boliviana ciudad de Cochabamba.
Las lluvias provocan problemas en el sur
Una semana de sol trajo alivio a varias localidades del sur que tuvieron problemas con el agua en el último mes.
También dio un respiro a más de 100 mil hectáreas de campo que quedaron inundadas.
Sin embargo, el lunes volvió a llover. En Vicuña Mackenna donde más agua cayó: 70 milímetros que volvieron a hacer subir las napas freáticas que hace un mes complican a las viviendas de un tercio de esa ciudad. El municipio volvió a desagotar agua del interior de varias casas. Tres familias siguen evacuadas .
En La Cautiva, pueblo que estuvo hasta hace una semana rodeado por aguas, llovió 50 milímetros. La situación en los campos aledaños había mejorado en los últimos días, y el acceso al pueblo ya estaba liberado. La última lluvia no provocó una nueva subida.
En la zona de Villa Rossi, cerca de Laboulaye, cayeron 84 milímetros.
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