No fue una catástrofe de las dimensiones que los fenómenos naturales provocan en otros países y de las cuales hemos tenido ejemplos recientes en, digamos, Haití. Sin embargo, las inundaciones en territorio nacional, dentro de la dimensión uruguaya, han provocado un sacudón terrible a miles de compatriotas que quedaron en la más absoluta indefensión.
Nueve Departamentos afectados, cerca de seis mil personas desplazadas, sitios donde el problema se ha ensañado con los habitantes (como en Durazno y Mercedes), suministro de agua potable en riesgo, son sólo algunos de los factores que inciden para agudizar el problema.
Un problema que debe ser estudiado seriamente, con vistas a tomar todas las medidas necesarias a fin de que no se reiteren estos insucesos cíclicos, que muchos han visto repetirse a través de las décadas, incluyendo aquellas famosas inundaciones de 1959.
Porque más allá de lo que dicen las cifras, más allá de los datos objetivos, está el factor humano. Es decir, lo más importante. Nuestros connacionales que han perdido todo o gran parte de su patrimonio, que deben desarraigarse de su sitio de vida habitual, que no pueden aferrarse más que a algunos retazos de sus vidas y que no saben bien si son los que corresponden en este caso o si son jirones de una vida, nexos sentimentales que fueron elegidos por sus valores inmateriales más que por su utilidad futura.
Nos debemos resistir a que miles y miles de personas, cerca nuestro, en nuestra patria, sufran lo que no merecen.
La solidaridad debe predominar y abrir nuevos rumbos que signifiquen decirle "nunca más" a estas circunstancias de vida tan tremendamente dislocantes.
|
|
|