No importa que un cartel inmenso indique que está prohibido bañarse. Tampoco que las olas de agua espesa devuelvan a la orilla varios restos de basura y desperdicios cortantes. En la Reserva Ecológica de Costanera Sur cada vez más gente se mete en el Río de la Plata para escapar del calor agobiante, aunque ello implique un serio riesgo para su salud.
El fenómeno se está volviendo masivo y casi imposible de controlar. La ola de calor que se instaló sobre Buenos Aires por estos días colmó de bañistas intrépidos las aguas turbias de la ribera y ahora las autoridades admiten que no saben bien qué hacer. La normativa vigente de la Reserva Ecológica prohíbe claramente meterse en el agua. Pero la playa de piedras del lugar en esta época del año adquiere la morfología de un balneario. La directora de la Agencia Ambiental del gobierno porteño, Graciela Gerola, pide precaución y recomienda ni siquiera mojarse los pies.
“En la ciudad, el único lugar por donde la gente puede acceder al río es la Reserva Ecológica y es un lugar verdaderamente crítico”, alerta. “En primer lugar –continúa– porque está muy cerca del Riachuelo, un foco de contaminación ambiental. En segundo, por los desechos cloacales vertidos por AySA. Quiero decir, la contaminación bacteriológica, cloacal e industrial es tremenda en esa zona. La gente debería tener cuidado. Hay que enviar un mensaje a la población: por meterse en esa agua lo menos que pueden tener es diarreas, vómitos y problemas cutáneos”.
No existen datos oficiales, pero a la Reserva Ecológica de Costanera Sur ingresan quince mil personas en promedio por fin de semana. Muchas de ellas, se zambullen. Alambrados y carteles que advierten todo con claridad resultan estériles frente a las temperaturas de horno encendido que azotan a los porteños. “No fui a Mardel pero acá estoy: no sé si el agua está contaminada. Yo lo que hago es cerrar la boca para no tragar. Después, no pasa nada”, le decía Sergio a un cronista de Crítica de la Argentina el domingo por la tarde, cuando el termómetro marcaba 34 grados.
Pero no sólo hay riesgo de enfermedad. Como se trata de una zona no apta para bañarse, la Reserva Ecológica carece de guardavidas y la posibilidad de tragedias crece en un lecho inestable. La Prefectura Naval Argentina tiene el poder para sacar a la gente del río y suele recorrer la zona haciendo circuitos preventivos. En esas salidas, cada vez más a menudo los efectivos suelen rescatar a bañistas en emergencia. “Permanentemente desalentamos a que se metan en el río y muy frecuentemente sacamos a gente a punto de ahogarse. Pero la verdad es que resulta imposible que saquemos a uno por uno y es una situación que muchas veces se nos va de las manos”, dice un vocero de la fuerza, que opera en Puerto Madero.
Ajenos a todo esto –sin miedo a la otitis ni a la diarrea– los visitantes de la Reserva Ecológica se lanzan a la nueva rutina. No contemplan las aves ni salen a correr. Se sacan las zapatillas, caminan entre las piedras y tiran al agua.
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