Más allá de la importancia de la efemérides, para los mendocinos el Bicentenario puede ser la ocasión de rediscutirnos como sociedad. Existe un conjunto de factores de diverso tipo y rango, en algunos casos la culminación de procesos o el agotamiento de situaciones pretendidamente sin cambio durante muchos años, que dibujan un "paisaje" provincial de necesidades, desafíos y oportunidades.
En ese panorama se destaca, como elemento fundamental, el desafío del agua.
Mendoza, fines del siglo XIX
El terremoto de 1861 provoca en la ciudad capital la muerte de entre 6.000 y 10.000 personas sobre una población estimada de entre 18.000 y 20.000 vecinos. La mayoría de las edificaciones se desmoronan, por lo que se rediseña urbanísticamente la ciudad.
En 1876 se realizan los primeros trabajos sistemáticos para mejorar la provisión de agua de consumo a la población, hasta entonces servida por aguateros o sacada directamente de las acequias. Comienza la instalación de surtidores públicos y se realizan las primeras conexiones domiciliarias. La gente bebe agua purificada, pero no clorada.
En 1885 llega el tren. Miles de inmigrantes, a lo largo de la década siguiente, casi duplican la población. En 1886 nos azota el cólera. Se ordena a la población echar cal en las acequias y hervir el agua antes de consumirla. Los surtidores públicos eran 17 y sólo un 5% de la población tenía conexión domiciliaria de agua.
Durante los primeros días muere casi un centenar de mendocinos. La ausencia de instituciones que organizaran y contuvieran la situación hace que la cifra de muertos supere los 4.000, el 7% de la población. Cada vez es más evidente la relación entre agua segura y correcto manejo de las aguas servidas para la salud humana
En 1896, el gobierno provincial contrata al médico higienista Emilio Coni para que haga un estudio epidemiológico cuyos resultados son lapidarios: la mortandad de la población era un 2% mayor que los nacimientos; las defunciones por enfermedades hídricas alcanzaban el 56% y las defunciones infantiles promediaban el 57%.
El 50% de las casas tenía agua corriente, el 89% letrinas abiertas, sólo el 4% tenía inodoros. Se crea la Dirección General de Saneamiento, dirigida por Coni, quien propone como medidas inmediatas, entre otras, sistematizar y ampliar la potabilización del agua y proyectar un sistema de cloacas. En 1897 se decreta la instalación obligatoria de inodoros en las casas.
En 1910, Año del Centenario, se inaugura la primera planta potabilizadora en Potrerillos. Si hasta entonces sabíamos, como habitantes del oasis irrigado, que "el agua es vida", entonces aprendimos que "el agua potable es agua segura para la salud".
Mendoza 2010
Doscientos años después de nuestro "primer grito de libertad", existe un contexto mundial de cambio climático, demandas energéticas y alimentarias crecientes, crisis económicas y financieras, problemáticas sociales y culturales asociadas a la vigencia e incremento de la pobreza y la exclusión y al uso extendido de las tecnologías de información y comunicación. En este panorama no alcanza con proclamar los viejos paradigmas del agua.
Hoy este recurso finito y vulnerable es condicionante de base del progreso económico y social y, en la agenda de riesgo planetaria, uno de los temas principales. De ahí la necesidad de abordarla con espíritu integrador, abandonando la toma de decisiones fragmentarias y de corto alcance. ¿Cómo si no, en bien de los ciudadanos/usuarios superaremos la rencilla partidaria, la visión mezquina, la inercia institucional o la inacción política? ¿Cómo podrá evitarse que nuestro rumbo como sociedad no esté marcado por los intereses de los grupos económicos?
Desde mi puesto de presidente del Ente Provincial del Agua y el Saneamiento, cumpliendo la tarea encomendada por el gobernador Jaque, en menos de dos años de gestión he transitado un arduo camino de decisiones importantes sobre el sector sanitario: recuperar el inexistente rol regulador del organismo a mi cargo, profundizar los controles y auditorías sobre los prestadores, asesorar y recomendar al Poder Ejecutivo sobre temas demorados por años y por ende agravados -aumento tarifario, ausencia de financiamiento para infraestructura, intervención a OSM SA, demandas contra la Provincia en tribunales internacionales, etc.-. Pero considero que mirar sólo el sector a mi cargo no basta, no supera, no dejará la huella, firme, razonable y duradera que nuestros hijos y nietos necesitan.
El desafío del recurso hídrico en Mendoza debe ser tema central de la Agenda del Bicentenario. Por su incidencia sobre la calidad del medio ambiente, por el impacto que sobre ella tiene la tasa de crecimiento poblacional, la organización territorial y las políticas económicas. Por que ella impacta sobre las condiciones de vida de nuestros comprovincianos, sus oportunidades de trabajo, vivienda digna, educación, salud, desarrollo y bienestar y por la posibilidad estratégica de diseñar el futuro que nos brinda la Ley de Uso del Suelo sancionada en 2009.
El desafío del agua en Mendoza es avanzar sobre el balance hídrico y la infraestructura, la protección de los glaciares y el replanteo de la matriz energética, cómo nos adaptamos a la alteración hidrológica que producirá el cambio climático y qué hacemos con los operadores sanitarios, el Plan Estratégico de Desarrollo y el aggiornamento de la Ley de Aguas.
En cuanto al accionar estatal, hay que ser eficientes tanto en la toma de decisiones políticas -y esto incluye al Poder Legislativo- como en la prestación de los servicios públicos esenciales. Sólo así, en mi humilde opinión, podremos superar los problemas que ya están socavando la sustentabilidad de los oasis de Mendoza: avance de la desertificación, urbanización desordenada y no planificada cuya consecuencia es el bajo nivel de calidad de vida de la gente, contaminación del agua superficial y subterránea, entre otros.
El agua está en la base de la vida, biológica y, en Mendoza, cultural. Para el Centenario de la Patria, producto de la visión de un pueblo que parado en las desgracias y la enfermedad miró el futuro y se animó a soñar, inauguramos la primera planta potabilizadora. Que 2010 sea el año de recuperar hábitos y conductas comunitarias e institucionales, inspirados en lo mejor de nuestra historia y atentos a los datos preocupantes del presente. Hoy es preciso pensar y actuar para el futuro. Inspirados en aquellos líderes de la Mendoza del siglo XIX que tomaron decisiones en este sentido, en el Año del Bicentenario debemos dar respuesta al desafío del agua. |
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